Bebeshito: el contagio y la obscenidad musical
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Voy a poner al mundo a gritar mi nombre
El número uno como corresponde
Escucha bien que yo vengo de Cuba
y le juré a la pura que iba a ser enorme.
Bebeshito
La industria musical no deja de ser veleidosa y cada cierto tiempo sorprende con nuevos intérpretes que, sin previo aviso y con escasos atributos a su favor, consuman el éxito (aunque fuere momentáneo) y seducen a ese cuerpo diverso e insospechado que son los públicos. Estos llegan especialmente a los jóvenes, el grueso a la caza de novedades y propuestas que exigen poco de las funciones cerebrales y sí mucho de excitabilidad sensorial, de regodeo en lo faccioso y obviedad comunicacional.Y no es que asumamos la existencia desde una perspectiva erudita, perfeccionista, elaborada por y para élites, desechando todo aquello que tenga el saborcillo de lo popular, la sencillez en sus estructuras narrativas o se inspiren en la “marginalidad” cotidiana. Claramente, todos los seres humanos tienen el derecho a tener un arte que los represente, condicionado por su cultura general, sensibilidad y experiencia, sus cogniciones sobre la creación y vida.
Empero, el arte no es una reproducción de lo explícito, sino una recreación de la realidad, mediada por un lenguaje, intencionada en sus articulaciones, polisémico, emocional… Estos son los entibos, por caso, que hacen que la pornografía no sea una expresión artística (aunque algunos de sus textos pudieran concebirse con cierta artisticidad), pues se conforma con excitar las feromonas, ocasionar goce y robustecer un mercado en el que se manipulan los sentidos de los clientes.
Ese derecho es legítimo en tanto necesidad de expresión. Pero, es pertinente (aunque a veces nos dejamos arrastrar por instintos primarios en algún que otro festejo) tener una conciencia de nuestras debilidades estéticas y que no todo lo que nos agrada y hace feliz es positivo (como el consumo descontrolado del alcohol).
Solo reconociendo estas consunciones podremos tomar los mejores pasos y modificar nuestras conductas y gustos. No debemos olvidar que en los textos artísticos subyacen contenidos o ideologías, preceptos de tipo filosófico, miradas de género y socio-políticas, etc., que estimulan las conductas de los seguidores; especialmente, si los intérpretes son figuras exitosas, habitualmente mediatizadas, como muchos artistas del ramo musical.
En los últimos años gran parte de los cubanos (fundamentalmente los adolescentes y jóvenes) han sido contaminados por el género reparto, también conocido como reggamorfa, una tendencia musical que emerge hacia el 2000 y entremezcla los influjos del reggamufin, la salsa, los ritmos afrocubanos y el propio reggaetón. Hasta ese punto no hay mayores contratiempos. Se elocuecian ciertas retóricas sonoras y facilismos compositivos, si bien los ritmos se hacen contagiosos de tan primarios (salvo excepciones); nada tóxico en este sentido, sobre todo porque son textos musicales que suelen olvidarse con facilidad.
Las adversidades suceden, justamente, en el cuerpo de las letras, que suelen estar plagadas de groserías, violencias narrativas y de género, como si se encomiasen los entuertos del periplo marginal, los ambientes de competitividad, donde la mujer es un mero objeto de posesión y se ensalza el sexo irresponsable o caprichoso y la intimidación como alternativa de diálogo.
Una de esas figuras en alza durante los dos últimos años en Cuba es, justo, Osniel Ernesto Columbie Campos (La Habana, 30 de mayo de 1997), identificado con el seudónimo Bebeshito, según Spotify también el cubano más escuchado de Florida, Estados Unidos.
Este intérprete, cuyos comienzos acaecen durante su etapa escolar (la época en que graba de modo autodidacta los primeros reggaetones) consigue de modo oficial alguna notoriedad, a partir de 2021, gracias a sus colaboraciones con Harryson y Los king boys, definitivamente tras sus primeros EPs, entre los que sobresalen A veces te odio, Mi nombre y La batidora, primordialmente el proyecto 22 caminos, con el que obtiene millones de reproducciones en numerosas plataformas.
¿A qué se debe el éxito de este repartero cuyos temas se consumen hasta el hartazgo? En principio, es un joven laborioso, que pese a tener una corta carrera ha mantenido un significativo nivel de producción musical, muchas de las cuales ha compartido a modo de colaboraciones con otros hacedores del género, como El Taiger, Yomil, Alex Duvall, Orlenis 22k, Ja Rulay, Ronald, Charly y Johayron, Payaso x Ley, Abusador NBA, Knedy, Yhona, Dukesito, El Coyote, A. B. Fighter, JLexis, July Robi, Landy 13, Maikol The One, Wow Popy, entre otros.
Asimismo, casi todas sus composiciones han sido recreadas en audiovisuales que venden la somática femenina (glúteos y cinturas en la puntera), la hegemonía fálica, la fotogenia de los sitios de ocio, la marginalidad de los sujetos y su desenfreno existencial; aunque solo unos pocos alcanzan cierta frescura narrativa (no se confunda con originalidad).
Bebeshito es un intérprete que imposta la dicción-fonética de la música urbana (como si rumiase las palabras con descuido; lo que en ocasiones afecta la articulación de las palabras), pese a que tiene un rango vocal que le permite llegar a notas poco habituales entre los cantantes del género repartero.
Con su voz de cabeza puede oscilar de la media a los agudos, al tiempo que hacer buen uso de las dinámicas.
Su coloratura vocal es atractiva y poliédrica, lo que le permitiría no sólo moverse en el ámbito urbano, sino también en otros géneros alternativos (a veces surtidos en el cuerpo de sus canciones), como la salsa, la timba cubana o la balada. Por otro lado, es un artista que aprovecha los giros melódicos y aquellas dinámicas para mostrar esas habilidades que le permiten moverse de manera fluida y efectiva.
Lamentablemente, el exitoso intérprete ha escogido un camino resbaladizo, al menos en el apartado de las letras. Es constatable que el reparto nace en los barrios humildes de la isla, narra las vivencias cotidianas, los entornos de los propios artistas. Todo ello nos puede hacer pensar que está condicionado por el modo de expresarse de los referentes; sin embargo, la creación (incluso en la música popular) no es una reproducción automática de la vida, como hemos sugerido antes. Lo obsceno gratuito no tiene por qué ser un leitmotiv de la marginalidad.
No se puede perder de vista que la música es terreno de todos (no tiene definiciones etarias como el cine o las puestas escénicas) y esa “democracia” puede servir de estímulo negativo para los oyentes o públicos. Y no es que estemos preconizando la mojigatería. Se trata de evitar los abusos y las modas. Aún recuerdo que (durante mi adolescencia) el escritor Félix Pita Rodríguez subrayó, durante una conferencia sobre la narrativa literaria y la proclividad a lo obsceno, que se había visto obligado a escribirle a su hijo en un cuaderno todas las malas palabras conocidas, finalmente advirtiéndole cuándo debía utilizarlas. De eso se trata, de la mesura y la urgencia de no olvidar las funciones sociales del arte.
Bebeshito ha llevado este recurso a niveles alarmantes, pues a través de esa base rítmica y estribillos pegajosos, los atractivos melódicos y la mirada explícita de los relatos, que hacen primaria cualquier expresión, se emplazan visiones e ideologías machistas e insensatas. Por caso, en sus temas la mujer es esbozada como un ser pecaminoso, falso, interesado, provocador, infiel… un objeto que lacera la felicidad de los hombres, aunque necesaria para el placer y la ostentación. Veamos algunos fragmentos de su irregular repertorio:
Un millón en el banco
(…)
Dice que no esta pá atraso
Pá ningún payaso
Tiene más de 100 atrás
Y a ninguno le hace caso
El teléfono haciendo ring y ella en el gym echando un cuerpazo
Dice que su meta este año es tener Un millón en el banco.
Totaila
(…)
La cara linda y pa’ qué hablar de su
boca
La nalga’ grande’ esas de las que rebotan
Es atrevida el sex appeal se le nota
Y cuando baila con esa licra apretá’
Se le marca toa’ la totaila
Ay que rico titi
Toa’ la totaila
Marca mandarina
(…)
Tu novia está en el tira, tira
Tirándome pullita’ a mí (¿qué dijo Titi?)
Ya no le digas más mentira’ (ay, Dios mío)
Dile que yo fui el que te partí.
El artista se convierte en sujeto protagónico de las fábulas sexualizadas, en la que se muestra narcisista, prepotente, machista, conquistador… (Llega a legitimar una composición como Mi nombre, en la que se identifica como alguien que es imposible que “falle”, pues tiene la “rutina” y la “calle”) y se deleita con las obviedades de sus aventuras sexuales, llegando a describir las escenas de intimidad con un tono pornográfico. Por solo citar varios ejemplos notorios:
Que rico me siento
(…)
La estoy pasando divino
Coge la cigareta y prende con el achendino
Pa’ ponerme loco pa’ ponerme todo chino
Meterte con mi pino y sacártela del latino.
Totaila
(…)
La cara linda y pa’ qué hablar de su
boca
La nalga’ grande’ esas de las que rebotan
Es atrevida el sex appeal se le nota
Y cuando baila con esa licra apretá’
Se le marca toa’ la totaila
Ay que rico titi
Toa’ la totaila
Pareciera que no hay otro goce o tema en el mundo que no fuere el sexo (un contenido que vende, es probado) y la mujer hermosa y mundana; el destacar entre los semejantes a fuerza de conquistas y virilidad (“Porque yo estoy brillando con luz propia. Y ustedes son copia, son unos envidiosos” –expresa en Mi nombre). A propósito de la sexualización en su repertorio, repárese en los títulos de las composiciones: Que rico me siento, Manguera, Grita, La batidora, El punto, Mojaíta, Trastorno, Trépate, Hacha, La Totaila, Voy a toa (una de los temas más palmarios dentro de la porno canción) y un largo listado, donde se sistematiza el desaforo corporal con tendencias hacia el masoquismo ligero.
En el cuerpo de sus textos se reiteran soluciones, pretendidos dobles sentidos y vocablos que son signados por los aprecios populares, al tiempo que van advirtiendo ciertas extenuaciones que pretende pasar por liturgia. En el intro de los temas se reitera la mención del orisha Elegguá, dador de los caminos, y no escasean las menciones de su exitosa frase “marca mango” (connotando al artista, que suele pregonar que tiene cara, cuerpo y movimiento para seducir).
Llamémosle a estas retóricas “marca de estilo”; sin embargo, la falta de imaginación (que no es atribuida solo al cantante, pues son varios los autores de las composiciones) favorece que ciertas frases sean “auto citadas” con mucha asiduidad y descaro.
En la retórica se calcan enunciados y sentidos como “verdá que tu estas rica” (el único atributo encomiable en la mujer es su empoderamiento físico y experiencia en la cama: “Tá rica porque ya le hicieron daño”); comodines al estilo de “aguaje” (alusiva a una actitud guaposa, marginal), la onomatopeya “tra tra tratratratratra” (muy apropiada para forzar la ¿rima? y el vigor rítmico); sus aburridas menciones al productor Ernesto Losa (que aparece en los videos clips como una solución Deus ex machina) y demás miembros del clan, etc.
¿Hasta dónde estamos conscientes de la manipulación cultural y mediática en la industria musical, el adeudo que tienen los artistas en la formación de los públicos? El Bebeshito es fruto de un entorno que sublima la violencia configurada como una identidad (especialmente en las relaciones de pareja), tanto en el uso de los suplementos verbales como en los modos de representación audiovisuales, que desfigura el lenguaje (con la pretendida frescura de lo cotidiano) y nos priva de la experiencia como pilar para el crecimiento. A todas luces, la obscenidad no es la ruta para el éxito duradero. Repasemos en otros géneros urbanos a intérpretes como Divan o Eminem, el cultor de hip hop y rapero estadounidense, quienes traslucen las notas marginales con mucha clase.
Todas las noches una de mis vecinas corea junto a su hija pequeña (que aspira a ser básica como su ídolo repartero) los temas de Bebeshito y lo hace con los niveles de sonido más “adecuados”(que le permite un bafle con batería) para que el barrio todo descubra forzosamente que existe un cantante que ha jurado poner al mundo a gritar su nombre.
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en lo particular no me gustan ninguna canción pero en ese negocio no puede hacerlo de otra forma
Un saludo Pedro.
Es obvio que la fama no es sinónimo de calidad. De hecho, si estuviese forzado a elegir prefiero al Bebeshito que al celebrado Bad Bunny, incluso al propio Nacho, Wisin, etc. , aunque las composiciones de estos últimos son más tolerables. El éxito suele estar condicionado por factores extra artísticos y los altibajos de la industria musical.
Si, Pedro, en una entrevista reciente el cantante refiere que fue llevado a La Habana en etapa temprana. Creo que aún es muy joven y con el tiempo dará un giro a su repertorio, logrando también la mejoría de su técnica vocal. Considero que talento si tiene, aunque no me agraden las letras de sus canciones.
Gracias, por el análisis poliédrico. Siempre muy orgulloso de ti
Me da una inmensa alegría que existan aún en Cuba críticos de Arte bien preparados como usted. Hoy duermo más tranquilo porque pensé que éramos pocos lo que estábamos notando ese “fenómeno” de creer que lo popular es sinónimo de calidad. Le deseo mucha Salud para seguir leyendo opiniones acertadas.
Excelente reflexión que compartiré con mis estudiantes universitarios. Gracias
Excelente trabajo, aún hay personas que escriben con objetividad.
Excelente trabajo, usted ha hecho algo útil, encomiable, que es hablar de ese fenómeno como hay que hacerlo.
Excelente análisis!!!
Si. Esto de que su “Su coloratura vocal es atractiva y poliédrica” es tan lindo…
Dos cosas. Bebeshito es santiaguero. Aunque vino pronto para la capital. Peor que el empleando la voz es bad bunny y es más famoso. Todo eso es un insulto a la música pues no tiene la más mínima trascendencia.