Acá entre nos, él es Martín Urieta

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“No canta, encanta” es el título de un álbum que hace más de 20 años grabó con temas que él mismo compuso. Así es porque más que una voz Martín Urieta es un estilo y, por encima de todo, uno de los más grandes compositores que ha dado México.

Muchos consideran a este michoacano que nació en Huetamo el 11 de noviembre de 1943 el relevo de José Alfredo Jiménez como autor musical, aunque el también llamado “Hijo del pueblo” fue más versátil en cuanto a géneros a componer.

Martín se ha centrado particularmente en el bolero ranchero, género en el cual le ha ido de maravillas. Lo de componer es un talento que le acompaña desde sus primeros años, cuando en la escuela escribía versos; aprendió a tocar guitarra y a la edad de 15 años compuso el bolero ranchero Vuelve a Huetamo, dedicado a su pueblo natal.

A esa canción le siguieron otras exitosas, entre ellas Urge, Bohemio de afición, Qué de raro tiene y tantas otras que acrecentaron aún más la brillantez del pentagrama mexicano.

Martín Urieta le compuso al amor, a la mujer; en ella volcó su pasión musical, y lo hizo con una originalidad que sorprende, como pocas veces en la historia de la música popular, cuando se escribe un tema sentimental.

En la página de la Sociedad de Autores y Compositores de México, A.C. aparece una anécdota de sus primeros años como cantautor. Se cuenta que un día, al interpretar su canción ranchera Te me vas al diablo, “un hombre lo interrumpió para recriminarle por ofender a las mujeres con sus letras, a lo que Martín le replicó que se molestaba porque seguramente nunca lo habían lastimado tanto, pero el amigo lo contradijo a voz en cuello: « ¡No! A mí siempre me han hecho pedazos el alma, pero no voy a andar de chillón, tú bien sabes que los momentos más bellos nos los han dado las mujeres…». Esta escena lo impactó y decidió convertirla en la canción: Mujeres divinas”, en la que cuenta la anécdota.

Si me pidieran calificar a Martín Urieta como autor musical, en mi caso diría que es “original e irrepetible”. Es el último paradigma de la bohemia musical, de esas melodías sonadas en cantinas o en noches de luna sentado a la vera del campo con varias copas de tequila como valores añadidos. Quien sufra una pena de amor o quiera elogiar a quien ama, nada mejor que buscar entre su música para apropiarse e incorporarla a su historia sentimental.

Los mejores intérpretes actuales de México sienten afinidad por su música y la incorporan sus repertorios; saben que hacerlo les asegura el aplauso de sus públicos. Uno de ellos, en especial, fue el “Charro de Huentitán” Vicente Fernández.

Por esa meritoria carrera en la composición en Huetamo, el pueblo que lo vio nacer hace 81 años lo nombró “Hijo Distinguido”, mientras que en Acapulco fue declarado “Hijo Predilecto” en reconocimiento a su canción Adiós, Acapulco.

Sería interminable la relación de creaciones debidas a este compositor, todas devenidas, sin discusión, en grandes éxitos. Aun así, entre todas, hay una que sobresale más. Es cantada por intérpretes mexicanos y de otras latitudes, así como por mariachis y bandas. Diría que es la más universal de todas sus piezas; al extremo de que en México el título se ha convertido en parte del habla popular cuando alguien se sincera con un amigo íntimo.

Como expreso en esta crónica, sepan Acá entre nos que ese gigante de la música mexicana es Martín Urieta.

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