Abstraídos: un pasaje a la imaginación
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Dos elementos son necesarios para formar una verdad: un hecho y una abstracción.
Remy de Gourmont
En otros tiempos el abstractivismo fue el camino más aligerado para topar a la vanguardia y encuentra no pocos defensores entre los públicos y la crítica. Esta forma de representación se convierte en asidero de experimentaciones, acaso obcecada con los relatos visuales desprovistos de narratividades, domeñados por las formas y colores puros, un nuevo sentido de la espacialidad, al tiempo que reconfiguración de la realidad toda. Empero, al paso de los años, la tendencia fue objeto de impugnaciones, llegando a ser descripta como un atributo del arte burgués, reaccionaria en cuestión, toda vez que abandona los entornos humanos, desligándose de la sociedad, autosuficiente, y se conforma con maniobrar la materia expresiva de las artes plásticas, como Narciso con su piel. Finalmente, el género ha conseguido la indiferencia de quienes le imputan falta de novedad, agotamiento y el vacío preceptual de cientos de sus cultores, desconociendo que hacer abstractivos decentes requiere de una gran capacidad de síntesis,del dominio del lenguaje visual y su telúrica, de las nociones espaciales y composicionales. Es cierto, que muchos de los hacedores intentan pasar “gato por liebre”, debido a que la abstracción ofrece un fabulario que no tiene equivalentes en la realidad; sin embargo, el engaño es especialmente hijato de la ausencia de instrucción artística, sensibilidad estética y destreza interpretativa del lenguaje.
No obstante los prejuicios, algunos pintores y escultores en la ciudad de sévres han persistido en defender y ensanchar el itinerario del arte abstracto, al modo de Néstor Vega Negrón, Gabino Lorenzo padre o Raúl Cué Echemendía, entre muchos otros, quienes han sentado cátedra en este quehacer que pondera la forma, el color y la línea, los ingredientes que permiten consumar las fabulaciones sin referentes del mundo real. El propio Cué ha insistido en su Taller de Pintura Abstracta como parte de los programas formativos de la academia de artes plásticas de Cienfuegos (Escuela de las Artes Benny Moré). Precisamente, este espirituano aplatanado, uno de los principales abstractivistas de la región, promueve esta muestra de sus pupilos en la pequeña salita Mateo Torriente de la UNEAC, titulada Abstraídos -de apertura inminente-, en pos de constatar la supervivencia del relato abstractivista en las nuevas generaciones; en este caso a través de una selección de obras concebidas durante los últimos años en la institución formativa.
No se trata de un muestrario de textos contundentes, colmados de excelsitudes, sino de una licitación de contingencias y posibilidades, cuya voluntad es sentar la voz de que la abstracción se sacude y preexiste en Cienfuegos, que intenta recuperarse y tomar el espacio que merece. En ese rutero avanzan figuras muy jóvenes, al modo de Leonard Santana Rumbaut (Paisaje después de la tormenta), Premio del Salón de Estudiantes 2024; Alex David Medina Machado (Pensamiento crítico), Mención del salón de Estudiantes 2024; Jonathan Liriano Ortega (Índole), uno de los más habituales en las justas de la ciudad; y las talentosas féminas Claudia María Estupiñán (Abstraída en tiempo de desayuno) y Ana Beatriz Ferreiro (Trazos subversivos). Groso modo, una generación entusiasmada por el descubrimiento y la prestancia ensayística de este género, abstraída por sus entibos y prácticas, inmersa en la dimensión estética del acto contemplativo, emancipada desde una perspectiva compositiva, con la voluntad de revelar el espíritu interior de una realidad posible, la esencia del todo.
Abstraídos tiene un sentido diagnosticador en su puesta curatorial, nos permite confirmar que “todos los estados son abstracciones” (Frank Herbert) y que la abstracción es vital para todos los artistas, pues los libera de los cercos de la naturaleza. A fin de cuentas, como diría el cineasta danés Carl Theodor Dreyer “Existe un mundo más allá del naturalismo apagado y tedioso, el mundo de la imaginación”.
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