24 de Febrero de 1895: otra vez en el camino hacia la libertad

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Cuentan los historiadores que el domingo 24 de febrero de 1895 había sido designado un día de festividades. Sin embargo, bien distinto sería el curso de esa jornada para muchos patriotas en Cuba. En el municipio de Jiguaní, en la actual provincia de Granma, el capitán Saturnino Lora reunió en la hacienda Las Veguitas a todos los conspiradores por la libertad de la isla. Desde allí partió con 400 hombres, unos armados con escopetas, otros con machetes.

Al llegar al poblado de Baire, hizo un alto en la plaza.En el céntrico lugar, explicó a los presentes que había llegado el momento de ser libres e independientes y los exhortó a lanzarse a la guerra. Su pronunciamiento devino declaración pública de la ruptura del Pacto del Zanjón. Y para demostrar la decisión delos cubanos de luchar por su emancipación, disparó su revolver y acompañó a la detonación con el grito de ¡Viva Cuba Libre!, ¡Independencia o Muerte!

De esa manera, la fecha quedó recogida en la historia nacional como el “Grito de Baire”. Pero Lora no había sido el único ni el primero en actuar aquel día. En 35 puntos de la isla, se produjeron levantamientos simultáneos, actos que serían la consumación del plan fraguado por José Martí y Juan Gualberto Gómez para el alzamiento.

CONDICIONES PARA UN NUEVO LEVANTAMIENTO

A inicios de 1895 la situación económica de Cuba era en extremo delicada, dado el alto saldo de la Guerra de los Diez Años. La isla fabricaba el 18 por ciento de la producción mundial de azúcar, pero más del 90 se vendía a los Estados Unidos. Existía una deuda pública de 100 millones de pesos, a cuya amortización se destinaba más del 40 por ciento del presupuesto. Una cifra similar era dedicada a cubrir los gastos de guerra, la marina, la guardia civil y la policía, mientras a la instrucción pública sólo entregaba el 1.34 por ciento.

La mayoría de los habitantes eran analfabetos y en 1894 solamente el 10 por ciento de la población escolar recibía enseñanza del Estado. Por si no bastaran todas estas calamidades, los nacidos en la isla carecían de acceso a los empleos públicos o la posibilidad de dedicarse al comercio.

Mientras esto sucedía, José Martí, desde el exilio, se dio a la tarea de fortalecer la unidad de los cubanos para continuar la lucha.Un paso decisivo en la organización de la contienda fue la creación, el 10 de abril 1892, del Partido Revolucionario Cubano, el instrumento para preparar lo que el Maestro calificó como Guerra Necesaria.

Pero Martí comprendió que la emigración sola no podía imponer la lucha armada. Por eso decidió que una vez dadas las condiciones en el país y el pueblo se mostrara dispuesto a combatir, enviarían la orientación oportuna y la ayuda en hombres y armas. Luego, los principales jefes desembarcarían para encabezar la insurrección.

Cuando sintió que todos estaban unidos en el empeño común de liberar a la nación, entendió había llegado el momento de hacerlo realidad. Así, en carta a Rodolfo Menéndezdel 3 de mayo de 1894, afirmó “(….) Se produce hoy en nuestra Patria una situación revolucionaria ya madura, no por capricho de nuestro deseo ni pujo intenso de la emigración, sino por la confianza, aunque justa, por mí mismo inesperada, de la gente activa y virtuosa del país en la obra desinteresada y ordenadora de la emigración, y por las persecuciones ya apenas encubiertas del gobierno que amenazan, si no se lo estorba a tiempo, mermar o desmigajar en el país las fuerzas de la revolución (….)”.

Por desventura, el proceso organizativo, conocido como Plan de Fernandina, fracasó y Martí se vio obligado a imprimir nuevos derroteros preparativos al proyecto. No se podía perder un minuto en los arreglos del levantamiento, dado el entusiasmo de la emigración y las circunstancias, cada vez más peligrosas, en que se encontraban los conspiradores en la Isla.

Reunido con el comandante Enrique Collazo, en representación de los mambises cubanos, y con José María Rodríguez, delegado de Gómez, acordaron la orden de alzamiento el 29 de enero de 1895, la que autorizó éste para la segunda quincena de febrero.

OTRA VEZ AL CAMPO INSURRECTO
El 24 de febrero de 1895, marcó el reinicio de las gestas independentistas en Cuba.

La fecha escogida para continuar la nueva etapa de la guerra necesaria fue la del día 24, y tal como lo habían aconsejado Martí y Gómez, comenzó por varios puntos de Oriente y Matanzas. Camagüey y Las Villas quedaron comprometidas para secundarlas cuanto antes. Una vez más la revolución anticolonial se hacía presente en la manigua insular.

Sin embargo, muy diferente a como había sido organizado transcurrió el día del levantamiento, con variaciones sustanciales en cada región comprometida. En ausencia de las expediciones previstas, era fundamental la simultaneidad de las insurrecciones, pero este factor fracasó.

La Habana, provincia de gran importancia en los preparativos revolucionarios, debía contar con Julio Sanguily como cabeza del alzamiento. Pero el patriota, por falta de previsión, fue sorprendido en su casa por los españoles y hecho prisionero. Sólo se incorporó a la guerra en mayo de 1898.

Por otra parte, el grupo capitaneado por Martín Marrero, alzado en La Yuca, Jagüey Grande; y Joaquín Pedroso, levantado en Aguada de Pasajeros, en la región de Cienfuegos, a pesar de sus nobles intenciones no consiguieron que la llama revolucionaria se estabilizara en la región.

Desprovista de una figura central de arraigo provincial, que estableciera los contactos necesarios y los unificara, Las Villas no tuvo un destaque especial el 24 de febrero. Francisco Carrillo, muy popular en su natal Remedios, confundido al ver que su amigo y jefe Máximo Gómez no encabezaba la contienda, rehusó alzarse y cayó prisionero. Fue posteriormente liberado y se incorporó a la lucha.

Tal como afirman los historiadores, la gesta fue una realidad palpable gracias a la provincia oriental. Allí, múltiples grupos se dieron cita para iniciar el movimiento nacional liberador. Guillermo Moncada, en La Lombriz y Bartolomé Masó, en Bayamo, se pronunciaron en armas. También lo hizo Quintín Banderas, en San Luis; Alfonso Goulet, en El Cobre; así como Enrique Tudela en Hatibonico y otros revolucionarios en Holguín.

Los dirigentes principales fueron exponentes de las aspiraciones de los sectores populares de donde procedían. El pensamiento revolucionario cubano había entrado en una fase superior, más radical, que se expresaba en el deseo de crear una república democrática para todos, y en un profundo sentimiento latinoamericanista y antimperialista.

Con el alzamiento del 24 de febrero, se vivificaban los ideales independentistas de los cubanos. Esta fecha marcó un nuevo período del proceso histórico de emancipación iniciado el 10 de octubre de 1868.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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