Vladimir Rodríguez: el encanto de la perspicacia

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El 25 de febrero seremos testigos de ese suceso que es la Bienal de La Habana 2025. A diferencia de otras justas sucedidas en Cienfuegos, la muestra grupal La simplicidad: numen y elección propone un texto multidisciplinario donde se gestiona el minimalismo en el arte, un acto de desprendimiento de lo complejo y sofisticado. De facto, se abandona aquella filosofía de los “efectismos” y los grandes formatos para optar por la transparencia como instrumento y la expresión de la voz colectiva en tanto acto de democracia.  A fin de cuentas, la simplicidad es el vientre de la vanguardia, el camino más vigoroso hacia el ensayo.

En ese andar de esencialismos y significaciones intensas se eleva Vladimir Rodríguez Sánchez (Perico, Matanzas, 26 de enero de 1971), uno de nuestros más prolíferos escultores, quien también ha incursionado en el dibujo (no podía acontecer de otro modo, tratándose de un arquitecto de formación), el grabado, la instalación, cerámica, performance, muralística, ilustración… Claramente, un artista sistémico, si bien se le recordará como un instalacionista domeñado por la postmodernidad, especialmente cultor de imaginarios y formatos emancipados.

Desde esa anchura, con una obra próxima en sus señales al aplatanado cienfueguero José Vilalta de Saavedra, el vigoroso Mateo Torriente (otro icono de la simplicidad), Javier Balmaceda y al insospechado William Pérez, ha logrado no pocos impactos dentro de la isla. Entre los más notorios, el lauro principal del Premio del VII Salón Nacional de Premiados de 2001, que le abrió rutas para otras sorprendentes muestras personales, al modo de Empaque 11 (Galería de Luz y Oficios, La Habana, Cuba, 2006) y Bestiario Particular (Casa del Benemérito de Las Américas, Benito Juárez, La Habana, Cuba, 2011), sus muestras más consistentes.

La serie de Mutantes signa un antes y después en su carrera.

Rodríguez Sánchez es un artista mediático, por lo que no abundan las sorpresas en cualquier esfuerzo por enjuiciar una vasta obra que se inicia hacia 1988, descontando las señas en su infancia, donde fuera colaborado por su madre y los abuelos, estribos de sus conquistas en momentos difíciles. Los estudios de arquitectura (1989-1994) le proveyeron de técnicas y recursos expresivos (el dominio del diseño, la perspectiva, proporción, del espacio e incluso de las atmósferas), toda vez que esta disciplina se emplaza en el ambiente físico que envuelve a los seres humanos.

Claramente, se trata de un artífice de atmósferas (esta regularidad salva algunos quiebres curatoriales y aquellos entornos, las complejidades estructurales, polisemia y la seducción de las piezas nos hacen dejar de lado algunas fragilidades de la puesta), que igual posee una imaginario futurista y reservorio de temas muy apegados a las simientes culturales, antropológicas, mitológicas. Esos aliviaderos le permiten recrear sentidos que combinan el presente y el pasado con la voluntad de profetizar el futuro a través de los relatos visuales, aunque en términos más simbólicos que ostensibles.

Nada tan profético como la poesía. Estamos convencidos que Vladimir es un poeta de la visualidad, no solo por los modos de sus representaciones (deudoras de la disciplina arqueológica y ciertos géneros cinematográficos), sino también por las significancias, los contenidos hojaldrados que nos obligan a repasar sus propias lecturas o visionajes (salvando las distancias, no puedo dejar de asociar la condición literaria de Julio Verne, cuya adicción por la lectura de textos geográficos, médicos, históricos, tecnológicos, etc., le permitió consumar fabulaciones que entremezclan la aventura y  el pronóstico científico). El matancero es un insaciable devorador de documentales, de estudios sobre historia, simbología y mitología. Esa adhesión ha nivelado un tipo de discurso poliédrico, en el que el ejercicio intelectual es la clave para desmontar los diferentes niveles dialógicos, cuyos referentes permiten el entendimiento y la retroalimentación (Círculo hermenéutico). No obstante, en un nivel de primariedad, sus entelequias son tan inspiradoras (en su hechura estética y fabulatoria) que logran el asentimiento sin que los públicos transiten necesariamente por las instancias de lectura o interpretación.

El suyo es un arte enunciado desde la inteligencia (tan subestimada, en favor de lo sensorial y las emociones ligeras), cuya espesura conceptual sospecho resistirá los tiempos, a fuerza de su universalismo y el modo agudo con que descifra la realidad.

La inserción de Rodríguez en la XV Bienal de La Habana en Cienfuegos sucede con Pencil No 2, una obra que nace durante la gestación de la serie All You Need is Love. Pencil… se sustenta en la experiencia y reposición de ideas en torno a la cualidad polisemista del objeto, recreando una realidad posible desde cierta perspectiva universal, al tiempo que se impele la autoconciencia de la humanidad que somos (o seremos) y argumenta la realidad latente desde basamentos culturales modélicos. Devela en el propio intitulado una época colmada de beligerancias y tensiones donde el amor y el odio, la cultura y la guerra están en franca oposición. Estos objetos “cotidianos”, acaso descontextualizados, se elevan con toda la capacidad de síntesis que es posible para no traicionar la profundidad de los contenidos, eminentemente asociados a la urgencia de paz y amor, en pos de la más grande de las utopías: la felicidad.

Este proyecto de instalación escultórica acude a una simbiosis entre la figura de una aeronave (dron) de estirpe militar (Vehículos de Aéreos de Combates No Tripulados) y el lápiz (instrumento de escritura y dibujo de naturaleza civilizatoria). En estos valores contrapuntantes se induce la polisemia de esta fábula pacifista, que acude a la imaginería y el humor para erigirse con un sentido conceptual y abierto.

Vladimir se desvía un tanto de su reservorio habitual para conectarnos con ansiedades más latentes e inmediatas. Lo hace con clase y compromiso, imaginación y apostura. Lléguese el próximo martes 25 hasta el Taller de los Artistas (La Mar, próximo a la Aduana), a la 1 y 30 de la tarde. Vista hace fe.

Detalles de la obra en proceso Pencil No 2 (2025).

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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