Rafelito, el joven rebelde de Cruces

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Harán, este 24 de diciembre, 65 años de la liberación de Cruces por las tropas rebeldes. Tras aquel histórico día, para los habitantes del Pueblo de los Molinos todo sería diferente. Víspera de Navidad, hasta las familias más humildes reservaban una modesta comidita para la tradicional Noche Buena.

“En busca de algunas viandas y hortalizas por encargo de mi padre estaba cuando la tranquilidad pueblerina fue interrumpida por vehículos de la guardia rural y la policía de Batista, de un lado para otro. Algo inusual pasaba para que los uniformados se comportaran de esa forma”, rememora el entonces adolescente de 14 años, Rafael Pérez Perdomo.

Recuerda Rafelito, como cariñosamente lo llaman los amigos y conocidos, que muy pronto corrió la voz de que los soldados marchaban para el puesto o acantonamiento del Ejército en La Esperanza, a unos 30 kilometros del lugar.

“Ya el pueblo se había conglomerado por el Prado crucense, cuenta, cuando veo a varios revolucionarios, armados de escopetas, con Carlito Mederos al frente, quien se viró para mi papá y le dijo: ‘Sumarquero, los guardias huyeron y vamos a ocupar el cuartel por si intentan regresar. De un momento a otro deben entrar las tropas del comandante guerrillero Víctor Bordon, como efectivamente, poco después lo hizo el capitán Julio Martínez.

“Todo fue muy rápido. De pronto me veo en medio del grupo y a mi padre advirtiendo que tuviera mucho cuidado. Ya otros pobladores se habían adelantado y Carlito tuvo que imponer el orden. Mi misión era revisar los locales y la curiosidad me llevó hasta el calabozo, y allí encontré un revólver que, por supuesto, tuve que entregar”.

La rápida visita a la mazmorra de la tiranía, según Pérez Perdomo, le avivó la memoria e imaginó que muy bien hubiera podido estar encerrado allí, aun siendo un niño, si la suerte no lo hubiera acompañado cuando llevaba en el fondo de su lata de maní un paquete de bonos del 26 de Julio que debía entregar a cierta persona del Partido Socialista Popular (PSP), por encargo de su hermano mayor Carlos Antonio, militante de una cédula clandestina.

“Ese día por la noche salí como de costumbre a vender mis cucuruchos y al llegar al parque Martí todos los alrededores estaban oscuros. Alquien lanzó una piedra a un establecimiento, como acción de sabotaje pienso yo, y un cabo de la policía que estaba por allí sacó el arma y disparó al aire.

“Yo quedé petrificado. En eso llegó uno de los Mirabales, una especie de paramilitares, a los que apodaban los Vaqueritos, y al verme en el lugar, con la prepotencia que los caracterizaba, me espetó: ‘Y tú, ¿qué haces aquí?’. Ya lo ve, vendiendo maní, le respondí ‘¿Qué maní, ni ocho cuartos?’. Me empujó con violencia y todo el contenido de la lata quedó disperso por la acera, menos los bonos hechos rollitos. ’Anda y piérdete pronto’, me ordenó el sicario.Y tuve tan buena suerte que hasta el agente policial me ayudó a recoger los conitos y todo”.

Tras el triunfo de la Revolución fueron varios los acontecimientos en la vida de Rafael Perdomo que sirvieron para enriquecer la hoja de servicio a la Patria. A principios de la década de los años 60 vistió el uniforme de las Milicias para participar en la denominada Limpia del Escambray como parte de la Lucha Contra Bandidos, cuando antiguos militares batistianos y otros desafectos, abrieron un frente contrarrevolucionario en el macizo montañoso.

La dirección del PSP en el municipio le pidió ingresar en el Ejército Central, en proceso de constitución en aquellos momentos, bajo el mando del comandante Juan Almeida Bosque. El 4 de abril de 1961, día de la fundación, integraba el joven crucense la 4ta. División e iniciaba así su desempeño como político en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

“Luego de desmovilizado, con el grado de capitán de la Reserva, comienzo mi trabajo profesional en el Partido. Entre tantas tareas cumplidas en esa organización hubo una que tuvo particular significación para mí, fue cuando el compañero Humberto Miguel Fernández, primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en la Región Cienfuegos por entonces, me resposabilizó, políticamente hablando,  para atender las acciones constructivas y otras demandas populares orientadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro en el poblado de Potrerillo”, recuerda.

Mas, no sería esta la única encomienda planteada por la máxima dirección política de Cienfuegos. “Otra vez nos citaron a un grupo de funcionarios y dirigentes partidistas, explica, y el propio Humberto Miguel nos habla del cumplimiento de una misión militar internacionalista en la República Popular de Angola. En enero de 1976 ya estaba en tierras africanas. En Chitemo (Bie), permanecí por un año, como instructor político de una compañía de infantería”.

Como trabajador profesional del Partido estuvo Pérez Perdomo hasta 1986 en que pasó a desempeñarse como divulgador en la Delegación Provincial de la Agricultura, función que lo vinculó a los medios de prensa del territorio. Tras la jubilación, en 2003, sigue vinculado como activista a las tareas del PCC.

“La Revolución me hizo hombre y ser humano; luego, como no iba a estar comprometido con ella y poder retribuirla con mi modesto aporte de militante comunista, condición de la cual me siento muy orgulloso”, reconoce.

 

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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