Pero se lo perdonamos…
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El joven Pablo Guerra, escritor de relatos cortos, microcuentos, cuentos breves, hiperbreves o minicuentos, como quiera que se denomine al extenuante oficio de ajustarse a pocas líneas para escribir una historia… nos ha engañado. Prometió desde el título de su libro La sencillez de la felicidad (Mecenas, 2024), hablarnos de cosas sencillas y felices.
En cambio nos contó las historias de un hombre que no puede despertar; otro cuyo destino era morir ahogado; un superhéroe que viaja en vano a la luna y al sol en búsqueda de un sentido; Adán y Eva expulsados de su empleo con oficinistas; deseos no correspondidos, matrimonios rotos… Sí, es cierto que también nos relató sobre la sorprendente inocencia de algunos niños, de la belleza proporcionada por una infancia feliz, el gesto reconciliatorio de un padre, y del incómodo sinsentido de vivir sin amor (y de cuánto es necesario rebelarse contra ello); de la importancia del éxito y la autoestima… Pero la balanza se inclina hacia el dolor, a veces agudo e insondable: “El dolor fue cesando, aunque tenía la certeza de no tener nada con qué sentirlo”. “Perdí los amigos y, de tan solo que me hallaba, temí haber perdido la soledad. Olvidé recordar.”
Sin embargo, sabe Pablo equilibrar tales desasosiegos mediante el juego con las palabras y los fotogramas de amable eficacia: las arañas atrapan al tiempo en su tela polvorienta; o la madre, plumero en mano como una espada, enfrenta “a aquellos demonios alados que venían a picotear hasta en las tapas aún calientes de las ollas de comida. ¡Ojalá se quemen las patas y el pico, ojalá que se indigesten!, les gritaba en su veloz retirada”.
Es cierto que todo está narrado en estilo indirecto, casi siempre con un narrador en primera persona, pero las imágenes son el resultado de un escritor que piensa cinematográficamente. De hecho, tal sospecha como lector es confesada por uno de los personajes: “…ni siquiera escribir todas las ideas que me venían a la mente como fotogramas de una película que, de filmarse, debía ser en blanco y negro salvo el desnudo color de la madera y las plumas del gallo”.
Veintiséis minicuentos donde la mayor parte de los conflictos se mueven entre el lirismo, la fantasía y la dureza de estos tiempos. Las pinceladas con las que se describen algunas escenas, halagan la imaginación y el buen decir, habilidad de un narrador que sabe paladear los varios sentidos de las frases.
Sin embargo, hay que confesar, los cuentos se desenvuelven en ríos dramáticos que desembocan en el laceramiento, en la ineludible desilusión de la tragedia.
Sí, nos ha engañado Pablo Guerra al anunciarnos la sencillez de la felicidad, pero sus breves narraciones han sido tan poética y bellamente escritas, que nos sentimos cómplices y se lo perdonamos.
El libro está disponible en:
https://ruthtienda.com/inicio/1746-la-sencillez-de-la-felicidad.html
Puede adquirir otros libros de Ediciones Mecenas en:
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