Opinión: Tiempos de tormenta
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Desde el 20 de enero pasado, fecha del cambio de gobierno en Estados Unidos, el mundo está viviendo una serie de tormentas desatadas por las salidas de tono, amenazas y ataques del presidente Donald Trump, tanto contra sectores importantes de su población, como a países supuestamente amigos suyos.
En el plano interno está llevando a cabo una guerra en contra de los migrantes donde viola todas las reglas legales y humanitarias, incluyendo mandatos judiciales emitidos por jueces a quienes no hace ningún caso, sintiéndose sin duda por encima de las leyes.
Así, por ejemplo, con la complicidad de su homólogo en El Salvador, Nayib Bukele, envió hacia el pequeño país centroamericano a un grupo de migrantes venezolanos que fueron encerrados en una cárcel de alta seguridad sin haber sido juzgados ni condenados por delito alguno.
Por capricho de Trump, estas personas fueron declaradas miembros de un grupo del crimen organizado y tratados como tales, sin ninguna evidencia ni en la potencia norteña, ni en el país-prisión donde fueron recluidos.
Incluso un juez estadounidense prohibió la deportación, que a todas luces es ilegal, pero el frenético huésped de la Casa Blanca no acató el dictamen.
A eso se le suman los millones de personas que perdieron su trabajo, o están a punto de hacerlo, debido al intento del magnate de “adelgazar” al máximo el volumen del Estado, siguiendo la clásica receta neoliberal de eliminar la mayor cantidad posible de puestos en el sector público.
Ya sólo esta medida es muy impopular dentro de esa nación, pero Trump decidió ir más lejos aún y hace pocas horas casi en secreto firmó una orden ejecutiva para anular los gremios y contratos colectivos en las estructuras oficiales, es decir en el gobierno federal.
Se trata del más grande ataque contra las organizaciones laborales públicas después del realizado en los años 80 del siglo pasado por Ronald Reagan.
Por otra parte, el presidente de Estados Unidos declaró que está buscando las alternativas para violar la Constitución de su país y tener un tercer período en el cargo, algo que está explícitamente prohibido desde los años 50.
A estas alturas, no sería extraño que lo lograra hacer, pues ha mostrado una extraña habilidad para violar leyes y mantenerse impune, incluso por delitos graves que le fueron debidamente probados.
Sería interesante, eso sí, ver cómo conseguiría los votos necesarios para reelegirse, porque muchas familias de origen extranjero y un buen número de trabajadores que lo apoyaron, no creo que repitan esa mala idea, o quizás convenza a los demócratas de que también apoyen su candidatura.
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