¿Más años a la vida o más vida a los años?
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A cada rato me acuerdo de Inocencio, un tipo que vivió más de cien años. Tuvo una existencia larga, pero nunca se le vio feliz. Su carácter era difícil: siempre de mal humor, soberbio, buscapleitos, desconfiado y tan celoso en su vida matrimonial, que al llegar a la novena década de existencia, hacía rato que estaba solo. Ni sus hijos lo soportaban.
Casos como el suyo y de otros, me han hecho reflexionar acerca del significado de vivir muchos años. Es cuestionable una existencia larga sin alegrías, incentivo o propósito. Hay quienes centran la existencia en esto de llegar a los tantos y más cuantos años, como si se tratara de una meta.
En ocasiones, por mucho que nos aferremos, aparece de improviso el no esperado episodio que pone fin a nuestro periplo acá. Esto hace pensar en cuáles debieran ser las prioridades del día a día, sobre todo cuando se peinan canas o nada hay que peinar.
¿Cuál será el secreto del buen vivir? ¿Llegar a la senectud? Pudiera ser afirmativa la respuesta si a esa altura se experimenta la satisfacción – cuando se mira hacia el pasado a sabiendas de que en todo momento se hizo lo mejor.
La vida en plenitud no se da del todo por los muchos años de vida, ya que en buena medida poco depende de la voluntad, por mucho esfuerzo que se haga.
Casi siempre centramos nuestra meta en la salud física y no tomamos en consideración la mental, social y espiritual. Ahí es donde fallamos; dejamos de luchar por la vida como realidad sistémica, centrándonos solamente en el estado físico.
Según el McKinsey Health Institute, “la salud física es la capacidad de que un individuo pueda llevar a cabo tareas y actividades de carácter físico en forma competente y sin experimentar malestares significativos. La salud mental es la condición de ser de un individuo en sus aspectos cognitivo, conductual y emocional. La salud social constituye la capacidad de una persona para desarrollar relaciones saludables, enriquecedoras, genuinas y solidarias.
La salud espiritual hace referencia a un sentido de propósito, pertenencia o identidad, y permite a las personas incorporar significado a sus vidas”.
Observar esas cuatro categorías de salud es el camino correcto para que la aspiración a una existencia larga tenga sentido; incluso, que sea viable con un mayor número de probabilidades.
La calidad de vida no es parte, necesariamente, del confort material ni de los recursos al alcance. Lo anterior forma parte del todo, aunque lo más importante consiste en mantener la perspectiva optimista y emprendedora de proyectos, con la certeza de que siempre queda algo bueno por suceder y que somos en parte hacedores de ese bien.
Vale poner luz larga hacia una vida digna en vez de larga. Y si la longevidad diera el sí, sea bienvenida sin euforia ni incertidumbres. Al fin y al cabo, la descubriremos después que llegue o pase.
Optar por una calidad de vida que propicie el disfrute de amaneceres y crepúsculos, sonrisas infantiles, amistades colmadas de sinceridad, caracteres hermosos y paisajes sencillos. Abogar por la vida plena del día a día, placeres sanos, amor intenso y gratitud.
En el mundo hay “viejos jóvenes y jóvenes viejos”. Lo son, según el caso, quienes en su momento reconozcan por igual posibilidades y límites; aspiran y trabajan por más sin esperar demasiado, y hacen caso omiso lo mismo a quimeras luminosas que a fantasmas aterradores.
Hagámoslo para que haya muchos años de vida; también mucha vida para los años.
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