Los hermanos Rodríguez y la Exposición de Filadelfia de 1876

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Bajo la lumbre del padre se adiestraron en el oficio; les apoyaron durante la construcción de la nueva casa de baños de la ciudad, propiedad de Francisco Baldarrián (1860). Difícilmente hubiesen tomado otra ruta estos hábiles carpinteros. El 21 de abril de 1876, en sesión celebrada por la Junta de la Agricultura, Industria y Comercio, el Consistorio aprueba la decisión de suministrar a Antonio Matías Gregorio (23 de diciembre de 1831) y José Desiderio (20 de mayo de 1836) Rodríguez, hijos del alarife José Antonio Rodríguez y hermanos de Clotilde del Carmen Rodríguez, la suma requerida el 7 de abril para llevar a la exposición de Filadelfia un objeto de arte. ¿Qué estimula la participación de los sureños en esta justa internacional? ¿Por qué España insiste en que los artesanos sureños asistan con sus productos a la célebre feria?

En 1875 la capital del estado de Pennsylvania, donde fuera lanzada la primera constitución escrita del mundo y firmado la Declaración de los Derechos del Hombre, decide homenajear el centenario de la independencia y constitución de los Estados Unidos a fines de 1876, abriendo las puertas a todas las naciones del planeta para mostrar su industria, tecnología, agricultura y arte. Ese mismo año, mueven todas las fuerzas en pos de garantizar la mayor suscripción posible. Empero, detrás del proyecto subyace una solapada finalidad: la de mostrar el poderío de los EUA luego de su emancipación. Algunas de las invenciones presentadas fueron: el teléfono de Alexander Graham Bell; la famosa salsa de tomate Heinz, posteriormente conocida como kétchup; un aparato de soda water, un bar, la oficina de correos con la encomienda de despachar la correspondencia de la exposición y hasta una máquina de votaciones, como emblema de la habitualidad entre la tecnología y la democracia.

El 12 de abril de 1875 se erige una Real Orden para facilitar y promover la concurrencia de Cuba y Puerto Rico en la Exposición Universal de Filadelfia; así como la comisión general que asumirá las estrategias para lograr la presencia exitosa de España y sus colonias de ultramar. A todas luces, se trata de oxigenar la imagen de una maltrecha realidad colonial:

Es necesario que se vea por todos los pueblos que en este internacional certamen tomen parte, que España es todavía una de las primeras potencias coloniales del mundo, y que aún cuando no carezca de defectos, debido en gran parte a conflictos exteriores é interiores que desde principios de siglo la afligen, no debe ser tan malo su régimen colonial, que ha hecho de sus dos Antillas países ricos, hasta que la envidia y la gratitud turbó la paz de la mayor de ellas. En demostrar su gran producción, aún en la actualidad, a pesar de la insurrección de Cuba, llevando la Exposición de Filadelfia lo que nuestras provincias de ultramar encierran en su fecundo seno, está altamente interesado nuestro orgullo nacional”.1

La Ilustración Española y Americana (Año XIX No. XLVIII, Madrid, 30 de diciembre de 1873, p. 410), en voz del cronista Carlos Frontaura, informa que el evento es la preocupación vigente de los Estados Unidos, y que por su socializada concepción supera a la de París; asimismo, replica la noticia de que el músico alemán Richard Wagner y el compositor y violonchelista judeo-alemán Jacques Offenbach, han sido incluidos en el programa artístico de la feria.

Otro Real Decreto se emite el 31 de diciembre de 1875, enviado por el ministro de ultramar Adelardo López de Ayala, cuyo Artículo I garantiza la creación de la comisión especial que se formará en Filadelfia con la misión de instalar los objetos enviados a la muestra por las provincias de ultramar, mientras que el Artículo IV decreta que los gastos de la comisión se tomarán de los presupuestos para la aludida justa y los donativos de las corporaciones municipales y provinciales de la Isla. En esa misma fecha, López de Ayala expresa en una misiva al monarca que: “[…] España, fiel á sus tradiciones eminentemente civilizadoras, debe recoger en Filadelfia esos precisos materiales por todas las provincias ultramarinas”.

Esta última disposición fue aprovechada por los Rodríguez para recabar algún socorro de la gubernatura sureña y mostrar su mesa capitolina (que consuman durante dos años) en este fórum internacional. El objeto había sido concebido con cien maderas de diferentes colores (todas naturales del país), con 70 mil piezas incrustadas magistralmente, formando arabescos, y en el centro el plano de Cienfuegos. La petición consistía en 325 pesos para completar los 500 que debían solventar los miembros de las corporaciones; pero, al no ponerse de acuerdo para el subsidio, se concierta que la Junta tome la suscripción como estime pertinente. Afortunadamente, el Consejo de Agricultura, Industria y Comercio, alcanza a reunir la suma urgida, favoreciendo la primera, participación de artesanos sureños en un evento internacional.

Es curioso que, descendiendo de una familia de patriotas, Antonio Matías y José Desiderio se insertasen en esta aventura españolizante, cuya Comisaría Regia fue presidida en Filadelfia por Enrique de Aravante. Tal vez la sed de reconocimiento, pensando en los beneficios que el suceso pudiera ocasionar a sus carreras como artesanos, les arrastra hasta aquella ciudad junto a la delegación hispana y caribeña.

La Exposición Universal de Filadelfia sobreviene desde el día 10 de mayo al 10 de noviembre de 1876, en Fairmont Park, a lo largo del afluente Schuylkill. El recinto ferial había sido concebido por el ensalzado Hermann Schwarzmann. En esta concursaron 35 naciones, y asistieron cerca de 10 millones de espectadores. Su sede, la edificación más grande de la época, fue diseñada por el arquitecto Henry Pettit, y levantada por el ingeniero Joseph M. Wilson. Las muestras se organizaron en una cuadrícula; la de los Estados Unidos fue dispuesta en el centro del edificio y las extranjeras alrededor del epicentro. En el inmueble principal se pudo disfrutar de los ramos de la minería, la fabricación, metalurgia, educación y de la ciencia; mientras tanto, en el lado norte, se establece la galería de arte, y al oeste se exhiben las secciones de la maquinaria y agricultura.

La University of Wisconsin-Digital Library for the Decorative Arts and Material Culture, atesora tres volúmenes ilustrados sobre esta exposición, en la que destacan varias aportaciones cubanas, como el sistema de raíles y vagones para aplicar en la tracción de la caña en los ingenios, presentado por Mario Campos; la muestra de la Inspección General de Telégrafos de La Habana, los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, y el Ron Bacardí, estas últimas premiadas con Medalla de Oro.

La participación de la Isla fue, sin dudas, significativa, teniendo en cuenta que asistieron 95 expositores: 66 habaneros, nueve santiagueros, tres matanceros, el dúo de Cienfuegos y los restantes en representación de otras regiones de Cuba. Asimismo, se alcanzaron 47 premios: 38 correspondientes a la capital; tres a Santiago de Cuba y dos a Matanzas, a la par que Gibara y Cienfuegos consiguieron un galardón respectivo. Rousseau y Díaz de Villegas, igual, constatan que la obra, “de mucho mérito”, presentada por los cienfuegueros, recibió el premio por sus valores artísticos en la exitosa exposición.

1Díaz Romero, Pedro (1875).Secretaría, Misiva del Presidente de la Comisión General para la Exposición Universal de Filadelfia al Señor Gobernador General de las Isla de Puerto Rico, Puerto Rico, 1 de junio.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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