La “carta” del Gabo

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En menos de un año va a cumplirse una década de la muerte del Gabo, también conocido como Gabriel García Márquez. Quien, entre el patronímico principal y los apellidos comunes que terminaron siendo ilustres, calzaba también los apelativos de José de la Concepción.

En ocasión de los 10 años sin el hijo de Aracataca que puso a la aldea colombiana en el mapa de la literatura universal, saldrá de imprenta “En agosto nos vemos”, una controvertida obra póstuma que reemplazará a “Memorias de mis putas tristes”, como el último libro del Premio Nobel de 1982.

Pero estas líneas no van de ensayo biográfico, ni mucho menos de crítica literaria, sino de otras líneas que alguien atribuyó a la pluma de uno de los padres del Boom, cuando el tiempo, el implacable, cumplía a cabalidad con su tarea de los ciclos cumplidos.

El caso es que un jueves si y un miércoles también, la famosísima carta de despedida del escritor, se nos cuela en el muro de Facebook como si quien la cuelga en la pared que nos prestó Mark Elliot Zuckerberg hubiera acabado de descubrir el último códice de papiro egipcio. Y siente la necesidad compartirlo con el más sano de los orgullos.

Y así el entusiasta agrega otro eslabón a la cadena del sinsentido, que el propio Gabo se encargó de cortar por lo sano, cuando aún a su privilegiada mente le asistía la capacidad del discernimiento.

“Señores, yo quiero decirles que estoy vivo y que lo único que me podría matar es que digan que yo escribí algo tan cursi”, le dijo el narrador a periodistas convocados por él mismo a una rueda de prensa a los efectos de desfacer el entuerto. Pero ello sucedió en 1999 cuando en un hospital de Los Ángeles el escritor estaba en la fase de control de un cáncer linfático. Pero la cartica venía dando tumbos al menos desde mediados de los 90, cuando todavía Internet estaba en pañales y las redes como las conocemos hoy eran un embrión en los laboratorios más avanzados de Silicon Valley.

El “poema” atribuido a quien no lo había escrito circulaba a mares por las venas de los emails en modo Power Point, y con música New Age de aderezo auditivo.

Como sucede con las muy contemporáneas fake news, los desmentidos suelen ser aguas que no mueven los molinos de la creencia popular. “Lo leí en Facebook”, dice cualquiera acabadito de enterarse que la Tierra es más plana que la tabla de una mesa.

Quien hubiera leído con detenimiento las primeras 14 palabras de las 518 que componían el fraude: “Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo”, hubiera descubierto el gato comprado en lugar de la liebre. Sencillamente, el hombre era ateo.

La verdadera historia es que “La marioneta”, así se intitula el escrito de marras fue obra del ventrílocuo mexicano Johnny Welch, una redacción especial para su muñeco de trapo, Don Mofles.

Lo cierto es que el más universal de los colombianos y el histrión terminaron por encontrarse en la Ciudad de México y cuentan que se produjo un jacarandoso diálogo entre el inventor de Macondo… y el títere.

Dicen también que de aquella plática a García Márquez le nació la chispa para escribir sus memorias, Vivir para contarla.

Más allá de la historia más o menos jocosa, lo importante es la enseñanza que deja es la necesidad de estar con los ojos muy abiertos ante los obsequios que nos dejan los dadivosos algoritmos de míster Google y compañía. Para no volvernos caja de resonancia de tanto disparate enmallao en la red.

Ah, porque, aunque lleve consigo el sello de antológica, la “carta” del Gabo no es el único espécimen famoso en cuestiones apócrifas. Las hay hasta por partida doble.

Lean lo que le atribuyen a cada rato las mañosas redes a otro supuesto Nobel, el oncólogo brasileño Drauzio Varella: “En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para que sirven”.

Lo malo es que ningún brasileño ha ganado el Nobel en Fisiología o Medicina, al menos de 1901 a esta parte. Y peor la sentencia del propio doctor Varella: “Jamás diría algo tan grosero, ni tan siquiera en una taberna”.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

Un Comentario en “La “carta” del Gabo

  • el 23 julio, 2023 a las 10:26 am
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    Excelente el desmentido a mido de crónica. Anímate Pancho, y escribe sobre apócrifas frases que le atribuyen a Miguel De Cervantes y las ponen en boca de Sancho y El Quijote. Buen material de lectura

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