La agonía del verso: nuevas maneras de tentar el arte

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A punto de extinguirse 2024, varios estudiantes de la Academia de Artes Plásticas de la Escuela de las Artes Benny Moré comparten su más reciente exposición colectiva, La agonía del verso, en la pequeña galería Sigüaraya de la Dirección Provincial de Cultura de Cienfuegos. Esta es la última de las muestras producidas para cerrar un periplo de arduidades y deseos, en el que se emplazan proyectos del segundo, tercer y cuarto años de la carrera. Al tiempo se redime el espacio, ahora a disposición de los creadores de la región. Claramente, se trata de una alegoría sobre nuestro complejo escenario a través de códigos informalistas, conceptuales o con alto nivel de iconicidad y significancia, si bien predominan los textos abstractivistas que, aunque insisten en los cotejos de la materia expresiva del arte, tropiezan ciertas narrativas y ponderan miradas críticas sobre esa realidad. Lograr la armonía, el ritmo y equilibrio de un versículo es tan provocador como estabilizar o articular el universo donde sobrevivimos. La poesía es un equivalente (en tanto metáfora) de las realidades y toma su propio cause visual en los ruteros de la composición, el color, las formas instintivas o racionales. La agonía es el origen de toda imaginación, el carburante del acto fabulador.

Alex David Machado junto a su instalación Caja negra./Foto: Del autor

Los estilos y poéticas se manifiestan (si bien tímidamente)  en las obras de estos nueve artífices, prestos a vigorizar su sello personal, a superar aquella condición académica y enfrentarse a los públicos más exigentes. Entre las féminas destacan Loraine Morejón Hernández (Reflejos), una de las pupilas más laboriosas y sensibles, que en los últimos tiempos explora los reservorios autorreferenciales y algunas patologías que signan a sus seres queridos. En este caso ha elegido la fotografía como disciplina, toda vez que le permite sustentar un relato sobre la vejez sin desprenderse del referente. Igual, Lorena Roque Prieto (Precio del marfil), probablemente la más arriesgada de su grupo generacional, acude esta vez a la xilografía para compartir ciertas pautas cuestionadoras en torno al mercantilismo y sacrificio animal, tornándose una voz para la defensa del entorno ambiental. Su técnica es precisa y atrapa por el minimalismo del relato. Del mismo modo, Jessica del Sol Araña (Lo que son las sombras), incursionando en la abstracción y el pastel graso sobre kraft, Azul González Rivera (Desplome), constatando sus potencialidades como dibujante, Laura Climent Mengana (Por un día y Más allá) y Kareen Jessica Fernández Bisquet (Serie ¿Y la muerte es bella?), seducidas por la poupée y el grabado, respectivamente, nos ofrecen los primeros visos de una marca narrativa con personalidad, aunque  todavía por coronar.

En cambio, se percibe una mayor claridad estilística en los chicos: Leonard Santana Rumbaut (Paisajes después de la tormenta), un crecido sistematizador de la abstracción que progresivamente ha logrado desprenderse de su maestro, Raúl Cué Echemendía, aunque debe ganar mayor limpieza en los montajes; Jonathan Liriano Ortega (De la serie Bufones teatrales), quien pudiera lograr un lúcido futuro como grabador y ha conseguido algún ascenso en muy poco tiempo, y Alex David Medina Machado (Caja negra), entre los pocos inmersos en el arte conceptual, la escultura e instalación; uno de los más talentosos y esforzados de los últimos tiempos.

Como hemos sugerido, La Agonía… devela alguna ingenuidad narrativa y enunciatoria en ciertos hacedores; mientras que otros constatan la proximidad a un arte que destaca por la sabiduría en el uso del lenguaje y la agudeza en el abordaje del tema. Resultan alentadoras las fabulaciones abstractivistas (la serie Después de la tormenta, por caso) y aquellos textos visuales seducidos por el contenido de las ideas, al modo de la instalación Caja negra; templadas por los cuestionamientos críticos, al estilo del grabado Precio del marfil; por la sensorialidad y las emociones, a la manera de la fotografía Reflejos; igual, aquellas encausadas a la legitimación de un estilo o modo de hacer en la especialidad que mejor dominan, como se aprecia en los grabados de Liriano Ortega.

Esta muestra colectiva, a disposición de los públicos en la galería Sigüaraya, no solo nos permite tomar el pulso del quehacer de nueve benjamines (aún en proceso de formación) y sus modos de tentar el arte, sino también regocijarnos con expresiones en progreso, que excitan unas veces e inquietan en otras.

La agonía del verso Leonard Santana (izquierda-arriba), Lorena Roque (derecha-arriba), Laura Climent (izquierda-debajo) y Azul González (derecha-debajo)./Foto: Del autor
La agonía del veroso Jonathan Liriano (izquierda-arriba), Loraine Morejón (derecha-arriba), Kareen Fernández (izquierda-debajo) y Alex David Medina (derecha-debajo)./Foto: Del autor

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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