Ginkgo, el Matusalén de la floresta

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Un estudio reciente desarrollado por científicos de la Universidad del Norte de Texas y de la Forestal de Beijing, reveló la causa de la notable longevidad del árbol ginkgo biloba.

Según los resultados publicados en la revista Proceedings of National Academy, el arbusto es capaz de vivir más de mil años y la causa de ese comportamiento radica en que la planta produce sustancias antioxidantes, antimicrobianas y otros compuestos. Es oriundo de China.

Dichos componentes permiten proteger al ginkgo de las enfermedades y eventos medioambientales, como sequías, heladas y el impacto de descargas eléctricas.

Los autores del estudio corroboran además que el tamaño de las hojas, el crecimiento de las ramas, la fotosíntesis y la calidad de las semillas, no se ven afectadas por el paso del tiempo, aun en las edades más avanzadas.

La historia cuenta

Relatan que en la primavera de 1946, a un año del estallido de la bomba de Hiroshima, aproximadamente a un kilómetro de distancia del epicentro de la explosión, un viejo ginkgo destruido y seco empezó a mostrar brotes.  Un templo construido frente al mismo había sido destruido por completo.

Para los habitantes de la derruida ciudad nipona, ese árbol se transformó en símbolo del renacer y ha sido objeto de veneración. De ahí que lo nombren como “portador de esperanza”.

Desde entonces, documentaron y fotografiaron al “ginkgo de la bomba atómica en Hosenbo”, Hiroshima. Después del desastre, la planta despertó la curiosidad de las ciencias médicas de estudiar las propiedades curativas del considerado fósil viviente o Matusalén de la floresta.

Laberinto de su semántica

El ginkgo biloba, referenciado además como árbol de los cuarenta escudos o nogal del Japón, es único en el mundo sin parientes vivos. La especie de la cual hablamos constituye uno de los mejores ejemplos de relicto o fósil viviente conocidos.

El nombre original de este árbol en chino es “albaricoque plateado”. En algunas partes del gigante asiático se conoce actualmente con el nombre de bái guǒ, que significa “fruta blanca”.

El científico alemán Engelbert Kaempfer, fue el primer occidental en ver la especie (en 1690), anotó el nombre de la misma en su Amoenitates exoticae (1712) con la extraña escritura ginkgo en lo que parece un simple error de transcripción. Tomando en consideración su escritura de otras palabras japonesas, una transliteración más precisa habría sido ginkio o ginkjo.

El propio Kaempfer llevó semillas de ginkgo a Holanda y en el jardín botánico de Utrecht se plantó uno de los primeros ejemplares de Europa, que todavía está allí.

La denominación de “árbol de los 40 escudos” se debe al precio que pagó un aficionado parisino a un horticultor inglés por la compra de cinco ginkgos al precio de 40 escudos cada uno.

De las raíces del mundo vegetal

Durante muchos años fue difícil clasificar el ginkgo, hasta que se decidió colocarlo en una división aparte (filo) Ginkgophyta, conformada por un solo orden, Ginkgoales (Engler 1898), y una sola familia clasificada por Engler en 1897, Ginkgoaceae.

<em>La clasificación de la especie fue un verdadero dolor de cabeza para botánicos e investigadores.</em>
La clasificación de la especie fue un verdadero dolor de cabeza para botánicos e investigadores.

La familia Ginkgoaceae está compuesta por dos géneros extintos, Ginkgoites y Baiera (conocidos por sus hojas fosilizadas), y uno vivo, ginkgo, con una única especie: ginkgo biloba.

Se trata de un árbol caducifolio de porte mediano, puede alcanzar 35 metros de altura. Tiene la copa estrecha, algo piramidal y está formada por uno o varios troncos. Sus ramas, rectas y empinadas, son gruesas y rígidas ya en los ejemplares jóvenes, aunque la ramificación en éstos suele ser laxa, e incluso pobre. La corteza es de color pardo grisácea o pardo oscura, con surcos y hendiduras muy marcadas.

Las hojas tornan al color verde claro y son planas, en forma de abanico con nervadura dicotómica. Tienen entre 5-15 centímetros, las nacidas en los brotes largos suelen presentar muescas o lóbulos.

El ginkgo es una especie tan longeva que han localizado algunos ejemplares con más de 2 mil 500 años.

Según las investigaciones, el ginkgo moderno es un fósil vivo, con prehistóricos emparentados a él que datan del Pérmico, hace 270 millones de años.

Está demostrado que se extendieron y diversificaron por toda Laurasia durante el Jurásico medio y el Cretáceo. A partir de entonces comenzaron a escasear. Hacia el Paleoceno, el ginkgo adiantoides era la única especie que quedaba y al final de ese período desapareció de todos los registros, a excepción de una pequeña zona de la China. Allí ha sobrevivido la especie moderna.

¿También longevidad para las personas?
En las hojas en forma de abanico del ginkgo se concentan la mayoría de las propiedades medicinales de la planta.

Como se ha dicho este árbol puede llegar a vivir un milenio. Ancestralmente lo han usado con fines ornamentales. Puede florecer en diferentes climas del mundo.

Crece principalmente en China y Corea; en el sur y el este de Estados Unidos y el sur de Francia. Se le puede encontrar en algunas ciudades de España como Barcelona, Sevilla, Toledo, Santiago de Compostela o Madrid y en ciudades de Uruguay, Argentina y Chile.

Según la farmacopea popular, desde siglos, o quizás milenios, lo han utilizado por sus acciones terapéuticas, especialmente por la medicina tradicional china. La utilidad fundamental está en las hojas, con un extendido empleo en la herbolaria moderna.

De las hojas obtienen un extracto que posee flavonoides que al ingerirse aumentan la circulación sanguínea central y periférica, y como consecuencia se hace más eficiente la irrigación de los tejidos orgánicos.

Tal efecto beneficia al organismo humano, sobre todo a las personas en edad madura y senil. Es estas edades el organismo pierde capacidad para irrigar adecuadamente los tejidos, especialmente del cerebro; aparecen la pérdida de memoria, confusión y/o depresión. El consumo de gingko aminora estos síntomas y hace más eficiente la irrigación en el corazón y las extremidades.

Otros estudios muestran que estos flavonoides tienen función antiagregante, es decir, reducen la tendencia de las plaquetas a aglutinarse, reduciendo así la tendencia a la formación de coágulos en las venas y arterias, lo cual disminuye el riesgo de una trombosis. Por ese mismo desempeño, estas sustancias ayudan en la recuperación de accidentes cerebrovasculares y crisis cardíacas.

Además, el propio compuesto resulta efectivo en neutralizar radicales libres que están implicados en el proceso del envejecimiento, los cuales tienen una función oxigenadora a nivel cerebral, pues aumentan la utilización de la glucosa y la producción del adenosín trifosfato. Estudios más recientes intentan demostrar la eficacia del ginkgo en el tratamiento de la fibrosis pulmonar.

Antiinflamatorio natural, según la ciencia

Sin embargo, además de las propiedades mencionadas, los defensores de la medicina natural y tradicional le atribuyen otros beneficios. Algunos aconsejan su uso para aliviar el dolor y pesadez de piernas, asimismo, reducir el cansancio y los calambres de las extremidades inferiores.

Hay quienes lo recomiendan como tratamiento natural para los zumbidos de oídos y para la pérdida de audición.  El efecto vasodilatador del extracto de las hojas disminuye el dolor menstrual y puede ayudar en el tratamiento de los síntomas de la menopausia.

Estudiosos del tema sustentan también que el ginkgo contiene una serie de componentes que inhiben los efectos de los procesos inflamatorios que desencadenan enfermedades como la alergia o el asma. No obstante sus bondades, no descartamos que existan contraindicaciones en su uso.

Por ejemplo, no debe ingerirse si se consumen medicamentos anticoagulantes. No es recomendable en el caso de embarazadas o en periodo de lactancia. En dosis elevadas, es posible que produzca diarreas, dolores de cabeza y malestar general.

Por tanto, consulte siempre a un profesional y lea cuidadosamente las indicaciones, en caso de usar extracto o pastillas a partir de la planta.

Mucho ojo con la planta

A diferencia de otras muchas plantas, al ginkgo no se le conoce ninguna enfermedad o plaga habitual que afecte de forma negativa su desarrollo o supervivencia. Incluso se cree que ha podido inmunizarse frente a todas ellas.

Necesita una exposición a pleno sol para desarrollarse correctamente. Si te lo propones puedes conseguir que crezca en ubicaciones de semisombra, pero no es lo más recomendable. Ah,  aunque soporta el frío intenso, lo ideal está entre los 10⁰C y los 20⁰C de temperatura.

Puede plantarse en medio del césped (de forma aislada) pero lo habitual es verlo formando masas y decorando las ciudades y los núcleos urbanos. Es capaz de resistir muy bien la contaminación de las grandes poblaciones.

Recuerda, a la hora de plantarlo ten en cuenta el hecho de que los falsos frutos huelen muy mal. No se aconseja una ubicación cerca de las viviendas.

La selección del terreno y los cuidados del ginkgo son importantes para desarrollar un árbol robusto y productivo.

Otro de los factores que va a influir en el desarrollo de este árbol es el riego. Aunque es resistente a las sequías, debe irrigarse con normalidad, fundamentalmente en la época de verano.

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Durante el primer año de plantación necesitará grandes dosis de agua para favorecer el enraizamiento. Luego, regarlo cuando lo crea conveniente o, dicho de otro modo, cuando el sustrato está seco.

En cuanto al terreno en el que se vaya a plantar, soporta los suelos calizos. Son mejores para el árbol los suelos profundos, ricos en materia orgánica y bien drenados. Es oportuno suministrar un fertilizante mineral desde mediados de primavera hasta finales de verano y hacerlo cada 15 días.

Si desea multiplicarlo, puede hacerlo por semillas, esquejes o injertos, aunque lo mejor es utilizar ejemplares ya enraizados, pues de otro modo su crecimiento es muy lento.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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