Germán Valdés, el inolvidable Tin Tan

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Al niño que una vez fui, a veces le ponían pantalones bombaches y  camisa guarapeteada para salir. De contra, le echaban encima casi medio frasco de agua de violeta rusa, de aquella amarilla que traía una etiqueta color verde claro. Todo aquel atavío tenía un código: sus papás lo llevarían al cine.

En 1956 las cintas mexicanas estaban en apogeo; los estrenos se sucedían uno tras otro. Muchas de aquellas películas irritaban los ojos más que un gas lacrimógeno. Otras, al contrario, habían sido producidas por suerte para hacer reír.

El cine azteca dejó nombres memorables en su variante humorística. Entre ellos brillaron el también compositor Joaquín Pardavé, así como Manuel Medel, Sara García, Vitola, Resortes, Clavillazo, Mantequilla y el inolvidable Cantinflas. Hubo otro más que marcó época, me refiero a Tin Tan. Lo encarnó Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo; para no hacerla más difícil: Germán Valdés.

El actor al que me refiero había nacido en 1915 en la capital mexicana, pero creció en el norte, en la chihuahuense Ciudad Juárez. De origen humilde, Germán Genaro se las tuvo que ver como ayudante de sastre, mandadero y barrendero entre otras ocupaciones. La más cercana a lo que llegó a ser después, consistía en pegar etiquetas a discos en una emisora de radio.

Quienes lo conocieron en aquellos años afirmaban que era un tipo a quien se le ocurrían cosas increíbles, como eso de enseñar a un perro suyo a sacar la lengua para mojar las etiquetas que él pegaría en los discos.

Su comienzo artístico fue precisamente en la radio, como imitador de personalidades famosas. Entonces encarnaba un personaje llamado Topillo Tapas. Le fue tan “a todo dar” que hasta tuvo un programa propio que se titulaba “El barco de la ilusión”. Un buen día se enroló con la compañía de Paco Miler y allí todo comenzó a cambiar para él. Aquella decisión le dio dos frutos: haber conocido a Marcelo Chávez, su “carnal”, y ganarse el sobrenombre de Tin Tan.

Aquel personaje del cine cómico usaba pantalones y solapas anchos, y unas hombreras fuera de lo normal. Se complementaba aquello con sus zapatos de dos tonos, un sombrero de ala ancha con una pluma y, claro está, la vis cómica que tenía por naturaleza.

Su debut en el cine data de 1943 cuando dirigido por René Cardona tomó parte en la película “Hotel de verano”. Pasados dos años, fue llamado para el elenco de “El hijo desobediente”. Fue en ese filme donde empezó a desplegar la gracia y el humor que lo caracterizaban. Después actuó en “Con la música por dentro” y “Hay muertos que no hacen ruido” con tal éxito que el director Humberto Gómez Landero volvió a llamarlo en 1947 para protagonizar “Músico, poeta y loco”.

La carrera de Germán Valdés “Tin Tan” fue en ascenso, al extremo de que durante tres décadas su filmografía sumó casi ciento veinte películas. “El rey del barrio”, “El revoltoso”, “Calabacitas tiernas”, “Escuela para suegras” y “No me defiendas, compadre” suman una relación asombrosa.

Vale decir que fue dado a las parodias. Varias películas que protagonizó tienen títulos de historias clásicas de la literatura, como “Simbad el mareado”, “El bello durmiente” y “Los tres mosqueteros y medio”.

Además de su virtud como actor poseyó un histrionismo fuera de serie. Su comicidad se complementó con la gracia para el baile y, por si pareciera poco, con una voz excelente.

Muchos lo recuerdan como solista en piezas de corte romántico. Fue genial interpretando boleros lo mismo que música ranchera y otros géneros foráneos de los que hizo simpáticas parodias. Del cancionero romántico mexicano se recuerda su interpretación del bolero Contigo, del veracruzano Claudio Estrada, que cantó haciendo de borracho en la película “El rey del barrio” junto a la atrayente Silvia Pinal.

El dueto cinematográfico de Tin Tan y Marcelo fue igualmente memorable. Con su “carnal” acompañándolo con la guitarra, marcaron época en el pentagrama humorístico.

A Tin Tan lo acompañaron el rostro que de solo verlo hacía reír, la espontaneidad, ser un buen bailarín, y poseedor de una voz privilegiada para el canto. Además una dosis de empatía. Era dicharachero y puso de moda aquello de “en el tíbiri tábara” que se hizo popular incluso en Cuba y que hasta dio lugar a una canción.

Germán Valdés dejó de existir el 29 de junio de 1973 a la edad de cincuenta y ocho años. Su vida fue relativamente breve, pero lo suficiente para dejar un legado cinematográfico que cuenta entre lo mejor del humorismo de habla hispana,así como las grabaciones en su voz.

Por cuanto he podido contar, mereció que aquel niño de cinco años que mencioné al comenzar esta historia, haya soportado los pantalones bombaches, la camisa guarapeteada y la abundante dosis de agua de violeta rusa, a cambio de haber visto aquellas películas protagonizadas por Germán Valdés, el inolvidable Tin Tan, y poder hoy contárselo a ustedes.

 

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