Elías F. Acosta, el lacero de la sensualidad
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El 25 de febrero próximo los públicos tendrán la ocasión de asistir al acontecimiento del año en las artes visuales sureñas: la inauguración del proyecto La simplicidad: numen e inspiración, como parte de la Bienal de Arte de La Habana que llegará a la ciudad de Cienfuegos.
En esta justa participarán poco más de 70 artistas de la plástica (consolidados unos y en fase escolar otros) y cultores de otras manifestaciones que signan el carácter interdisciplinario de la muestra colectiva. Entre los creadores más relevantes figura el pintor, dibujante, grabador y pedagogo Elías Federico Acosta Pérez, quien ha explorado abundantes perfiles temáticos y discursivos que han favorecido la multiplicidad y riqueza narrativa de la plástica local.
Acosta Pérez (Cienfuegos, 29 de octubre de 1964) tiene una sólida formación como artista y pedagogo, validada tras su graduación en la Escuela Nacional de Arte, en 1983, en la especialidad de pintura, y como licenciado en Educación Artística en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona (Ciudad Habana, julio de 1991).

Hacia 1993, a raíz de su primera muestra personal Arte, ni parte, el crítico local Froilán de Dios afirma que los tópicos abordados por el pintor son acertados, pero no ha logrado en algunas de las propuestas rebasar las barreras del desconocimiento de los códigos actuales por una gran mayoría y vencer los de la comunicación, al adiestrarse en lo exclusivo en cuanto a la forma y el color. En verdad, por aquella época el esquivo Elías indagaba por una forma singular de expresión capaz de armonizar (empatizar) con los tópicos de su agrado, en modo alguno colmados por sentidos problematizadores a la moda. Este será un proceso anchuroso que logra coronar 12 años después.

Froilán pasa por alto que tras vencer la academia el artista requiere de un tiempo para adaptarse a las dinámicas de un mundo creativo mucho más abierto y mutable. No es fortuito que en las obras iniciales tuviesen gran peso los referentes, al modo de Matisse, Modigliani o Cezanne; igual, tendencias al modo del neo-expresionismo o la Nueva Figuración. Empero, ¿es eso lo que procuraba el artífice de El juego más peligroso? En las obras concebidas para la citada exposición (Por el camino correcto, Homenaje a los ex, Siempre es vergonzoso, etc.) se develaban sus confusiones existenciales, dudas y temores, ciertos subjetivismos enunciados de modo certero (tras la máscara de lo objetual y la somática fáunica; recurso que abandona en pos de las representaciones femeniles) a través de una paleta que se mostraba fría, con baja intensidad lumínica.

Elías había mostrado ciertas preferencias por la cultura de la sensualidad (aunque se esfuerza entonces para topar un estilo más ligado a los vanguardismos de su generación), en la que el corpus femenino explicita ciertas contradicciones filosóficas y se explora en la propia tradición del arte. Al mismo tiempo insiste en encontrar enunciados que le permitan explorar las potencialidades del color y la línea (Desvarío imagen es una muestra radical de esas búsquedas, que pronto abandona hacia 1998). Claramente, le agradaban los relatos más circunspectos, ajustados a su propia personalidad latente (aunque existe otro Elías que batalla consigo mismo, punzante, cáustico, irascible, obcecado por el detalle) y debía encontrar el discurso apropiado. Digamos que muestras privativas como Imagen (1996), que denotan cierta espontaneidad, como el mismo expresara: alarde técnico y “efecto pictórico entre otras regularidades, o la citada Desvarío Imagen, sobre la que manifesté en 1998 que articula una grafía hermética, de vehemencia contenida, podada de la retórica del frenetismo narratológico, catártica en aquel discurso que procura la transparencia y paleta fluida en la multiplicidad cromática de sus abstracciones, hipnótica en su condición de lenguaje emergente, prepararon el camino para el tránsito hacia un tipo de relato que pondera el imaginario del ser tántrico, especialmente de la mujer como objeto del deseo.
Para el 2003 acontece la muestra Equilibrio, donde se fortifican sus búsquedas y principales marcas. En ella germinan las mujeres de anatomía voluminosa, de corte rubensiano, signadas por la viveza del colorido, dispersas en entornos descontextualizados, donde los objetos son meros atributos simbólicos o generadores de cierto espíritu romántico (al modo del barroco), fundamentalmente cuando acude a los instrumentos musicales (percutivos, de cuerda y viento).
Existen entonces una entremezcla sana de tradición y vanguardia, ambigua cuando insiste en el desnudo y sus esfuerzos por perpetuar la sensualidad, vigorizar el magnetismo de los cuerpos, una sensualidad que proviene del interior (el retraimiento psicológico de las mujeres, su pudor) y del exterior (las poses y voluptuosidades de aquellas). Esa vaguedad es la que permite las recontextualizaciones en sus escenas líricas, envolventes.
Elías no logra deshacerse de ese registro carnal que irá consumando durante las siguientes décadas. En el futuro continúa esta línea topicular en puestas como El Beso (2000), en la que consigue alguna variación en la figura humana e incorpora al relato las contrafiguras masculinas o escenas de amantes, y Collages (2010), una colección insuflada de gracia y experimentación, con notorias soluciones formales. En cambio, se producen algunos puntos de giro de tipo enunciatorio desde la expo Anacoreta en Santuario (2014), donde revisita los influjos de Servando Cabrera y Carlos Enríquez, especialmente en las transparencias y ciertas tonalidades cromáticas. En esta fase el artista concurre a la fragmentación corporal del cuerpo femenino y dinámica de la línea, el terciopelo de las texturas virtuales, casi siempre escenas erotómanas domeñadas por al azul, los tonos verdosos y algún que otro color tórrido, el coqueteo con el abstractivismo y los grandes formatos.

Para esta cita internacional el artífice de Desnudos de torsos (2016) y Desnudo de sexo (2022) se deshace de su propia tradición para enrolarse en la aventura del minimalismo expresivo, conectando la esencia del dibujo, la simplicidad de las estructuras y el controlado efecto de la croma, al punto que sus fabulaciones llegan a transmutarse en entidades semiabstractas, señoreadas por la línea, tal como ocurre en la serie Fitomórficos, que explora las configuraciones y significados de la naturaleza.

Esta serie, alusiva a las formas que toman el aspecto de plantas o de algún elemento vegetal o botánico, propone una empatía con el entorno y tributa al afluente natural y los beneficios que este ofrece. Claramente, se trata de una visión antropocéntrica que atraviesa el arte para defender las muchas urgencias de la humanidad. Para sumergirnos en las claves que portan dichas figuras Elías ha utilizado la técnica del dibujo (desproveído de todo color) y esparcido la capacidad imaginativa para sugerir los mundos profundos que sobreviven en tales componentes orgánicos.
Los admiradores de las artes visuales están convidados a asistir este 25 de febrero, a la 1.30 p.m., en el Taller de los Artistas (ubicado en la calle La Mar), a la muestra colectiva que nos coloca como subsede en la Bienal de Arte de La Habana. Claramente, es la ocasión de reconocer los nuevos entibos de un pintor que se reinventa y apuesta por la sensualidad.
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