Chava Flores y la Canción Urbana

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En 1896 arribaron a Ciudad de México los primeros mariachis. Si aquella época, como se afirma, constituyó la llegada, entonces la década del 50 del siglo 20 fue la de su entronización.

México cabalgaba ya con sus arquetipos nacionales. La Revolución de 1910 dejó atrás las corrientes europeizantes en boga desde el régimen de Porfirio Díaz hacia atrás. Aclaro que aquella música también es mexicana, y en ella brillaron compositores e intérpretes que son orgullo de México.

Aclaración aparte –por cierto necesaria- es innegable que las figuras del charro, la china poblana y el mariachi, se proyectaron con fuerza en el cine mexicano, especialmente en su época de oro, amén de otras formas danzarias, cantables y de indumentaria también mexicanas que predominan aún en otros escenarios geográficos de dicho país.

La radio desempeñó una función primordial en la difusión de la música de mariachis. Primeros los sones tradicionales, seguidos de canciones rancheras, huapangos y corridos. En las emisoras capitalinas pululaban espacios dedicados a ese tipo de música; entre ellas se destacó la XEW.

Para pegar en el gusto popular se impuso el aire ranchero; aunque los grupos llegados desde tierra adentro se veían en la necesidad de adaptarse al ambiente citadino.

¿Cómo era aquello? Piezas tradicionales buscaron el acompañamiento de mariachis para reinventarse ante la nueva realidad.

Hubo un compositor, cantante y actor que nació en Ciudad de México el 14 de enero de 1920. Su cuna estuvo en el barrio La Merced, hoy uno de los más populosos de esa urbe, al cual se accede desde el Zócalo, tomando el costado de la Catedral.

Salvador Flores Rivera comenzó su vida en aquel entorno, y durante su infancia y juventud se mudó con sus padres y hermanos a varios barrios de la ciudad, entre ellos Tepito, Peralvillo, Cuauhtémoc y la colonia Roma. Podemos afirmar que –sin quererlo– desplegó una suerte de tournée residencial, que bien le vino para conocer con detalles la naturaleza de toda su gente.

Más conocido como Chava Flores, este mexicano original se enteró del santo y seña de las familias mexicanas, en especial de las más pobres y de aquellas que a pesar de ellas mismas no querían serlo. Ya sabemos cuánto de ostentación se gastan muchos para aparentar lo que no son. Incluso los que califican de lindas a las feas; de alta educación a quienes de ella carecen, y otros eufemismos divertidos.

Esos y otros sazones sociales fueron el contenido de las canciones que compuso Chava Flores, en su mayoría anecdóticas, ricas en comicidad, además de coloridas y diversas como la gente que se las inspiró.

Don Chava se resistió a ser llamado “compositor”; decía de sí que era un “hacedor de canciones”, pero ¡qué bien hechas! Tanto, que pasaron a la posteridad para ser parte del tesoro documental de una ciudad cosmopolita y encantadora.

Tanta anécdota, historias humanas, encuentros, deslices y ocurrencias, le merecieron una categoría más alta: la de cronista musical de México. Un total de piezas musicales que superaron el número de 200, colorearon el pentagrama de aquella gran ciudad. A cuanto acontecimiento contado, aunque fuese adverso, él le supo dar un toque de humor. Cosa de latinoamericanos todos, para burlarnos hasta de las desgracias.

En su cancionero pululan joyas para reír en grande. Temas tan simpáticos como Boda de vecindad, La interesada y Los 15 años de Espergencia sirven para iniciar un recorrido agradable por su música. De esa colección invaluable hubo una que popularizó Pedro Infante; se trata de Peso sobre peso, donde se muestra el prototipo del tipo tacaño, borracho y machista de la vecindad.

Con humor exquisito Chava Flores dedicó música a quienes no les gusta trabajar y a los que gustan de pegar la gorra donde no los invitan.

Recuerdo una pieza suya que, al contrario de las otras, expresa nostalgias. Fue una de sus últimas composiciones; data de 1979 cuando la modernidad se apoderaba más de su capital. Don Chava contemplaba con tristeza cómo el costumbrismo quedaba atrás, al tiempo que peligraban los elementos de la identidad.

Chava Flores, además, cantó a las añoranzas pasadas en Mi México de ayer. Sin mariachi, a pura guitarra, Rubén Schwartzman puso voz a esa creación del Cronista Musical de México. En ella enumera eventos, paisajes y pregones de una cotidianidad que se iba para no volver.

Salvador Flores Rivera, el mundial Chava Flores, dejó de existir el 5 de agosto de 1987. El Cronista de la Canción Urbana de México nació precisamente un día como hoy, hace 104 años. Desde entonces vio la luz para dejarnos una estela de melodías únicas en su exquisitez. Su obra musical es imprescindible para entender la naturaleza del pueblo mexicano.

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