Cementerio de Reina: Donde tal vez reinan los ángeles
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El cementerio de Reina, en Cienfuegos, arribó este 21 de junio a sus 185 años de fundado, allá por el año 1839. Un manto de silencio y quietud envuelve a los cementerios; pero suele romperse en algunas fechas, como las celebraciones de las madres, los padres, los difuntos. Entonces, los familiares recuerdan a sus seres queridos y acuden al camposanto a adecentar tumbas, arrancar malas hierbas o sustituir las flores ajadas por otras frescas.
Al hablar de la riqueza del patrimonio edilicio de Cienfuegos, resulta ineludible la mención de dos importantes obras, distintivas en el universo de las construcciones funerarias cubanas: los cementerios “Tomás Acea” y el General de Reina (también le llaman Municipal) ambos únicos de su tipo en el país.
Cementerio Tomás Acea
El “Tomás Acea” resulta exclusivo como jardín, inaugurado el 21 de noviembre de 1926 y declarado Monumento Nacional, el 10 de octubre de 1978, por sus valores artísticos, arquitectónicos, históricos y ambientales; así como ser el único de tipo jardín que existe en Cuba, en el que según los estudiosos del tema se nota la influencia norteamericana en esta tipología constructiva, que recrea un jardín e integra las sepulturas al paisaje, respetando la topografía ondulada de la zona.
En esta necrópolis patrimonial se combinan de manera inigualable el arte funerario y la belleza: bóvedas, tumbas y mausoleos con un paisaje armonioso, atravesado por vías de acceso y circulación que llevan el nombre de diferentes variedades de la flora acompañante.
Así aparecen las avenidas de Los Pinos, Los Cedros, Los Robles, Las Caobas, Las Jaguas, Las Almendras, Los Cipreses, Las Majaguas y otros. El área total del recinto es de 17.6 hectáreas.
Pablo Donato Carbonell fue el autor del proyecto del edificio administrativo, mientras que Cipriano Arena, resultó el ejecutor de toda la construcción del camposanto.
Apenas franqueamos la verja de hierro fundido unida al muro perimetral, admiramos esa edificación, donde predomina el lenguaje formal clásico, tamizado por la grandilocuencia que imprimió esta corriente al eclecticismo cienfueguero.
Su enormidad neoclásica, está formada por una galería perimetral soportada por 64 columnas dóricas, de fuste estriado con una altura de 7.15 m y un diámetro en la base de 1.30 m, y en el pretil lateral de 11.51 m lo que da una idea de su magnitud.
Internamente dispone de un espacio central que permite el paso vehicular y facilita el acceso a la zona de enterramiento y a los locales administrativos, lo convierte en uno de los mayores atractivos del cementerio, pues nos remite al Partenón griego.
Y es que Carbonell y Luis Felipe Ros, quienes se encargaron de la proyección y ejecución de la obra, concibieron el recinto ateniéndose a las ideas más modernas de la época sobre construcciones funerarias, particularmente –señala Adrián Millán, historiador cienfueguero– al estilo del camposanto Green-Wood, en Brooklyn, el más importante de Nueva York.
Sin dudas, el “Tomás Acea” es una joya del arte funerario cienfueguero.
Cementerio de Reina
El Cementerio de Reina, edificación funeraria cubana del siglo XIX de la ciudad de Cienfuegos constituye por su simetría, proporcionalidad y equilibrio un excelente exponente de ese lenguaje formal.
La necrópolis (inaugurada el 21 de junio de 1839) resulta un auténtico museo de arte funerario. Posee una prodigiosa colección de esculturas atesoradas en su interior, así como una extraordinaria riqueza artística, con esplendorosas obras en su mayoría de mármol de Carrara, hierro fundido y pizarra, junto a las lápidas finamente labradas en bajorrelieve, como si fueran subtítulos de una vieja película muda.
Todo ello le valió para el reconocimiento de Monumento Nacional, otorgado el 30 de enero de 1990.
Siguiendo la tradición del primado cementerio Espada construido alrededor de 1805, en La Habana, y del que se conservan muy pocos vestigios, apenas una pared, al final de la calle Aramburu —constituyó el modelo de camposanto fuera de los predios de las iglesias como medida higiénico sanitaria incorporada por Bonaparte—, el cementerio de Reina, en Cienfuegos, incorpora su estructura especial constructiva y funcional.
La conformación planimétrica regular con gran influencia neoclásica posee simetría axial con un regio muro perimetral, contenedor de tres hileras de nichos verticales (clausurados desde el año1900), empotrados en las paredes del primer patio, característico del siglo XIX.
Este es un aspecto de relevancia histórica y cultural única, porque ya no existe ningún otro en nuestro país, lo cual lo singulariza.
El edificio administrativo que le sirve de límite por el Este permite el acceso al campo santo, con su pórtico jerarquizado por un elegante frontón donde reza en latín “Ossa Arida Audite Verdum Domine”, que en español significa “Hueso Seco Escucha la Voz del Señor”.
Y la cita, recordatorio o reprimenda, pide a gritos el rescate del lugar, proceso comenzado hace casi tres lustros, pero detenido por lapsos, evitando el avance tal y como quisiéramos los habitantes de esta urbe, Patrimonio Cultural de la Humanidad, desde julio del 2005.
Dispuesto a partir de un rectángulo de unos 124 metros de largo por 82 de ancho, dos cuarteles (Norte y Sur) y un patio central primigenio de cuatro secciones, rodeado de muros, los cuales contienen los históricos nichos verticales, tiene al fondo de la calle central y como cierre de la perspectiva desde el acceso a la capilla en forma de templo griego con su portal columnal arquitrabado, y un frontón en forma de remate, que guardó los restos del Padre Antonio Loreto Sánchez y Romero, primer cura de almas de la Perla del Sur, y quien bendijera la tierra para la construcción del cementerio.
Es llamativo el uso del hierro fundido y forjado en las diferentes estructuras de las bóvedas y monumentos. Los artesanos concibieron variados diseños, tanto sencillos como muy elaborados, que indudablemente requerían de maestría y buenos talleres.
El hecho de que muchas de las cercas perimetrales sean de este material da una idea de la importancia que se le daba cuando se elaboraba un proyecto, teniendo en cuenta que Cienfuegos poseía talleres de fundición desde 1854.
Las puertas son las estructuras más trabajadas, complejas y con elementos decorativos simbólicos. Los diseños más comunes representan un sauce llorón con ovejas y a una virtud alada acompañada por querubines. En su parte superior puede aparecer una corona o una cruz.
La Bella Durmiente de “Reina”
A diferencia de muchos, “Reina”, no alberga a tantos personajes famosos. En los nichos encontramos fechas mortuorias remontadas a la década del 1830. Yacen también, en fosas comunes, valiosas figuras de las gestas libertarias de 1868 y 1895. Incluso, especulan —aunque no está confirmado—, el enterramiento de un ayudante de cámara de Napoleón Bonaparte.
Como si no fueran bastantes sus méritos artísticos y urbanísticos, en el segundo patio del viejo camposanto, una tumba anónima hospeda los restos de un joven general nacido en Brooklyn, Henry Reeve, El Inglesito.
El nicho más antiguo del cual se tiene evidencia data de 1843 y guarda los restos de Andrés Dorticós Casó, uno de los fundadores de la ciudad; y la tumba más antigua es la de Agustín de Santa Cruz y Castillo (1841); aquí reposan también los de la familia Bouyón y la de los Sarría; entre los patriotas está José Manuel Cepero Abreu, quien fuera comandante del Ejército Libertador.
Sin embargo, la importancia del Cementerio de Reina le viene dada por su arquitectura neoclásica y la archiconocida estatua de La Bella Durmiente, bautizada así por la vox populi.
Como el resto de las necrópolis esta tiene su leyenda, nacida a partir de la escultura emplazada sobre el sepulcro de la joven María Josefa Álvarez y Miró, en la sección D, cuya imagen representa a una hermosa joven dormida, recostada a una cruz, con un ramo de amapolas en su mano derecha, como símbolo de la vida; mientras, con su mano izquierda aplasta con suavidad una serpiente, en alusión a la muerte.
Cual historia shakesperiana de amor y muerte, con trasfondo real, el fallecimiento a los ocho meses de embarazo por eclampsia urémica de la joven María Josefa (ocurrido el 16 de julio de 1907, a la edad de 24 años) incentivó la imaginación del pueblo.
Según algunos entendidos la madre de la joven encomendó a un artesano que erigiera la figura de una doncella, no muerta sino envuelta en un eterno sueño. Por otro lado, están quienes aseguran fuera su esposo, Vicente González, encargado de mandarla a hacer en Italia, sin saberse a ciencia cierta el nombre del autor.
De igual forma, preconiza su importancia el hecho de estar asociada la imagen escultórica a mitos locales relacionados con la bendición y los buenos augurios; razón por la que muchos cienfuegueros —en calidad de ofrenda— depositan flores en las manos o pies de la figura sedente.
Se dice que la estatua de La Bella Durmiente ubicada en el Cementerio de Reina está ejecutada por un escultor italiano inspirado en una similar existente en el cementerio de Staglieno en Génova, Italia. Esta se erigió en el monumento de la familia de Erba y fue firmada por un artífice de apellido Sacomanno. La escultura italiana es de estilo neoclásico y se encuentra tallada en mármol.
Múltiples historiadores opinan que las dos esculturas son obra del mismo autor, basando sus juicios en la correspondencia entre estilo y forma que manifiestan ambas realizaciones. Otros, por su parte, han planteado que el monumento cienfueguero no es más que una copia del original Italiano, alegando que, por lo general, los artistas no suelen repetir la misma obra.
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