Bob Dylan en Perfect Day
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Semejante a un flujo de ideas narrativas e irreverentes que encuentra en la apatía, el desencanto y la ironía su centro, los poemas de Jalal El Hakmaoui (Casablanca, Marruecos, 1957), estallan en su cabeza; astillas anti líricas de una explosión cultural, son reflejo literario de la conciencia oprimida del poeta, quien, como individuo representa, desde cualquier ángulo, digamos lingüístico, político, estético o artístico, la rebeldía dolorosamente crítica de la que se hace emisor, vocero.
En Perfect Day & Lo que no dije a Bob Dylan (Ediciones Matanzas, 2020), el autor reúne, como libro, dos cuadernos de poesía independientes que en el cuerpo del documento se prestan e intercambian argumentos, resonancias, atmósferas, razones y contrasentidos.
El primero es fábula citadina, movimiento urbano que, desde la poesía, nos invita a desaparecer en los personajes del cuaderno, y cuenta, al apropiarse deliberadamente de la canción escrita por Lou Reed en 1972, un día en la vida de alguien que, si cabe llamarle así, es obrero digital y se dedica a confeccionar software en una Empresa de videojuegos. Son 16 poemas en prosa que nos llevan, sobre la motocicleta del anónimo héroe, a cruzar y habitar la ciudad capitalista, quien —entidad espacial— protagoniza el libro; oficinas, fábricas, bares, sitios de recreación, recovecos atestados de artefactos, cables, marcas y publicidad atraviesan al narrador poeta y lo des-sujetan, o dicho de otra manera, lo condenan a ser —mientras dura el poemario— un objeto de la modernidad obligado a deshacerse de su cuerpo, abandonándolo en los rincones, padeciendo, con una mueca por sonrisa, la proscripción de lo humano que, signo de nuestro tiempo, acontece en el mundo entero. Eco o réplica de la ciudad moderna, capitalizada, el libro cambia la posibilidad de ser vitrina, museo o fotografía de los días vividos por el hacedor de sistemas operativos, para ser confesión, entrega desahogada, testimonio desgarrado en la voz del autor.
1
Me despierto. Apago el despertador. 6:00. Los ángeles me rodean. Se burlan de mí. Me quito el pijama. Los ángeles vuelven la cabeza. Me estiro un poco. Voy al baño. Los ángeles me siguen riéndose. Me pellizcan las nalgas. Me sacan la lengua. Corro. Me encierro en el baño. Me miro en el espejo cuadrado. Estoy mal afeitado. Abro el grifo. El agua corre. Fluye. Me lavo la cara. Pongo mala cara. Esparzo la crema de afeitar. Me detengo. Me doy la vuelta hacia la radio que está sobre la lavadora. La enciendo. Venus in furs de Velvet Underground. Me afeito. Mi piel es suave. Enjuago mi cara. Me limpio la cara. Me pongo el after shave. Hago una gran sonrisa ante el espejo. Ahora tengo un flamante rostro. Abro la puerta. Salgo. Miro de reojo a los ángeles. Los ángeles desaparecen. Son las 6:45.
Así comienza.
El segundo cuaderno —en una especie de utopía comunicativa— encarna aquello que el poeta no dijo (o por alguna razón, no pudo decir) a Bob Dylan, quien aparece no solo como símbolo, sino en condición de sustancia viva y actuante, sombra protectora o fantasma contracultural que irrumpe en más de un poema, haciendo gala de su omnipresencia. El autor, para ello, rechaza la prosa y elige el verso —estandarte o escudo protector— con el fin de beneficiarse aprovechando la condensación de imágenes que este permite. Son 13 poemas, piezas cortantes, duras, afiladas y cuestionadoras, peligrosas, similares a la vida contemporánea.
La nariz de Al Pacino
Vine a esta tierra oscura
Con la nariz de Al Pacino
(El verdadero Al Pacino mira hacia lo Alto)
Para ver a estos niños danzar al ritmo
De los tambores del apocalipsis
& rasgar sus prendas para hacer salir salir
Nuevamente nacidos fuertes y rudos
& llaman con su puño sobre el vientre del mensaje oriental
Toman por asalto los carteles de las salas de cine…
Los rasgan en pedazos
& ponen en su lugar la foto de un hombre
Llamado suplicio de la tumba
(Dando un abrazo a Bush Jr.)
He venido a esta tierra oscura
Con la nariz de Al Pacino
Para conducir como un piloto de Fórmula 1
El coche de Nicole Kidman
Para aplastar a los enanos que oran por la semilla negra
Para mirar la televisión de los pobres
Para sacrificar una oveja virtual
En honor del Hombre Nuevo
(El Hombre Nuevo mira hacia lo Bajo)
Si en ambos cuadernos los poemas no riman y están más cerca del pensamiento, o la reflexión que de pasiones, sentimentalidades y emociones, pueden ser entendidos como canciones; sus estructuras formales, metafóricas e incluso gramaticales reproducen e imitan las melodías sobre las que discurren baladas, pop y rock actuales, aprovechando —queriendo parecer notas musicales— la sencillez y claridad, la manera directa con que la canción transmite el sentir de quien la escribe y puede a la vez cantarla. En esa simbiosis entre escritura y canto, allí donde el trazo de Jalal es partícula de sonido más que palabra, o grito en lugar de significado impreso, radica el más penetrante sentido del libro.
El poemario acaba siendo homenaje al músico norteamericano, elogio de la obra que el prestigioso compositor y canta autor ha hecho durante años, siendo merecedor, en 2016, del que quizás sea el más polémico Premio Nobel de Literatura hasta la fecha.
Leyendo Perfect Day en Lo que no dije a Bob Dylan y este en el anterior, el libro es o puede ser entendido como una afrenta dirigida a Occidente y lo que este concepto (geográfico-cultural) representa en cuestiones de opresión contra la identidad árabe. Aquí Occidente quiere decir imposición de una manera de ser en el mundo, mirar, habitarlo, entender sus características y hacerlo; preponderancia sobre el otro y reducción de su diferencia, anulación, borramiento, aniquilación del resto de los saberes; fin de la otredad, sumando la crisis que en más de un sentido arrastra (Occidente) desde siempre o tiempos inmemoriales. Cada poema, sin embargo, está lleno de referentes en los que se produce un choque o diálogo de conocimientos entre las idiosincrasias árabes o marroquíes y occidentales, específicamente norteamericanas y francesas. No es, quizás por esto, un enfrentamiento nulo, sino enriquecedor, réplica, discurso opinante y sin devolución, plática en soledad asumiendo el daño e influencias de las potencias, mientras, arriesgándose (desde la poesía) el escritor usa las mismas armas para combatir.
En ninguna página encontramos verso que no surja, brote, se desprenda o parta de la vida hecha por el autor, distorsionando o invirtiendo la realidad. No hallamos, por lo mismo, símiles o alegorías, sino metaforización de las circunstancias dentro de las cuales sucede la existencia que practica, o lleva a cabo, procedimiento que se manifiesta en el humor con que escribe, y consiste en burlarse, muy seriamente, del opresor. Se siente en cada verso el sarcasmo del sujeto poemático armando, como defensa o escudo, su discurso; así es la poesía que clasifica, legítimamente, como autobiográfica. La realidad, y su ardua combustión (donde convulsionamos) es el único soporte del que se nutre el poeta, usando su cotidianidad inmediata, y de manera directa, el meollo, la enjundia, el núcleo que es, para redactar.
Con edición de quien escribe, traducido del francés por el poeta, y ensayista mexicano Gustavo Osorio de Ita, y sugestivo diseño de Johan E. Trujillo, Ediciones Matanzas entrega al lector cubano, gracias a la gestión del poeta, periodista, crítico, traductor y profesor universitario, cubano radicado en EE.UU. Víctor Rodríguez Núñez, una de las voces más destacadas de la poesía marroquí actual, y como extensión de la lengua árabe que, a través de un fino e incómodo escarnio enjuicia nuestro mundo, progresivo callejón sin salida desde que el complejo industrial-militar llamado Occidente ejerce la hegemonía en el Orbe haciendo proliferar la falta de espiritualidad, el desencanto, y los avasallamientos que prohibiendo la diversidad en el resto de las naciones.
El café de La nueva era[1]
En el café de la nueva era
Se sientan TarafaIbnAbd[2]
& la muñeca que no comprende la poesía clásica
Él abre un viejo periódico
Y lee el titular:
Veo la vida como un tesoro trunco
La tierra gira
El viejo periódico del pueblo
Cae
Solo TarafaIbnAbd permanece
Suspendido en el titular:
Veo la vida como un tesoro trunco.
[1]Término utilizado por los politólogos para designar el nuevo clima político propiciado por el arribo del entonces joven rey de Marruecos.
[2]TarafaIbnAbd: poeta pre-islámico (siglo VI).
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