Apuntes sobre la colección de abanicos de los Museos de la Catedral

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El uso del abanico es reconocido desde la edad antigua, es representativo de diferentes estilos y reflejo del momento histórico de su creación. Su función no fue solo decorativa y utilitaria, fue un artefacto a través del cual se podía enviar un mensaje. Tenía un lenguaje gestual propio, podía ser parte de la etiqueta, de uso ceremonial o ser utilizado como souvenir u objeto decorativo. Debido a la popularidad que alcanza entre las mujeres, se confeccionaban piezas para todo tipo de ocasión.

La colección de abanicos de los Museos de la Catedral se caracteriza por la variedad de tipologías, exponentes de diferentes países y materiales empleados en la confección de piezas que devienen costumbres significativas de la época, pues cada accesorio revelaba aspectos como el gusto personal o el poder adquisitivo de su dueño. Fue uno de los complementos de la moda más apreciados por las damas; mostraba la condición social en incluso la tendecia política. Por ello, es merecido este bosquejo por las principales tipologías existentes dentro de la colección resguardada por los Museos de la Catedral de la capital cubana.

Abanico de las mil caras.

Uno de los ejemplares de la muestra del complejo museológico habanero es el denominado Abanico de boda, que surge en Europa en el siglo XVIII. Era tradición que los miembros de la realeza o nobleza que fueran a contraer matrimonio, obsequiaran a la novia un abanico. Esta costumbre se mantuvo durante todo el siglo XIX, extendiéndose a otras clases sociales, principalmente la burguesía. Los abanicos de boda se convierten en un complemento indispensable del traje nupcial. Realizados de acuerdo a la indumentaria, eran de color blanco y estaban ejecutados con materiales de gran riqueza como el marfil, hueso o nácar para el varillaje, y tela o encaje blanco para el país. En ocasiones, llevaban incrustaciones de oro, plata y esmaltes. Los motivos decorativos aludían a dicho momento y tenían un carácter simbólico. Las temáticas representadas eran escenas amorosas o relativas al matrimonio. A su vez, los ramos de rosas y la guirnalda de flores, eran empleados como parte de la decoración, como símbolo del amor de pareja.

Los abanicos orientales, específicamente los japoneses, filipinos y chinos, fueron ampliamente difundidos durante el siglo XIX. Son reconocibles por su característico país de papel grabado o pintado, o de tela bordada igualmente pintada. Los Museos de la Catedral exhiben una selección de abanicos procedentes del continente asiático. Sobresale el denominado Abanico de las mil caras por su varillaje de madera profusamente tallado, sobre todo en las guardas. Uno de los aspectos más representativos, es la decoración del anverso del país a partir de numerosos personajes chinos de caras realizadas con finas láminas de marfil y ataviados con vestidos de seda. En cambio el reverso del abanico, se solía decorar con algunas vistas de ciudades portuarias y diversos paisajes.

Abanico de luto.

Por su parte, los Abanicos de luto, igualmente presentes en la colección de los Museos de la Catedral, eran empleados exclusivamente como parte del atuendo femenino en los servicios fúnebres. Generalmente eran de color negro y su decoración muy austera con algunos bordados florales. La seda era uno de los materiales preferidos para su elaboración, así como la organza negra.

El exponente conocido como Cocarda es de los más significativos de la selección de ejemplares españoles. Su peculiaridad reside en que al desplegarse totalmente forma un círculo, se superponen ambos padrones y originan un solo mango. Esta tipología llega a Europa desde Oriente y se populariza a finales del siglo XVIII. La pieza de la colección de los Museos de la Catedral destaca por sus expresivas escenas de corridas de toros, temática muy empleada en la decoración de abanicos procedentes de España, pues el tema taurino se identifica como expresión del arquetipo identitario español.

Durante la primera década del siglo XX, aparece una nueva forma de abanico denominado à la fontange. Este abanico de forma elíptica, similar a una concha, fue muy popular entre las damas de la alta sociedad de la época. Lo distingue la particular disposición en zig-zag de sus varillas una vez plegado y también por la curva que define su borde superior, muy cercano al gusto modernista.

Otra de las tipologías protagonistas es el abanico de baraja, el cual debe su peculiaridad a que no posee país y está formado únicamente por varillas unidas por una cinta plegada en zig-zag y ensambladas en el otro extremo por un clavillo. Suelen estar hechos de marfil, nácar, carey, madera y plata, por lo general con varillas de pala ancha y con calados. Se conocen como baraja o reversibles, puesto que abren tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.

La poetisa y novelista cubana Dulce María Loynaz, es reconocida como una coleccionista de abanicos a nivel mundial. En el Palacio Lombillo, una de las edificaciones que conforman el complejo de los Museos de la Catedral, se expone una muestra de su labor y son distintivas las piezas de gran valor y excelente calidad. Abanicos de marfil y hueso, así como tallados en nácar blanco y rosado, son algunos de los ejemplares representativos de la colección de la reconocida figura de la cultura cubana. Sobresale un exponente del reconocido estilo Isabelino; las piezas de esta etapa se caracterizan por un mayor tamaño, una fuente más amplia y una decoración más profusa, tanto en el varillaje como en el país. Una de las temáticas más empeladas para la decoración, son las escenas en el jardín con personajes que bailan, charlan o inician romances, todos ellos ataviados a la moda del siglo XVIII. De igual forma, prevalecen las denominadas escenas galantes, herederas de la pintura de los artistas franceses Watteau y Boucher, que escojen como protagonistas los paisajes bucólicos, de aire festivo, con grupos de personas dedicadas al ocio y la diversión.

Abanico de baraja.

El Art nouveau igualmente dejó su huella en la decoración de abanicos. La temática de la mujer, la inspiración en la naturaleza, así como la presencia de motivos florales y vegetales, marcan la impronta de este estilo en las piezas de los Museos de la Catedral. A su vez, se observa un dibujo de trazo seguro, que recuerda las composiciones del artista y cartelista Toulouse-Lautrec.

La colección de abanicos de los Museos de la Catedral es un valioso testimonio del arte, la cultura y la historia de la Isla. Estas piezas, que datan de diferentes períodos históricos, reflejan las influencias sociales y estéticas de su época. La diversidad de materiales y técnicas empleadas en su fabricación, expone el nivel de sofisticación alcanzado por los artesanos cubanos. Son obras que ofrecen una ventana al pasado, muestran cómo este accesorio se convirtió en un símbolo de estatus y elegancia en la sociedad cubana. A través de su diseño y ornamentación, se puede apreciar la influencia de las modas europeas, así como la adaptación local a las tradiciones culturales.

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