¿Y el civismo?

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Mi pobre madre, medio analfabeta, pues apenas sabía escribir y leer, exigía que mi conducta social durante la niñez, la adolescencia y la juventud fuera intachable, a pesar de vivir en un barrio marginal y con mil necesidades de todo tipo. Cuidadito con que alguna persona mayor llegara a la puerta de nuestra humilde casa de madera y techo de zinc a dar una queja por algo que hice mal en la calle o que alguna maestra de la siempre recordada escuela Pepito Tey, en el barrio santaclareño de Virginia, le informara de un comportamiento indisciplinado en el aula o fuera de ella.

Como se dice en buen cubano, “me pelaba al moñito”. Había que respetar a todos y a todo, como debe ser en el correcto vivir ciudadano.

Siempre he pensado que a eso se le puede llamar civismo. Tampoco olvido que mi abuelo, herrero de oficio, mencionaba mucho esa palabra y exigió, allá en el pobladito villaclareño de Mataguá, lo mismo a sus siete hijos, entre hembras y varones.

Por la televisión cubana, hace algunos años, disfruté de una amplia disertación sobre el tema hecha por Fina García Marruz, poetisa, ensayista, investigadora y crítica literaria cubana, compañera del narrador, ensayista y también crítico Cintio Vitier, en la que ella abogó por el rescate del Civismo, porque se defendiera en cada espacio y formara parte del currículo escolar en los diversos tipos de enseñanza.

Pero mientras más ando y desando la ciudad donde vivo y otras del país noto que aumenta el inadecuado comportamiento de las personas y se pierde paulatinamente el respeto debido, como agua entre los dedos.

¿Qué sucede? Algunos investigadores y estudiosos aseguran que las crisis económicas provocan, de manera inevitable, crisis sociales. ¿Será así no más? ¿O será que hemos descuidado demasiado la exigencia por el cumplimiento estricto de los deberes ciudadanos, la obediencia a las leyes, el mantenimiento de la disciplina en locales de cualquier tipo o fuera de ellos?

La sociedad no puede funcionar bien si las incorrecciones se tratan con “paños tibios” o ni siquiera se critican cuando suceden.

Hay muchas interrogantes. ¿Faltará actuación por parte de las autoridades competentes? ¿Desempeñan las familias el papel que les corresponde? ¿Cumplen las escuelas, de manera consciente y eficaz, la instrucción de lo que significa el buen vivir? ¿Por qué permitir el escándalo de los niños cuando salen de los centros educacionales? ¿Por qué no llamarles la atención a quienes andan por las calles con bocinas a todo volumen, con una música estridente que “revienta” los oídos? ¿Por qué no se actúa conscientemente con quienes se pasan la vida diciendo malas palabras en cualquier cola, centros de servicios y hasta en los hospitales? ¿Qué razones hay para que un jovenzuelo le diga a una persona mayor, como el que escribe estas líneas, tío, puro, padre…? ¿Nos habremos acostumbrado al desastre social, a convivir sin la debida consideración a los niños, mujeres, ancianos…?

Pienso que hay más preguntas que respuestas y que el asunto sigue ahí, “congelado”, como si no existiera. No recuerdo haber asistido alguna vez a un análisis al respecto. Los malos ejemplos sobran y duelen, porque resulta incompresible que esas conductas se hayan acrecentado, consolidado y se fortalezcan cada día más en un país en el cual la solidaridad está en la sangre, como se ha demostrado una vez más en quienes abandonan voluntariamente la quietud y acogida de sus hogares y van, lejos de la familia, sin importar las condiciones ni el tiempo requerido, a contribuir a la restauración de los daños ocasionados por desastres naturales en diversos territorios del archipiélago cubano o allende los mares.

Alguien afirmó, con sobradas razones, que la cultura es algo más que erudición, es algo que se vincula con el civismo, con el comportamiento ordenado y responsable dentro de la comunidad. Entonces, la cultura ciudadana se está yendo totalmente de control

Héctor Constantino Thompson-Wint, de la Universidad de Guantánamo, en un artículo que fue publicado en 2018 y aparece en Internet, señala que la “dimensión humana de la profesionalización se manifiesta en el compromiso contraído con la sociedad en el espíritu de cooperación, solidaridad y compañerismo, cortesía, respeto, lealtad a los principios, optimismo y disposición a enfrentar las tareas, responsabilidad, sentido común, criterios propios y correctos hábitos de educación formal. Para la escuela cubana educar en el civismo significa desarrollar en los educandos la capacidad para captar o percibir los problemas sociales como propios e incorporarse a su solución con eficiencia y conciencia de sus deberes y derechos ciudadanos en una comunidad histórico concreta, la que actúa como reguladora de la convivencia ciudadana, fundamentada moral y legalmente”.

Él asegura que existen los textos y documentos necesarios para tratar el civismo, de manera educativa, con la mayor profundidad.

Pero todo no puede dejarse a la escuela. La actitud de la familia es fundamental y así está recogido en el nuevo Código aprobado por los cubanos en el reciente referendo realizado, después de un amplio análisis a todos los niveles y en todos los sectores de la sociedad.

Albert Einstein dejó para la posteridad una frase extraordinaria: “Intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor”.

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Ramón Barreras Ferrán

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos.

2 Comentarios en “¿Y el civismo?

  • el 8 abril, 2023 a las 10:03 am
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    Gracias Anay por su comentario. Saludos.

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  • el 7 abril, 2023 a las 9:21 pm
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    Por mi edad no me siento de una generación tan vieja y a la vez sí porque llevo en mi educación el respeto enseñado desde el hogar, pequeños detalles como escuchar a los más adultos aunque no siempre tengan la razón o no caminar por el césped del prado y no arrojar basura al suelo. Lo que expone en su escrito es tan importante como otras necesidades a cubrir desde la cuna, y no debemos olvidarlo.

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