Vulnerabilidad y dignidad en el rostro humano de Cuba

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Caminar por las calles cubanas es encontrarse con señales que antes parecían excepcionales y hoy se han vuelto cotidianas. Rostros marcados por la necesidad, gestos que claman ayuda, silencios que exigen respeto. La pobreza, la vulnerabilidad y la mendicidad no son fenómenos nuevos, pero su visibilidad creciente en los últimos años (no cuando por casualidad el bloqueo genocida ha apretado al máximo todas sus tuercas de asfixia) interpela con fuerza a nuestra conciencia ética y política.
Eusebio Leal solía decir que ningún habanero habría ofendido ni siquiera de palabra al “Caballero de París”. Esa frase encierra una ética popular que reconoce la dignidad incluso en la diferencia. En Cienfuegos, algo similar ocurría con figuras entrañables como “Paco Mortadella” y “Pascual”, quienes durante años recorrieron las calles con su singularidad a cuestas. No fueron objeto de burla, sino parte del alma popular. El pueblo cienfueguero los respetaba, los cuidaba, los reconocía como parte de sí.

Esa sensibilidad del pueblo cubano contrasta con ciertas narrativas que, en ocasiones, han tratado de vincular la pobreza y la mendicidad con marginalidad o conducta reprochable. Pero ser pobre no es una falta. Ser vulnerable no es un delito. Pedir ayuda no convierte a nadie en indeseable. La dignidad no se mide por la solvencia, sino por el trato.

Pero, ¿conocemos en Cuba el alcance verdadero de la pobreza, la vulnerabilidad y la mendicidad? ¿Las medimos de manera efectiva para no volver a repetir errores y saber la envergadura del problema, en un modelo económico y social que desde 1959 sacó a esos pobres de su desamparo?

Pobreza multidimensional, vulnerabilidad y mendicidad

La pobreza no se reduce a la falta de dinero. En Cuba —como en muchos países— se ha adoptado el enfoque de pobreza multidimensional, que considera carencias en salud, educación, vivienda, empleo, alimentación y acceso a servicios básicos.

Aunque el país ha sido reconocido por tener un Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) bajo, gracias a políticas públicas que garantizan salud y educación gratuitas, subsidios a productos normados en la canasta básica, subsidio de medicamentos que se expenden en la red de farmacias, entre otras medidas que son conquistas de un modelo económico y social que busca la mayor justicia social posible, esas cifras no siempre reflejan la intensidad ni la distribución de las privaciones reales.

Es decir que en Cuba el IPM se encuentra muy cerca de 0 y que solo el 0.2 por ciento o el 0.3 por ciento de la población presenta privaciones en al menos una tercera parte de los indicadores del IPM. Estas cifras son inferiores a 1.0 porciento, por lo que se considera Muy bajo y son los  resultado que ha mostrado Cuba históricamente.

Para calcular el IPM de manera rigurosa y representativa, es fundamental contar con datos censales o con los resultados de las encuestas nacionales de hogares de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). No obstante, para el escritor, la ONEI construye datos valiosos, pero no publica este índice de manera sistemática cada año ni desagregado por territorios a nivel de municipios, lo que limita su utilidad como herramienta de diagnóstico.

Además, aunque el IPM sea bajo, las carencias son reales. Carencias que deben ser leídas con cautela, porque no se trata solo de indicadores técnicos, sino de privaciones concretas que afectan la vida cotidiana: electricidad inestable, escasez de alimentos, falta de medicamentos e insumos médicos, deterioro del transporte público, deterioro de la infraestructura de acueductos y alcantarillados o deterioro del fondo habitacional. Todo ello, unido a una inflación galopante que ha erosionado el poder adquisitivo de la población, un retroceso del Producto Interno Bruto (PIB) que ha profundizado la fragilidad económica de miles de familias, bajo el azote de una guerra económica que, por el recrudecimiento del bloqueo genocida, ha provocado más de 6 mil millones de dólares en daños económicos al pueblo cubano desde 1962 y que por supuesto, como expresaba el Memorando de Lester Mallory,  no han caído en saco roto.

Entonces, la pobreza multidimensional no se mide solo en números y si existe. Pobreza multidimensional que crece cuando el esfuerzo no alcanza o cuando el trabajo no dignifica porque no sostiene o cuando cualquiera de las dimensiones sufre deterioro. Se vive en la resistencia y resiliencia de un pueblo que se niega a perder las esperanzas de un país mejor.

Por su parte, la vulnerabilidad es la exposición al riesgo, a la exclusión, a la caída abrupta de condiciones básicas. Una persona vulnerable puede no ser pobre, pero estar en riesgo de serlo. En Cuba, muchas personas son vulnerables y pobres a la vez, y esa combinación exige respuestas sensibles, no silencios defensivos. Desde la Asamblea Nacional del Poder Popular se han compartido datos que confirman conciencia institucional:

  • Se identifican y atienden 2 mil 828 nuevas familias en situación de vulnerabilidad económica.
  • Reciben protección 3 mil 526 madres de hijos con discapacidad severa.
  • Se benefician 11 mil 204 personas con asistencia social a domicilio.
  • Se entregan recursos por 273 millones 966 mil  CUP a 18 mil 506 familias vulnerables.
  • Se desarrollan acciones en mil 252 comunidades, alcanzando a 27 mil 897 familias.
  •  Se atienden 63 mil 756 madres con tres hijos o más en situación de vulnerabilidad.

Estas cifras muestran una voluntad política clara, pero deben ser comunicadas con humildad y ampliadas con sensibilidad. No basta con reconocerlas en papeles. Hay que convertirlas en procesos vivos, visibles y justos.

La mendicidad, por su parte, no es sinónimo de pobreza. Muchas personas pobres nunca mendigan, y muchos que mendigan enfrentan abandono, discapacidad, enfermedad o trauma. La mendicidad es la forma más visible de una cadena rota. No debe ser ignorada, ni castigada, ni reducida a frases despectivas.

Personas piden en parques, en avenidas, frente a tiendas o frente a la catedral del pueblo. Algunas duermen al aire libre. Y sí: están ahí. No porque eligen una “vida fácil”, sino porque la vida los empujó al borde, y el sistema aún no los ha alcanzado con respuestas sólidas. Negar que existe la mendicidad, es negar la empatía. Y quien niega la empatía, niega lo humano.

 

En el rostro de todos, la Revolución

Fidel lo dijo sin titubeo: “Esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes.” Quien representa al pueblo, como aquel gigante, debe arder y vibrar frente a cualquier forma de humillación, exclusión o estigmatización. Porque si la política se convierte en defensa abstracta sin sentir la herida concreta, la Revolución ha perdido el alma que le dio origen.

Ante ese legado gigante de valor y altruismo que es la Revolución, hay frases que no deben olvidarse: “La vida nos ofrece raras veces la ocasión de ser héroes, pero nos presenta todos los días la oportunidad de no ser cobardes.” Esa frase resume lo esencial. No todos salvaremos el mundo con una gran hazaña, pero todos podemos no guardar silencio, no cerrar los ojos, no pasar de largo.

En el rostro de cada mendigo, en la voz quebrada de cada madre vulnerable, en el gesto digno de cada anciano en pobreza, tenemos la ocasión de no ser cobardes. No se trata de heroicidad. Se trata de humanidad y de política con ética. De una Revolución con corazón. Porque en Cuba, la dignidad no se mendiga. Se garantiza, se siente y se defiende todos los días, con la sensibilidad del pueblo cubano.

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Andrés Martínez Ravelo

Ingeniero civil. Miembro distinguido de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba.

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