Viento Sur Teatro: el público solo frente a un espejo

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“Nos crían para que siempre queramos a todo el mundo antes que a nosotros mismos”, expresa la actriz española Isabel Mesa Melero, mientras interpreta a Juani, Belu, Sole y a ella misma en la obra Sendero en soledad, de Viento Sur Teatro, presentada en el “Tomás Terry” de Cienfuegos.

La agrupación ibérica, de Sevilla, bajo la dirección de Maite Lozano Troncoso, lleva este unipersonal a varias provincias cubanas, a fin de acercar al público a las lecturas más contemporáneas de un tema tan clásico como el amor o los celos: la soledad vista con enfoque de género y desde el feminismo.

Así, la actriz y sus personajes encaran las distintas situaciones que rodean a una mujer sola, bien en la etapa de la juventud o ya en los últimos años de vida. La pieza desmonta los mitos y prejuicios en torno a esa condición del individuo, atravesada por todos en algún momento, la cual suele vincularse con la tristeza e infelicidad.

Mesa Melero dirige y protagoniza a la vez este monólogo, a partir de vivencias suyas y de personas cercanas. “Se trata —dijo— de un asunto que conecta a muchos y por eso quise ponerlo en el foco, desde la voz de disímiles mujeres, porque es lo que yo vivo y lo que soy”. No obstante, las aristas tocadas son universales y tampoco los hombres escapan a ellas. Para unos y otros, la presión social por vivir solos puede ser igual de agresiva.

El montaje de la pieza desecha las estridencias de otras donde la escenografía busca salvar lo que el guion no puede. Prima la sencillez, la utilización exacta —aunque a veces imperfecta— de luces, música y objetos, en aras de transmitir su mensaje lo más claro y alto posible: la soledad entraña también un estado de plenitud. Lo dice la actriz en uno de los parlamentos de mayor contundencia: “Estar sola es tener toda la libertad del mundo”.

Concebida desde las pautas del teatro social, la obra se distingue por la interacción con el público y su proximidad a la intérprete. Desde el principio y hasta el final, la protagonista busca que los espectadores participen y empaticen con la historia narrada, al punto de trasladar a ellos el rol principal, cuando en el cierre —tras obsequiarles una pequeña caja de cartón—, los invita a abrirla y a hallarse solos frente a un espejo.

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