Un arcoíris para la infancia

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Mi niñez, como la de muchos que crecimos durante la crisis económica de los años noventa, estuvo bastante desprovista de juguetes y chucherías. Así, al vuelo, recuerdo unos soldaditos de plástico que apenas lograban sostenerse en pie, como si ya vinieran, los pobres, ultimados. Tampoco olvido aquellas galletas de chocolate con crema que, en días navideños, encontré sobre el viejo televisor de la casa. Fuera de eso, mucho palo de escoba y pañal de cuna para disfrazarme de superhéroe y mataperrear en la calle.

Ni entonces, ni después, el tema de las opciones infantiles en el mercado “ha tenido quince” en Cuba, salvo destellos muy esporádicos cual arcoíris. La producción, distribución y comercialización de juguetes continúa sin satisfacer la demanda de pequeños y adultos en el país, incluso, más allá de los análisis de esta situación en el parlamento cubano.

En 2017, un debate nacional enfocó la mirada hacia la fabricación de juguetes por parte de la industria cubana —en aquel momento sin la posibilidad de ofrecer respuestas inmediatas (y todo indica que tampoco a largo plazo)—; las estrategias de importación, en nada módicas; la variedad de ofertas, ínfimas y ocasionales; y por supuesto, los precios, por las nubes. Aquí, en este periódico, publicamos un trabajo relacionado con el costo de varios muñecos, peluches y carritos que superaban el salario básico de cualquier trabajador. La esperanza fue que al problema no se le daría la espalda; ahora, un lustro después, ¿qué ha cambiado?

Para muchos padres, a los cuales entrevistamos, el escenario de hoy es peor. En Cienfuegos, por no existir, ni siquiera existe una tienda para la venta de estos objetos y materiales didácticos. La alternativa más a mano está en los negocios por cuenta propia, donde suelen expenderse juguetes de elaboración artesanal, algunos de calidad cuestionable y poco atractivos para los muchachos, pero, a fin de cuentas, la “mejor” opción. Y sí, constan loables iniciativas como la de la marca cubana Gabi & Sofi, de la cooperativa Decorarte —orientada al mercado infantil—, aunque con la deuda de que sus productos consigan una mayor presencia en el comercio minorista.

Casi en los mismos términos, y probablemente hasta de forma más crítica, puede describirse el asunto de la producción textil para los niños. “Es un problema de toda la vida: no hay un establecimiento de ropa para ellos, y menos de zapatos”, aseveró una madre. Y la gota que colma la copa son los actuales mecanismos de comercialización. Si ya no bastara con la escasez de estas producciones, su venta en moneda libremente convertible (MLC) le echa más leña al fuego ante la imposibilidad de muchas familias que ni reciben remesas, ni pueden permitirse la compra de divisas en el mercado informal. Preocupa y, a decir verdad, deviene motivo de disgusto, pues hasta las pocas confituras se ofertan en MLC y luego son revendidas en la calle a precios exorbitantes por “los hombres del saco” que abusan del bolsillo de los padres.

“Mira, te hago catarsis: un triste paquetico de galleta puede costar hasta 500 pesos cubanos, y ayer pagué 250 por una caja de jugo”, refirió otra madre cienfueguera. Tal realidad, en extremo sensible, urge de una atención distinta y, sobre todo, de decisiones apegadas al sentir de quienes darían cualquier cosa por bajar el cielo para sus hijos. El fomento de micro, pequeñas y medianas empresas dirigidas a estos grandes vacíos del mercado nacional abre oportunidades para resarcir el actual panorama, pero necesita ser asistido por soluciones más apremiantes. En un contexto económico desfavorable, golpeado por la pandemia de Covid-19 y el bloqueo estadounidense, se sabe que es difícil; sin embargo, ¿acaso por nuestros niños no hemos hecho hasta lo imposible?

Otro punto en la mira concierne a las opciones recreativas y culturales para los menores. En Cienfuegos existen, cierto, y aun así resultan insuficientes. El Parque de Diversiones Amanecer Feliz, junto a las instalaciones que para ese segmento poblacional ha creado el Grupo Extrahotelero Palmares, no cubren las expectativas, porque, además, algunos de estos lugares ni siquiera son tan asequibles. Por ello, la visión y las proyecciones tienen que ser diferentes. A donde primero debemos apuntar es a los barrios, con parques infantiles que languidecen entre el abandono y la hierba que los asfixia. Asimismo, los grupos y proyectos para niños pudieran ocupar espacios fijos los fines de semanas en sitios de la ciudad o visitar de manera más asidua las comunidades apartadas y vulnerables del territorio, mientras las condiciones epidemiológicas lo permitan. Se trata de inventarnos opciones y de espantar el fantasma de los obstáculos.

A los consabidos derechos y garantías de los cuales goza la infancia en Cuba todavía pueden sumárseles más colores, si de una vez saldamos la deuda con el mercado para el público infantil y abrimos puertas, de todos los tonos y variantes económicas, que aseguren el ocio y esparcimiento de los pequeños. En el camino hacia la recuperación de la economía cubana, estos temas debieran constituir prioridad y no ser vistos como algo menor. El arcoíris, por sí solo, es hermoso, pero nuestros niños merecen deleitarse con el más bello.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

2 Comentarios en “Un arcoíris para la infancia

  • el 15 enero, 2022 a las 10:06 am
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    En el parque de diversiones no es solo que no cumplan las expectativas, sino que han permitido que inescrupulosos “emprendedores” se tomen aquellos lares por asalto, para pesadilla de quienes allí acuden con sus pequeños. Si compras los tíckets puede que te quedes con todo el dinero gastado en boletos de papel sin respaldo, porque de los aparatos del parque funcionan dos o tres, por cierto los que menos gustan a los muchachos, mientras los dueños de la cama elástica, del orbotrón, el que vende granizado a 10 pesos el vasito o los que expenden juguetes plásticos a precios astronómicos hacen “zafra” con tu bolsillo.

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    • el 16 enero, 2022 a las 6:12 pm
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      Recuerdo hace dos años escribí un comentario sobre el parque de diversiones de Cienfuegos, a casi un año de su reapertura, y era más o menos la misma situación, inexplicable, equipos sin funcionar en un parque reinaugurado, cero ofertas gastronómicas, cero oferta cultural, y ya entonces, sin pandemia, estaban diciendo que el país tenía problemas con las confituras, aunque a las afueras del lugar (al menos en el momento de aquella visita, que además fue en el horario nocturno), los caramelos, chicles sorbetos y galleticas no faltaban. Le faltaban al país, pero no a los revendedores. Y nada, la vida sigue igual…

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