Todo comenzó en Birán el 13 de agosto de 1926

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Muchos dentro y fuera de Cuba tienen una imagen de Fidel que lo identifica como un hombre alto, fornido, en uniforme militar y con una icónica barba que se fue tornando blanca con el paso de los años. Pocos se detienen a pensar en el origen de aquel hombre que también fue un niño, como cualquier otro, y disfrutó de hacer travesuras a familiares, vecinos y amistades.

La imagen que se ha establecido con el decursar de los años es la del jefe rebelde que se enfrentó a la tiranía batistiana y, al mando de un puñado de guerrilleros, derrotó a miles de soldados armados, entrenados y asesorados por Estados Unidos; que colocó a Cuba en los primeros planos de la vida política internacional y que, poco más de dos años después del triunfo en enero de 1959, proclamó el socialismo a las puertas de la mayor potencia imperial del mundo porque ese era el camino para transformar la realidad económica, política y social del país heredada tras siglos de explotación extranjera.

Por esa razón, son escasos los trabajos dedicados a desentrañar cuáles fueron los elementos que influyeron en su formación como ser humano y cómo se moldeó la personalidad del niño que se convertiría en un destacado revolucionario de pensamiento martiano y marxista-leninista, estadista de talla mundial, cabal defensor de la independencia nacional y convencido antiimperialista, paradigma de patriota.

Para asomarnos a los años iniciales de su vida, debemos hablar del lugar donde nació, Birán. En la zona, según afirman sus habitantes, existió un cacicazgo indígena que estuvo en constante pugna con otro cercano. También hubo una prefectura mambisa.

Todo ello fomentó un sano orgullo entre los pobladores del lugar, al que, seguramente, aquel niño no escapó. Se cimentó un sentimiento de rebeldía que ha crecido poco a poco con el tiempo, reafirmado por el devenir histórico de sus habitantes, que se incorporaron a las filas revolucionarias para combatir a la dictadura batistiana entronizada por el golpe militar del 10 de marzo de 1952.

En aquella zona está enclavada la finca Manacas, que fue propiedad de don Ángel Castro Argiz. Estaba rodeada de plantaciones cañeras, frutales y cultivos diversos. Había vacas, cerdos, caballos y aves de corral. En la lontananza se divisaban las montañas de la Sierra Cristal, invitando a adentrarse en sus bosques de pinos y maderas preciosas.

Bajo la mirada certera y con el esfuerzo personal de su propietario, la finca se fue ampliando con nuevas tierras y construcciones hasta surgir lo que se conoce en el campo cubano como un batey, autosuficiente en la producción de alimentos y con diferentes servicios, entre ellos una tienda, oficina de correos y telégrafo, y escuela rural mixta sufragada por el dueño del lugar para que recibieran las primeras enseñanzas no solo sus hijos, sino también los niños de los alrededores.

En aquella finca, don Ángel formó una familia con la joven pinareña Lina Ruz González. El tercero de sus hijos llegó al mundo casi al iniciarse el día 13 de agosto de 1926. Fue un varón que recibió el nombre de Fidel Alejando Castro Ruz. Desde sus primeros años de vida, reveló independencia de acción y un creciente interés por conocer el mundo rural que le rodeaba. Así, recorrió las cercanas serranías, se bañó en arroyos y charcas y se relacionó con los hijos de los campesinos pobres de la zona, de los que trabajaban en la finca y, sobre todo, con los haitianos que habían hallado allí cobijo y un sitio donde ganarse el sustento.

En el intenso, prolongado y fructífero proceso de definición de su personalidad, su carácter y temperamento influyeron factores familiares, sociopolíticos, culturales, económicos y otros como el entorno de Birán y los que conoció luego más allá de la finca, determinantes en el proceso de socialización del niño, del Fidel adolescente y joven.

Para adentrarnos en los factores que determinaron la conformación de su personalidad, lo más acertado es tomar como referencia algunas ideas que Fidel expuso en varias oportunidades al ser entrevistado. El líder histórico cubano reconoció que en la vida de los hombres es importante la actitud que asumen ante las circunstancias de la vida, en especial frente a las demandas impuestas por las crisis y la lucha revolucionaria. También afirmó que no nació revolucionario, sino que se convirtió en uno debido a situaciones específicas por las que transitó desde su infancia.

A partir de tales afirmaciones, me atrevo a añadir algunas ideas sobre los factores que moldearon la personalidad de Fidel desde sus primeros años de vida. Desde niño, transitó por un proceso de evolución constante, que fue conformando y consolidando sus sentimientos, principios, ideas y valores.

Todo ello tuvo su origen en la familia, en la escuelita de Birán donde estudió desde la más tierna infancia (también en aquellas donde estuvo matriculado tanto en Santiago de Cuba como en La Habana), en las personas, incluidos los profesores, con que interactuó. Hay que tomar en consideración, sobre todo, las condiciones de la zona agrícola donde pasó sus primeros años y las del país cuando se trasladó a las ciudades antes mencionadas, entre otros muchos aspectos.

En relación con los aportes familiares a su formación, se debe reconocer, indudablemente, la herencia intangible que recibió de sus padres. Entre los primeros factores que cimentaron la personalidad y el pensamiento revolucionario de Fidel estuvo ser testigo directo de la vida de su padre: un hombre pobre, reclutado por el ejército español para combatir a los independentistas cubanos y que, luego de su repatriación a tierras ibéricas, retornó a Cuba dispuesto a labrarse un porvenir distinto al que tenía en España y lo logró.

Fidel habló siempre de su padre como un hombre con mucha fuerza de voluntad que aprendió a leer y a escribir por sí mismo, activo, emprendedor y con una alta capacidad natural de organización. Se debe recalcar el tesón y la laboriosidad de don Ángel, que le permitieron transitar desde la condición de inmigrante gallego pobre a la de poseedor de un latifundio agrícola y una casa confortable para su familia.

También hay que mencionar su austeridad: pese a tener cierto nivel económico, no se caracterizó por hacer ostentación de ello. En aquella casa solo se disponía de los artículos y enseres necesarios a la vida familiar. No menos importante fue su constante ayuda a los campesinos de la zona en las etapas del llamado “tiempo muerto”, demostrando que no olvidó de su origen humilde.

A esos atributos que marcaron definitivamente al niño Fidel se sumó el carácter recio de don Ángel, indispensable para enfrentar las adversidades de la vida antes, durante y después de establecerse en la finca Manacas. Con ese carácter, don Ángel pudo sortear las presiones de las grandes compañías azucareras norteamericanas −que, con sus miles de caballerías de tierras, rodeaban las propiedades de la familia Castro Ruz− y lograr cierto grado de convivencia pacífica con ellas.

Es indiscutible que Fidel heredó el espíritu de sacrificio de su padre, un hombre emprendedor que no se amilanaba ante las circunstancias, por muy grandes que fueran los escollos. También, el don natural de liderar, la capacidad innata de organización, el espíritu de rebeldía ante las circunstancias difíciles que enfrentó posteriormente, algo también presente en Raúl, su hermano menor.

Ahora bien, ¿qué aportó doña Lina Ruz González en la formación de la personalidad de Fidel? Hija de campesinos pobres desalojados de su parcela en el occidente cubano, ella conoció los sinsabores de aquella vida y de una familia que perdió las tierras que trabajaba sin descanso.

Durante su vida familiar en Birán, demostró ser una  trabajadora infatigable, dedicada por entero a la atención de la casa y sus hijos, a los que enseñó disciplina y orden. Lina fue una mujer luchadora, con sólidos valores humanos que fueron la base de la educación de la familia que fundó junto a don Ángel.

De ambos padres, Fidel heredó la rectitud en su conducta personal, la ética, la solidaridad hacia los demás, en especial con los desposeídos; la dedicación al trabajo, la modestia y la ausencia de vanidades; su afán por aprender siempre para servir mejor a la sociedad… En resumen, la tenacidad, la abnegación, la intransigencia, el desinterés, el humanismo y la sinceridad. Como él mismo afirmó en cierta ocasión, los hijos le deben todo a sus padres.

En cuanto al entorno en que vivió una parte importante de su niñez y adolescencia, la finca Manacas y la zona de Birán, en la escuelita del lugar estudió las primeras letras y estableció sólidas relaciones interraciales, sin marcadas diferenciaciones socio-económicas ni religiosas, porque se relacionó con todos, fueran trabajadores de la finca o pobladores del lugar. En aquel paraje conoció la vida del campesino, apreció la miseria en que vivían aquellos hombres y mujeres, tanto cubanos como haitianos.

También estuvo en contacto directo con la naturaleza y dedicó tiempo a explorar los pinares de Mayarí y emprender cacerías. Sus andanzas campestres contribuyeron no solo a desarrollar fortaleza física, sino también su afán de descubrir lo desconocido, de desentrañar lo que podía aprender de la naturaleza y adaptarse a ella sin grandes dificultades.

No fueron las únicas fuentes de su formación. Hijo de un terrateniente, Fidel conoció el hambre cuando fue enviado a estudiar a Santiago de Cuba y vivió en una casa precaria cercana al instituto de segunda enseñanza ubicado en la Loma del Tivolí. Por entonces, Santiago era un foco de rebeldía contra el Gobierno tiránico de Gerardo Machado, que fue combatido resueltamente por estudiante, trabajadores y una parte importante de la población.

La ciudad santiaguera era, en 1933, un hervidero revolucionario donde las fuerzas represivas descargaban su furia contra quien mostrara su descontento con el Gobierno y sus políticas. A pesar de su corta edad, Fidel no olvidó esa atmósfera y recordaría, muchos años después, las protestas populares y los disparos de las fuerzas policiales.

No menos importante fue su paso por escuelas religiosas tanto en la capital oriental como en La Habana, donde pudo constatar las diferencias sociales y raciales, además de recibir una educación que le permitió entender la realidad que le rodeaba y le preparó para la vida futura.

En Fidel también influyeron las decisiones y acciones de las diferentes agrupaciones políticas que actuaban en el país, incluidas las fuerzas de izquierda, que evidenciaron la necesidad de transformar la realidad nacional para erradicar los males que atenazaban al país. Asimismo, la situación política que conoció al ingresar en la Universidad de La Habana, donde, junto con sus compañeros, enfrentó a grupos gansteriles defensores de políticos que pretendían hacer de la casa de altos estudios un sitio favorable a sus designios.

En ese entorno, Fidel continuó sus estudios sobre la historia de Cuba y la universal; se adentró en textos de los clásicos del marxismo-leninismo que cimentaron su rebeldía y su disposición a la lucha, primero, política y, después, armada.

Sería interminable detallar todos los elementos económicos, políticos y sociales de la realidad cubana e internacional que influyeron en la formación de la personalidad de aquel niño nacido el 13 de agosto de 1926.

Importantes personalidades de la política, la cultura y otras esferas del quehacer humano han señalado algunos rasgos de Fidel, al afirmar que fue un genio en múltiples esferas de la vida militar y como estadista; que como ser humano se caracterizó por ser afectuoso, hablar con voz suave, cortés, ingenioso, poseedor de un gran humanismo y un demostrado amor por los niños, así como una sostenida solidaridad con los pueblos oprimidos y que luchan por su independencia y soberanía nacional.

Sobre todo, se ha destacado su apego a los principios que defendió siempre, sustentados en las ideas de José Martí, lo mejor del pensamiento revolucionario latinoamericano y el marxismo- leninismo.

No podemos olvidar su dedicación para lograr y mantener la unidad de las fuerzas revolucionarias cubanas como premisa indispensable para preservar la victoria revolucionaria alcanzada en enero de 1959; su perspicacia y objetividad para analizar y prever acontecimientos y procesos políticos, económicos, sociales e históricos nacionales y mundiales; su capacidad de previsión táctica y estratégica para diseñar la política nacional e internacional de la Revolución cubana.

Fidel Castro Ruz es −lo escribo en presente a pesar de su partida física, porque siempre nos acompañarán su ejemplo y sus ideales− de esas personalidades revolucionarias cuyo pensamiento y acción animarán eternamente a millones de hombres y mujeres de todo el mundo a combatir las injusticias, la opresión imperialista, la mentira y los intentos de menoscabar la independencia y soberanía de los pueblos, comenzando por el de Cuba.

Esa gran masa humana lo admira y respeta también por sus actos solidarios en apoyo a las causas más nobles del mundo. Todo ello tuvo su origen el 13 de agosto de 1926 en la finca Manacas, en la zona de Birán, y es herencia nutricia de las actuales y futuras generaciones de cubanos.

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Cubadebate

Medio de información alternativa que alerta sobre campañas de difamación contra Cuba. Agrupa a periodistas cubanos y de otras nacionalidades en torno al Círculo de Periodistas contra el Terrorismo

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