Tata Nacho y la canción mexicana
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A Ignacio Fernández Esperón lo llamaban Tata Nacho. El origen de ese sobrenombre posee raíz indígena e hispana. La voz Tata proviene de “tahtli, que en lengua náhuatl es una expresión de cariño aplicada al padre, el abuelo o a cualquier otra persona a la cual se le reconoce una autoridad moral. Lo de “Nacho” es el diminutivo afectuoso aplicado a quienes se llaman Ignacio.
En su caso, todo comenzó como un apodo cuando de niño sufrió una caída que le hizo perder la dentadura. Sus condiscípulos se burlaban de él porque al verlo sin dientes lo comparaban con un anciano.
Aquel apodo lo llevó siempre consigo, aunque al paso de los años lo de Tata Nacho –Papá Nacho– ha servido para reconocer la autoridad de Ignacio Fernández Esperón, en su caso desde el punto de vista musical. Ciertamente estuvo dotado de ella.
Nació en Oaxaca en 1894. Fue el hijo de un médico amante de la música y de una pianista, de modo que su afición al pentagrama le vino por partida doble. Desde joven se acercó a compositores y artistas de su época al tiempo que componía sus primeras canciones, entre ellas la muy conocida Adiós, mi chaparrita que él mismo estrenó al piano. En aquella ocasión tocó también La borrachita, que junto con la primera goza de primacía dentro de la canción tradicional mexicana.
A fines de la década de 1930 viajó a España, donde conoció y estableció amistad con el poeta Federico García Lorca. De allá fue a Francia y poco tiempo después regresó a su país para fundar en 1945 el Sindicato Mexicano de Autores, Compositores y Editores de Música.
La radio fue parte de su vida en el arte, cuando en 1947 fue contratado por la XEW de la capital azteca, y creó el programa Así es mi tierra, inspirado en el título de una de sus canciones. Desde 1952 fungió como codirector de la Orquesta Típica de la Ciudad de México, junto al maestro Pablo Marín. A partir de 1960 –luego del deceso de Marín-, se mantuvo como director único. De Tata Nacho también es Amanecer ranchero, que popularizó Jorge Negrete.
Además de dirigir la Orquesta Típica, creó y lideró el conjunto Rondalla Mexicana, dedicado a la música popular.
Dedicó gran parte de su vida a promover los nacientes valores de la música mexicana. Para ello le ayudó mucho su condición de productor del espacio radiofónico Así es mi tierra.
Interesante dato es que Tata Nacho fue quien descubrió las cualidades vocales de una joven sinaloense llamada Lucila Beltrán Ruiz cuando ella trabajaba como secretaria en la XEW. Durante una gira de la cantante Matilde Sánchez, alias “La torcacita”, faltaba una voz femenina en el programa. Tata Nacho le hizo la prueba, y así descubrió las cualidades de aquella joven que llegó a ser una de las voces femeninas representativas de México. Durante toda su carrera ella respondió al nombre artístico de Lola Beltrán, sugerido ni más ni menos que por el propio Tata.
Sé que el apellido Esperón sugiere un probable parentesco entre Ignacio y otro grande, Manuel Esperón. Pues sí, eran primo-hermanos. No siempre han sucedido esas coincidencias, ya que muchos artistas han adoptado nombres y apellidos inspirados en otros que los inspiraron sin que mediara entre ellos parentesco alguno.
De Ignacio Fernández Esperón, el universal Tata Nacho, México conserva un recuerdo valioso, pues fue uno de los más grandes exponentes musicales de la Canción Mexicana, esa que devino especie de puente transicional entre el canto lírico y la canción ranchera. Ese es uno de los puntos que lo definen en su grandeza.
Compuso canciones tradicionales, música ranchera y boleros, como el que se titula Nunca, nunca, nunca que es pieza indispensable para los mejores tríos.
Tata Nacho ostenta una paternidad en la tradición musical mexicana que no admite discusión.
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