Salón de Arte Naif en Cienfuegos: Entremezcla de sabores probados con no pocas novedades

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Con la tan esperada “nueva normalidad”, el Consejo de las Artes Visuales de Cienfuegos retoma el Salón de Arte Naif y consigue la presencia de aquellos artistas que sustentan los vigores de un hacer signado por lo autorreferencial, anecdótico, negado a los academicismos y discursos eruditos, de efusiva pureza cromática, gustosa de las yuxtaposiciones de planos para crear la ilusión de perspectiva, rendida por el gracejo narrativo, los acentos costumbristas, por lo general en escenarios rurales, y la actualidad de los temas locales.

La muestra colectiva acusa una entremezcla de sabores probados con no pocas novedades. Justo a algunas de ellas, dedicaremos este texto que no pretende agotar las variacionesy riquezas del salón, si bien demanda mayores riesgos topiculares y curatoriales. Hay autores que han evolucionado positivamente y otros que son víctimas del inmovilismo; igual, convergen líneas muy tradicionales con otras marcadas por las regularidades primitivizantes. Aunque no es todo lo preciso que debiera, ha sido muy atinada la nomenclatura del salón (al figurársele como Salón de Arte Popular en lo venidero), y tomar como inspiración al octogenario Julián Espinosa (Wayacón).

Como es habitual, la mirada hilarante de Tania Madruga.

José Basulto Caballero (De la serie Cuéntame Pinocho, Premio), constata su naturaleza inquieta y desenfadada, ese denuedo por explorar cualquier material expresivo o póvera (en este caso el bambú), con el que sigue fabulando sobre la realidad pueblerina y costera. El relato de este pintor y escultor es proveído de humorada, soltura rítmica, cromas intensas, múltiples, y formas heterogéneas que salpica con elementos de la vanguardia y el arte instalativo. Ruslán González Korets (Volver a respirar, Premio), insiste en sus relatos recurrentes y no logra superar otros envíos anteriores, a fuerza de obsesionarse con personajes y situaciones que recrea con mucha frecuencia y cierta retórica en los enunciados, si bien hay algunas soluciones encomiables en la pieza premiada. Talento y destreza tiene para amasar mayores novedades. De la misma forma, Carlos A. Cáceres (Mama Cusa, Premio), nos deja algo afligidos por las reincidencias topiculares en su obra, un calco de otras muchas de su reservorio visual. Cáceres, que ha sido premiado en otros salones de Arte naif, también posee el talento para erigir textos más liberadores e incluso, de mayor destreza figurativa.

Julio Barbón Davis (Otra hija de Obatalá y La flor de la maravilla y la virgen, Premio), despierta curiosidad, toda vez que alcanza un grado de síntesis poco habitual entre los “primitivos”. La telúrica de sus mestizas sobresalta y en mucho recuerda el estilo de algunas obras tempranas de Mendive. Igual, la certeza cromática, composición y expresividad de los personajes le destaca entre el resto de los concursantes. Inobjetablemente, la gran sorpresa.

No sabemos cómo se las arregla Tania Madruga (El beso, Mención), para recrear escenas costumbristas tan hilarantes. El beso es un texto que devela la superación de esta pintora popular, no solo por el gracejo de la situación y sus protagonistas, sino también por los aderezos técnico-formales, particularmente el diseño de los accesorios (La foto en blanco y negro, por caso) y los juegos dimensionales de las figuras. Por su parte, otra fémina, Lizzette Pérez Castro (La nueva normalidad, Mención), nos emocionacon su línea segura, fresca, el acuse de los detalles, los signos femeniles y costumbristas; asimismo, por el cuidado en la telúrica del relato. A todas luces, es técnicamente, la más depurada.

También seduce la soltura de la talla o relieve policromado de Andrés A. Villa (De la serie Figuraciones), nos sobrecoge la destreza gráfica del lienzo de Ernesto Álvarez (Para los que ya no están entre nosotros), y la energía fabulatoria de Santiago García (Desde el palenque con el apóstol); estos dos últimos con premiosmerecibles, aunque sus grafías no tengan una propensión clásica hacia el arte popular.

Gratificante, grosso modo, es este salón, que ha vuelto para regocijo de los públicos y anuncia la madurez pronta de otras generaciones de artistas.

Vista del Salón de Arte Naif en Galería de Santa Isabel.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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