Por un capital ambiental y tecnológico

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Las ciencias confirman lo que el espíritu posee: la analogía de todas las fuerzas de la naturaleza”.

José Martí

 La  máxima enunciada por el Apóstol en el diario venezolano La Opinión Nacional, cobra vigencia en el mundo actual. Hoy está presente el arsenal ideológico del Maestro y sus presagios humanistas, en pos de una cultura de la naturaleza capaz de enfrentar los retos de este milenio, permeado de controversias generales, que invocan un orden para la sobrevivencia humana.

Ahora el desarrollo tecnológico transforma los procesos sociales, desde lo económico y lo político hasta la vida íntima de las personas, los patrones de consumo, la reproducción humana, la extensión de la vida y sus límites con la muerte.

La revolución científica del siglo XVII creó una ciencia capaz de intervenir en los métodos productivos, en la explotación de los recursos naturales y a finales del siglo XIX se convirtió en el factor dominante del cambio tecnológico.

Así transcurrió la segunda revolución industrial con omnipresencia del saber científico.

Cuba, como país en desarrollo, pondera ese quehacer; durante la celebración del vigésimo aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, el 15 de  enero de 1960, el Comandante en Jefe Fidel Castro esbozó las bases de la política de formación humana y desarrollo profesional de la Revolución, al plantear: “El futuro de nuestra Patria tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia”.

En esta fecha se conmemora cada año el Día de la Ciencia Cubana. La precoz perspectiva del jefe de la Revolución halló concreción en múltiples estrategias que han posibilitado que hoy, esta nación marche a la vanguardia en diversas tareas.

El uso racional y eficiente de la energía y el desarrollo de las fuentes renovables son temas prioritarios; excelentes han sido los impactos en sustitución de importaciones y logros en biotecnología, sector por el cual apostó el país desde mediados de los años 80.

Audaces todos estos resultados en un mundo tan desigual, donde para países pobres como el nuestro la descapitalización es la espada de Damocles.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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