Pinceladas de Montevideo: a la sombra del añoso ombú

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 46 segundos

Cuántos recuerdos dice guardar Elenita a la sombra del ombú situado en medio del Bulevar España, en el céntrico barrio Pocitos, de la capital de la República Oriental del Uruguay. “Vos no sabes qué divino lugar. Bajo las ramas de ese árbol me robaron los primeros besos a hurtadillas, y conocí el amor de juventud“, cuenta nuestra amiga uruguaya.

Además, tanto para ella, como para el resto de sus coterráneos, este hermoso ejemplar del arbolado de Montevideo tiene un significado muy especial comoquiera que para la mayoría de los citadinos se considera el más longevo de su especie en la urbe metropolitana.

En la placa alegórica, al pie del tronco del frondoso ombú, aparece una foto tomada a principios del pasado siglo. Ya a la sazón era una planta crecida, lo que demuestra su existencia centenaria. En tanto, la propia cita da cuenta de que el mismo se ha convertido en un ícono de la zona en su evolución urbanística.

El árbol dispone bajo su follaje de un espacio devenido plaza, donde los lugareños disfrutan del frescor de la sombra en los días cálidos, o sirve de motivo para la charla entre amigos y familia, como también un remanso nocturno para los enamorados que asisten allí para susurrarse al oído frases de amor. Y entre otros tantos motivos de alabanzas, en 1950 fue declarado Árbol de la Fraternidad Americana.

Montevideo es en este país sudamericano la ciudad donde existe mayor número de ombúes. Resulta muy significativo que este representante de la flora indígena no desentona junto a los edificios modernos, alardes de la eficiencia del desarrollo constructivo local. Su tronco de amplia circunsferencia, su ramaje retorcido, su copa frondosa, ofrecen un contraste interesante a la sobriedad de líneas de la arquitectura moderna.

Muchos ombúes existen diseminados en toda la vasta extensión de la ciudad. Los hay en extramuros, entre las quintas de verdura, y en la parte céntrica junto a las calzadas, plazas y jardines. Aquí los envuelve el incesante estrépito de los cláxones de los autos y ronronear de motores de vehículos que transitan incesantemente. Más allá, un remedo de la paz campesina.

Al pasar junto a ellos, si no vamos dominados por las preocupaciones que impone el ritmo acelerado de la vida cotidiana y apresurada propia de la ciudad, su presencia nos invita a pasar un rato bajo su sombra.

Estamos en presencia de un árbol, conocido en el mundo de la ciencia por Phytolacca dioica, de rápido crecimiento. Su corteza tiene tonos rojizos y una floración abundante que lo destaca como especie ornamental.

Esta especie de la flora autóctona ofrece una amplia gama de beneficios tanto ecológicos como medicinales y culturales. Su amplia copa sirve de refugio a la fauna. Además, se le atribuyen propiedades laxantes y cicatrizantes, y se utiliza en cataplasma para atenuar dolores de cabeza.

Y vea, existe la creencia en algunas culturas que partes (raíz, cortezas, hojas, flores) del ombú poseen poderes mágicos para enamorar, pero también causar daños al prójimo, aunque tales presupuestos no tiene basamento científico alguno; mero misticismo que ha pasado de generación a generación por tradiciones populares, sobre todo en la población de zonas rurales.

Visitas: 40

Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *