Pequeña crónica diurna para un año feliz (+Fotos)

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Uno ve estas fotos y siente el tacto del acné que nos acompañaba a casi todos, e imagina la tersura de las pieles perfectamente acariciables de las muchachas en flor. Y la combinación de azules que nos uniformaba y el plástico negro calzando nuestros pies sin dolores.

Te convences entonces que la máquina del tiempo no es un entresijo de la física cuántica, la ves tan real como un helado de chocolate.

Y una vez a bordo la pones en marcha atrás y aterrizas suavemente en el pasillo central de la escuela, por entonces un monumento al brillo que algunos utilizaban para patinar al estilo que las estrellas soviéticas de la época lo hacían desde el hielo de las páginas a todo color de sus revistas.

No creo que sea un alarde de memoria si les digo que recuerdo perfectamente las dos fechas que acotaron nuestra estancia en Carmelina (ESBEC Juan Alberto Díaz en términos oficiales): miércoles 12 de septiembre de 1973 y el domingo 7 de julio de 1974.

La primera porque al momento de salir desde el antiguo Colegio de los Jesuitas en Cienfuegos, especie de acuartelamiento previo a la aventura por iniciar, alguien que había sido profesor de Geografía en mi secundaria de Palmira y luego una gloria de las artes visuales cienfuegueras, el desaparecido José García Montebravo, llegó con la noticia de que el día anterior habían matado a Salvador Allende. Y la segunda mucho más fácil, al otro día era mi cumpleaños diecipico.

La vida vino luego con su compás trazador de destinos, y hoy nos tiene desperdigados por los cinco puntos cardinales del planeta, contando ese que solo indica la brújula de la nostalgia.

En tiempos de tanta virtualidad, demasiada diría, aprovechar los espacios que la tecnología facilita, es como volver a la última formación en la plaza de la escuela antes de que el compás trazara los primeros apuntes en las coordenadas posteriores de aquellos 84 que llegamos el día posterior al golpe pinochetista.

Y despedirnos con un calorcito inédito en la parte izquierda del pecho. Quizá faltaron abrazos y besos, tan prolijos en estos días, cuando los varones se besan entre ellos casi más que las muchachas. Pero miradas húmedas seguro que las hubo.

Quizá pocos repararon que los rumbos semejarían un juego de yaquis recién lanzados al piso.

Pero aquí estamos ahora algunos nostálgicos, desvistiendo al olvido, para entallarle luego el traje nuevo del recuento. En un mundo tan tecnológico donde las fotos en blanco y negro son un lujo o una aberración cromática. Depende del prisma que use el mirador.

Las imágenes nos recuerdan que nos peinábamos con una raya al lado, al izquierdo para ser precisos, pequeño signo capilar de una época. Como las medias blancas a media pierna de las muchachas, que chica es una palabra de mucho más acá, importada como las alpargatas un día tan viejo que ya ni el mismo tiempo lo recuerda.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

2 Comentarios en “Pequeña crónica diurna para un año feliz (+Fotos)

  • el 9 julio, 2023 a las 2:28 pm
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    Coño, Camarada, que bueno saber que ese tímido canto a la nostalgia y la juvenilia te aflorar tan gratos recuerdos. Mil gracias por tener lectores como tú, que además conocen del tema. Como bien sabes el 12 de septiembre se va a cumplir medio siglo exacto del primer aterrizaje estudiantil en la roja pista de Carmelina. Me agradaría que ese esbozo que acabas de compartir lo convirtieras en crónica. Te lo dejo de tarea para la casa. O mejor, para el estudio individual. Un abrazo.

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  • el 8 julio, 2023 a las 5:11 pm
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    Pancho, primero que todo, las felicitaciones por el cumpleaños ayer. Yo me guié por la siempre certera memoria del Chino Entenza y entre los pendientes del día tenía llamarte para una de esas parrafadas antológica que de vez en vez nos dispensamos. Gracias por esta otra crónica a nuestra Carmelina, la de los mejores años juveniles de todos nosotros. Contigo hoy volví a aterrizar en aquel pasillo central impecable, y repasando las fotos vino el recuerdo de mucha gente. Hoy me has hecho recordar a Juan Araña, vecino y autor de al menos una de las instantáneas, la primera. El papá de Vicky (extremo derecho) y de Tere, la pequeñita de la foto, era fotógrafo de La Madrileña y gracias a él atesoramos hoy esas y otras imágenes compartidas en nuestro grupo de Facebook. Me has hecho recordar a Dalia Wong, la madre del Dr. Fleites, otorrino y compañero y amigo de la infancia junto a sus hermanos. Dalia pintaba, y esa pintura mural de fondo en la foto la hizo ella en uno de aquellos memorables desembarques de miércoles de las madres en la escuela para hacer de todo, desde trapear hasta ayudar en la cocina las artes del abuelo Abundio. En un pestañazo vi a la Elo bajándose presta de la Girón de Valencia, ella que hoy apenas puede dar dos pasos. Contigo ha vuelto a los romanceos con la causante de las primeras y entonces inocentes arritmias, ella, por y para siempre la primera, la que jamás se olvida, y bien que lo sabemos. He corrido al puente para ver llegando por la curva a mi viejo en su V8, puntual como lo eran los lecheros de entonces. No sabes la de veces que sueño con aquellos piquetes de fútbol y basket, las trastadas en el campo. Gracias de nuevo. Ya hablaremos de eso y más está noche. Felicidades reiteradas por el cumple.

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