Núñez Jiménez: el que aprende y emprende
Tiempo de lectura aprox: 6 minutos, 17 segundos
La primera vez que supe de Antonio Núñez Jiménez era yo apenas un adolescente. Fue a través de una anécdota jocosa que su “casi tocayo”, el inolvidable humorista, escritor y dramaturgo Enrique Núñez Rodríguez narró deliciosamente en uno de sus libros. Corrían los primeros años luego del triunfo de enero de 1959 y por el parecido entre sus nombres habían confundido en un restaurante a Enrique con Antonio, dispensándole a aquel el tratamiento de Capitán del Ejército Rebelde y figura conocida del naciente gobierno revolucionario. Más tarde, conocí que Núñez Jiménez también había fundado la Sociedad Espeleológica de Cuba y luego cayó en mis manos un excelente libro de su autoría sobre la historia, la geografía y la cultura de Nuestra América.
¿Pero, a cuántas cosas se dedicó realmente este hombre? Me preguntaba entusiasmado entonces: militar, político, espeleólogo, historiador, escritor. Con el tiempo continué descubriendo algunas otras de las aristas o ámbitos en los que este ser humano excepcional incursionó a lo largo de su intensa y fructífera existencia. Pero siempre hubo un “denominador común” en todo cuanto fundó, produjo o concibió: la ciencia, que le permitió desplegar la visión integradora que lo distinguió ante los importantes desafíos intelectuales y materiales a los que se enfrentó. Comoquiera que durante 2023 celebramos el año de su centenario, no existe mejor ocasión para recordar, justipreciar y homenajear el inmenso aporte de Antonio Núñez Jiménez a la cultura cubana.
Había nacido en Alquízar, un territorio rural de la antigua provincia de la Habana, el 20 de abril de 1923. Todo parece sugerir que su terruño natal despertó en él, desde muy temprano, el entusiasmo por las excursiones y la exploración para no abandonarlo nunca más. Su quehacer fundador empezó bien temprano. Tenía sólo 17 años cuando encabezó, junto a un grupo de apasionados y estudiosos, la ya citada sociedad científica dedicada al estudio de las cavernas. Desde entonces, y merced a la voluntad indoblegable y el talento del jovencito Antonio, la espeleología cubana comenzaría a labrar un sólido prestigio internacional, que fue sustentado durante las décadas siguientes en múltiples estudios sobre las cavernas de la Isla, para develarnos, en definitiva, toda una Cuba subterránea que se desconocía [1].
El espíritu científico y transformador del joven Núñez no escapaba en 1952 a la atención del destacado periodista y poeta revolucionario Nicolás Guillén quien lo comparaba con sabios decimonónicos como Felipe Poey o Carlos de la Torre y Huerta. El juicio de quien luego fuera nombrado con justicia como Poeta Nacional no pudo ser más certero:
El caso de Núñez Jiménez es señero en nuestra juventud. Este valiente muchacho, este joven sabio, no pertenece a la categoría de los eruditos enclenques, a quienes el estudio succiona la vida, como si los secara, apartándolos de cuanto no sea el grueso infolio. Núñez Jiménez aprende, pero emprende (…) Ya escucharéis un día no lejano hablar de este hombre honesto, puro, trabajador, de clarísima inteligencia, señalado tanto para ganar con su obra la gloria propia, como para brindársela al país que hoy le señala entre sus más prometedores hijos[2].
Desde 1951 ya es Núñez Doctor en Filosofía y letras por la Universidad de la Habana, que complementaría más tarde con el de Ciencias Geográficas de la Universidad de Lomonosov, de Moscú en 1960. Imparte docencia en el Instituto de Segunda Enseñanza del Vedado y en la Universidad Central de las Villas. Para entonces ya había estudiado en el terreno lugares tales como la Isla de Pinos, el Pan de Guajaibón, las Cuevas de Bellamar, la Península de Guanahacabibes, la Sierra Maestra y otros tantos sitios naturales del país. En 1954, meses después del asalto al Moncada y con una gran cuota de sacrificio personal, logra publicar su libro Geografía de Cuba, texto con un gran valor científico y patriótico. El libro fue “secuestrado” de las imprentas por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y sus ejemplares quemados. Las razones por las que el régimen de Batista reaccionó de ese modo ante la publicación de un texto para la enseñanza, pueden comprenderse mejor examinando en la prensa de la época las ideas del propio autor:
(…) Escribí esa obra después de recorrer a pie, mochila al hombro, todo el Archipiélago Cubano, desde las azules cumbres del Turquino hasta los abismos de sus cavernas más notables, desde el Norte hasta el Sur, de Isla de Pinos a Cayo Romano. En el largo peregrinar por montes y valles, por las guardarrayas de los centrales azucareros, por los míseros bohíos perdidos entre la serranía, pude ver una realidad social mucho más dramática, triste y bochornosa que la expuesta en los capítulos de la Geografía Humana de mi libro. Créame el doctor Mañach, que un día de 1944, al pie del Cerro de Cabras, en la casi feudal Pinar del Río, vi a un campesino pagar con su única vaca la visita de un médico que venía a consultar a su hijo moribundo. […] Yo creo que la más alta función de un Maestro es siempre decir la verdad, aunque decir esa verdad le acarree la cárcel o el despojo de su cátedra. De lo contrario no sería un Maestro. Ocultar la verdad no es de hombre entero y vertical [3].
Cinco años después, en 1959, el Gobierno Revolucionario decidió reeditar aquella obra que fue después ampliamente utilizada como libro de texto en las escuelas del país. El doctor Armando Hart, entonces Ministro de Educación afirmó que “los fundamentos científicos de la Reforma Agraria están contenidos en esta geografía”.
Con la ciencia y el fusil en ristre, participa en la guerra de liberación (1957-1959). Sus estudios topográficos y cartográficos en la región central del país contribuyeron a preparar el teatro de operaciones, en el que se desplegó más tarde la Columna 8 “Ciro Redondo” en 1958, y allí alcanzó el grado de Capitán del Ejército Rebelde. A las órdenes del Che participa en la liberación de Fomento, Cabaiguán, Placetas, Remedios, Caibarién y Santa Clara.
A partir de 1959, Núñez Jiménez ocupó múltiples responsabilidades tanto en el Ejército Rebelde como dentro del gobierno revolucionario, entre los que se destaca su nombramiento como director ejecutivo del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) en 1959 y su designación como presidente de la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias entre 1962 y 1972. Esta última, compuesta por un grupo de prestigiosos científicos e intelectuales, se erigiría, no en una sociedad científica, sino más bien en el órgano de gobierno que bajo las peculiares condiciones del momento tendría la misión de planificar, organizar, articular y promover el desarrollo científico de la naciente Revolución.
Las tareas estratégicas asignadas a Núñez al frente de la Comisión Nacional de la Academia durante esa compleja etapa de fundación y formación del potencial científico-tecnológico cubano fueron colosales: primero, rearticular el trabajo de las pocas instituciones científicas existentes hasta entonces dentro de la órbita de la Academia. Asimismo, promover la formación de cientos de jóvenes profesionales dentro y fuera del país e impulsar la creación de nuevas instituciones de investigación científica, que abarcaran los diversos campos del saber: desde las ciencias agrarias y técnicas hasta las ciencias médicas, naturales y sociales. En la lógica de las intenciones de la dirección revolucionaria estaba presente el afán por incorporar lo más avanzado del conocimiento universal para integrarlo creativamente al desarrollo agrícola e industrial del país [4].
Esta y otras tantas responsabilidades administrativas, políticas y diplomáticas que desempeñó dentro del gobierno revolucionario jamás supusieron impedimento alguno para continuar alimentando su incansable amor por la naturaleza ni su pasión por investigarla como científico, lo mismo dentro que fuera de nuestro archipiélago. No pueden dejar de mencionarse las dos expediciones polares que realizó: al Ártico, la primera en abril de 1972; a la Antártida, la segunda en noviembre de 1982. Su legendaria expedición en Canoa del Amazonas al Caribe resulta ya “harina de otro costal”: más de 300 expedicionarios participaron en aquella travesía en la cual se recorrieron poco más de 17400 kilómetros y 20 países de las cuencas del Amazonas y el Orinoco, y del Mar de las Antillas [5]. Cuando concluyó en la bahía de la Habana el 28 de junio de 1988, habíase recopilado gran cantidad de información histórica, geográfica y cultural de los pueblos de Nuestra América.
Antonio Núñez Jiménez falleció el 13 de noviembre de 1998, pero su enorme legado ético, científico y pedagógico ha sido sabiamente salvaguardado para las nuevas generaciones. La monumental obra publicada del llamado por muchos Cuarto Descubridor de Cuba, supera los 1600 materiales. Se incluyen en ella además de los libros y artículos de carácter científico, innumerables textos sobre la enseñanza de la geografía, la historia y la divulgación popular de la ciencia. Un significado especial, por su carácter integrador donde se entrecruzan elementos físico-geográficos, históricos y sociales, lo constituye su obra enciclopédica en cincuenta tomos titulada Cuba: la naturaleza y el hombre, que comenzó a publicarse en 1982.
Por si ello no bastara, la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, que el propio científico creara en 1994, atesora casi tres décadas dedicada a la investigación y promoción de programas y proyectos para fomentar una cultura de la naturaleza en el ámbito local, nacional e internacional. Los cultores de las ciencias de la naturaleza, a las que consagró gran parte de su fecunda vida, no deben dejarlo morir nunca; los pueblos en los que dejó su huella y el cubano en particular, menos aún.
[1] Ramos Guadalupe, Luis E. “Centenario de Antonio Núñez Jiménez” Habana Radio, 19 de abril de 2023
[2] Guillén Nicolás “Núñez Jiménez, el joven de iluminada madurez” Juventud Rebelde, 18 de abril de 2013
[3] Hecheverría, I., et. Al (1998). Antonio Núñez Jiménez Opiniones sobre su obra, Fundación de la Naturaleza y el Hombre (pp.14-15)
[4] Clark Arxer, Ismael (1999) 138 años de la Academia de Ciencias de Cuba. Visión de la ciencia en el proceso histórico cubano. Editorial Academia.
[5] Ferrás Pérez, Norma. “En canoa del Amazonas al Caribe” Tribuna de la Habana, 28 de Junio de 2019
* Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.
Visitas: 47