Mis 178 estudiantes y una historia para contar

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 27 segundos

Cuando el pasado curso docente 2023/2024 me fui a impartir clases a la Secundaria Básica de mi barrio, Pastorita, muchos me tildaron de loca, y aunque a las personas osadas nos califiquen con frecuencia de insanos cuando asumimos retos difíciles, no presté atención y me presenté con Magdalena, la directora, quien también pertenece a este grupo de personas que vamos por el mundo dando el frente. Cinco grupos de casi 40 alumnos, unos 178 muchachos sería mi frente de batalla.

Confieso que al principio primó un interés económico, pero cuando me personé en un aula, con casi 40 estudiantes de entre 13 y 14 años, de la más pura adolescencia, comprendí que el oficio de educador no es pago con ningún dinero ni estímulo, porque viene desde algo que no se contabiliza: la vocación.

Y fue duro, muy duro, sentí que flaquearía en la dura labor de controlar y manejar la disciplina, pero poco a poco los fui sumando, con la valiosa ayuda del colectivo de profesores del 8vo., hasta hacer que la Biología se contara entre sus preferencias.

Quizá fue el ejemplo de Jorge Grandall, mi profesor de Biología del Preuniversitario, qué decir profesor, PROFESORAZO, o los recuerdos de mi madre educadora, fundadora de ese centro en el que también estudiaron mis hijos, pero algo me empujó hasta cumplir el compromiso de terminar el curso, y así fue, con éxito, porque el trabajo integrador superó con creces las expectativas.

Hacer que muchachos a los que no les interesara la asignatura se vincularan al entorno marino de O’Bourque; o se preocuparan por conocer más sobre el endemismo de las aves o especies en peligro de extinción; conocieran al mejillón verde, esa especie invasora de la Bahía de Jagua y hasta lo googlearan, supieran de zonas protegidas de la geografía local… se cuentan entre los progresos.

Usar el internet a través de sus propios datos para conocer sobre el mundo maravilloso que nos rodea a través de la Biología, se cuenta como un logro de esta etapa inolvidable de mi vida y la de esos muchachos que me llaman profe y me llenan de orgullo.

Es lo más osado que he hecho en mi vida, y lo asumo como un reto, porque “pararse” frente a un aula de adolescentes y lograr te atiendan por 45 minutos, lo es, a no dudarlo. Y después cuentan otras enseñanzas y aprendizajes, compartir sobre el Bullying, qué es y no tolerarlo; hablar sobre racismo y la homofobia, que ya traen adelantado desde la asignatura de Cívica, nos acercó a ese mundo oscuro que habita en las escuelas y que nos rehusamos a asumir.

Y está Juan Pablo, estudiante del 8vo. 2, quien me confesara al terminar el curso que quería ser biólogo porque ama a los animales; Ryan quién ahora mira el cercano mar de su barrio con otros ojos; Wilfredito, que todos los días me pregunta si este curso volveré a ser su profe… y un montón de muchachos que están ahí para recordarme que no hay oficio difícil cuando se trabaja en pulir diamantes, cuya dureza no asusta sino que por el contrario, atrae.

NADIE, exclusivamente nadie puede cuestionar a un maestro o profesor que en las circunstancias actuales recabe la ayuda y participación de la familia en el proceso docente-educativo, el que también se ha visto comprometido por la emigración cuando padres y madres dejan en manos de abuelos y tíos la labor que les corresponde, es un precio muy alto para la familia y la sociedad, y el preceptor lo siente, percibe y sufre; y hasta vislumbra el daño que causará a la postre.

Sin la familia no se logra una enseñanza-aprendizaje completa, porque es allí donde se adquieren, hábitos, aceptación, ejemplo, respeto… No basta con proporcionar a los hijos zapatos y mochila, la escuela como institución necesita de mucho más para lograr el objetivo de enseñar en un ambiente sano. Ojalá muchos lo comprendan, y al menos se tomen un tiempo para revisar las libretas de notas de sus hijos, al menos, aclaro y recalco, porque es mucho más de lo que se precisa.

Quiero dar las gracias a mis colegas del Departamento de 8vo. grado, desde Yoisel, el jefe; hasta Carmucha, la obrera de la limpieza; a mi gente del Periódico, por permitirme adecuar los horarios y el tiempo; y a mis niños hermosos, con quienes mucho aprendí de psicología y pedagogía, desde la experiencia misma de la vida, los voy a extrañar.

Visitas: 205

Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

2 Comentarios en “Mis 178 estudiantes y una historia para contar

  • el 16 agosto, 2024 a las 1:25 pm
    Permalink

    Estimada Magalys: Siempre te aprecié como una MADRE y amiga de las permanentes, pero luego de leerte, crece mi deseo de tenerte entre las personas más respetadas en el gremio y en esta, nuestra cubana sociedad. Yo te pregunto como uno de los muchachos, no seguirás? Abrazos, Maga!

    Respuesta
    • el 17 agosto, 2024 a las 10:49 am
      Permalink

      Querida Luz, el cariño y respeto son mutuos. Mi deteriorada salud no me permite tantos compromisos laborales, pero cuando me jubile, me voy permanente para MI Secundaria, gracias por leernos

      Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *