Máximo Gómez, Generalísimo de Cuba
Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 48 segundos
Nacido en Baní, Santo Domingo, República Dominicana, el 18 de noviembre de 1836, Máximo Gómez Báez se inscribe en la historia de Cuba como uno de sus hijos más valientes y arrojados; no en vano fue declarado ciudadano cubano por nacimiento, atendiendo a los servicios que prestó.
Sin dudas, el insigne revolucionario demostró fehacientemente su amor por nuestra Patria y luchó ininterrumpidamente por casi medio siglo en favor de la independencia de Cuba.
Muy joven llegó a suelo antillano, enrolado en tropas militares. Bien pronto comprendió los sufrimientos del pueblo y no dudó, desde su firmeza y sensibilidad, en unirse a pequeños grupos de conspiradores en los cuales ayudó en la preparación militar.
Luego del alzamiento de Céspedes, en La Demajagua, se sumó a la Guerra de Independencia en octubre de 1868. Se convertiría en maestro de guerreros. A su genio militar se debe la carga al machete y el uso de ese instrumento de trabajo como temida arma mambí contra el colonialismo español.
Rigor y sentido del deber caracterizaron a Gómez, quien logró hacer valer la disciplina entre la mambisada, al tiempo que supo ganarse el debido prestigio dentro de los más humildes de la sociedad cubana.
La invasión a Guantánamo; La Sacra y Palo Seco, ambas en territorio de El Camagüey, resultaron resonantes victorias. La batalla de Las Guásimas, el cruce de la Trocha de Júcaro a Morón y la invasión a Las Villas figuran entre otras de sus hazañas en el campo insurrecto, durante la Guerra de los Diez Años, una contienda que no resultó como se esperaba.
Mas Gómez no perdió el contacto con sus viejos compañeros de lucha y hasta Montecristi acudió José Martí, en septiembre de 1892, a pedirle que ayudara a la revolución como encargado supremo del ramo de la guerra. Un tiempo después, él le escribiría: “Yo ofrezco a Ud., sin temor de negativa, este nuevo trabajo, hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer de su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres […] Los tiempos grandes requieren grandes sacrificios, y yo vengo confiado a pedir a Ud. que deje en manos de sus hijos nacientes y de su compañera abandonada la fortuna que les está levantando con rudo trabajo, para ayudar a Cuba a conquistar su libertad, con riesgo de la muerte. Vengo a pedirle que cambie el orgullo de su bienestar y la paz gloriosa de su descanso por los azares de la revolución, y la amargura de la vida consagrada al servicio de los hombres”.
No demoró la respuesta del Generalísimo: “Para la parte que me toca, para la cantidad de trabajo y de labor en la grande obra que vamos a recomenzar, desde ahora puede usted contar con mis servicios”.
Y ahí estuvieron. Juntos rubricaron el Manifiesto de Montecristi, y juntos desembarcaron por Playitas de Cajobabo, en abril de 1895 para la nueva contienda. Otra vez su genio militar se impuso y otra vez resonaron las hazañas; pero la intervención militar norteamericana echó por tierra tantos años de lucha.
Gómez continuó junto a los cubanos, mas decidió no aspirar a la presidencia e involucrarse en la política. Modesto, sincero y patriota dejó de existir el 17 de junio de 1905, venerado por el pueblo que sigue apreciando su estirpe de mambí corajudo, profundamente humano e internacionalista.
Visitas: 24