Martí y Luz y Caballero: educar es fundar la Patria

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José Martí consideraba a José de la Luz y Caballero como una figura fundamental y casi sagrada en la historia de Cuba. Para el Apóstol, Luz y Caballero no fue simplemente un educador destacado, sino el “silencioso fundador” de la Patria cubana, cuya labor trascendió las aulas para convertirse en el cimiento moral e intelectual de la nación en gestación durante el siglo XIX.

Martí veía en la labor pedagógica de Luz y Caballero, la semilla misma de la futura independencia. Entendía que la verdadera libertad no nacía solo de las armas, sino de mentes libres y espíritus dignos. Luz, al formar generaciones de cubanos, estaba realizando una obra revolucionaria, previa y esencial: estaba forjando la conciencia nacional y el carácter necesario para aspirar a la soberanía.

La esencia del magisterio de Luz, según Martí, residía en haber enseñado a pensar con independencia y espíritu crítico. En una época dominada por el escolasticismo colonial y la sumisión a dogmas políticos y religiosos, Luz promovió la razón, la observación científica y la reflexión autónoma. Martí resumía este logro con una frase contundente: “Él enseñó a pensar”, viendo en esto el primer acto de rebeldía y emancipación intelectual.

Precisamente por ello, Martí destacaba la integridad ética de Luz y Caballero como pilar de su enseñanza. No se trataba solo de transmitir conocimientos, sino de modelar virtud y dignidad. Luz encarnaba para Martí el ideal del educador como “evangelio vivo”, cuya propia vida era la lección más poderosa, promoviendo valores como el honor, el amor al prójimo y la responsabilidad social, esenciales para la república futura que Martí soñaba.

Aunque Luz y Caballero no tomó las armas ni participó directamente en conspiraciones independentistas (murió antes del estallido de la Guerra de los Diez Años), Martí le otorgaba el título de “padre espiritual” de Cuba. Argumentaba que la lucha armada posterior hubiera sido imposible sin el trabajo previo de Luz: él infundió el orgullo de lo cubano, la crítica al colonialismo español y el anhelo de un destino propio, preparando el terreno ideológico y moral para los futuros combatientes.

Martí elogiaba fervientemente el método educativo moderno y progresista de Luz y Caballero. Frente a la enseñanza memorística y retrógrada impuesta por el régimen colonial, Luz abrazó el método experimental, la importancia de las ciencias naturales y el positivismo. Martí, defensor también del conocimiento científico como base del progreso, veía en este enfoque una herramienta indispensable para que Cuba pudiera desarrollarse como nación libre e ilustrada.

En el pensamiento de Luz y Caballero y Martí está presente la interacción entre emociones e inteligencia que conduce a la acción. / Foto: Tomada de Juventud Rebelde

Este compromiso con la modernidad pedagógica y la formación del carácter, según Martí, convertía el aula de Luz y Caballero en el primer campo de batalla por la soberanía cubana. Allí se libraba la lucha más profunda: la batalla por las mentes y las almas, por liberarlas de la sumisión y el oscurantismo. La independencia, para Martí, empezaba necesariamente en este terreno de las ideas y los valores.

Martí situaba a Luz y Caballero como el eslabón crucial y natural en la cadena de pensamiento cubano que llevó a la independencia. Lo veía como el digno heredero y continuador de la obra iniciada por Félix Varela (quien fue maestro de Luz), y como el maestro inspirador directo de la generación que inició la Guerra del 68. Así, Luz era el puente indispensable entre el primer despertar y la acción revolucionaria concreta.

En la visión martiana, el legado de Luz y Caballero era, por tanto, el de haber dado alma a Cuba. En sus escritos, como el prólogo a los “Cuadernos de Apuntes” (1891) o el ensayo “Los padres fundadores” (1893), Martí afirmaba con vehemencia que gracias a Luz, Cuba dejó de ser una mera provincia sumisa para empezar a ser una nación con conciencia propia:

A él se debe que seamos más que una provincia sumisa […] Él nos dio alma”, “De Luz y Caballero pudiera decirse que está en todo lo bello de Cuba. […] Él fue el verdadero creador de la Cuba recta y culta”.

Para Martí, José de la Luz y Caballero representaba la revolución desde la raíz: la construcción de la patria a través de la educación ética, el pensamiento libre y la formación de ciudadanos dignos. No fue un caudillo militar, sino un forjador de la conciencia nacional cubana. Su grandeza residía, según el Apóstol, en haber comprendido y ejecutado que la verdadera y perdurable independencia solo podía edificarse sobre los sólidos cimientos de la virtud, la razón y el amor a Cuba que él supo inculcar.

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Barbara M. Cortellan Conesa

Ingeniera Química por la Universidad de Camagüey. Diplomada en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación. Periodista-Editora del diario 5 de Septiembre. Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba.

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