¿La zafra del pan?

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Por fortuna, hace ya varias semanas que el pan de la libreta se mantiene estable, lo cual constituye una tranquilidad para muchos.

Cuentan que el pan es uno de los más antiguos alimentos probados por el hombre. Investigaciones antropológicas han determinado que: “(…) las evidencias más antiguas sobre la elaboración de pan se remontan a hace 14 mil 400 años al suroeste de Asia, aproximadamente 4 mil años antes del surgimiento de la agricultura, revela un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Cuentan que incluso: “Antes pensábamos que fue primero el cultivo y la domesticación de las plantas lo que dio lugar a las sociedades agrícolas, pero ahora sabemos que primero se hizo el pan y luego vino la agricultura”, pero si quiere conocer más sobre este alimento universal, remítase a https://www.nationalgeographicla.com/historia/2024/10/cual-es-el-origen-del-pan, un artículo de National Geographic en el que podrá enterarse de toda la historia de su inclusión en el menú global.

Hablemos del pan nuestro de cada día, ese pedazo de harina de trigo fermentada a través del cual se le puede tomar el pulso a la economía cubana de tiempos duros, porque sobre sus indicadores de calidad y frecuencia de venta subsidiada o no, se puede calcular hasta el PIB nacional, a no dudar.

Nunca como antes, nuestros barrios, calles, comunidades y asentamientos poblacionales, se habían visto amenizados con los pregones, pitos, y silbidos de los panaderos, ¡por suerte! De ese alimento depende la dieta de muchos; vaya, un pan con aceite es la más socorrida solución del cubano, aun cuando el precio de los dos alimentos se mueva por la estratosfera inflacionaria.

En verdad los cubanos preferiríamos la otra zafra, la de la caña para producir azúcar, y con lo que se colectara, como otrora, de su venta en el mercado mundial, habría dinero para comprar harina de trigo de calidad, y contar con los dos productos, necesarios y deficitarios. Pero no, debemos conformarnos con la del pan, flautas que oscilan entre los 130 y 120 pesos, y cuya fórmula lleva más aire que trigo porque de una “zampada” ¡se fue!, ahora cuando los muchachos, adolescentes y jóvenes están de vacaciones en casa, y el verano activa su apetito voraz.

En mi opinión personal debería priorizarse este alimento desde una opción subsidiada y económica _la de 95 pesos no es una oferta permanente_, al tener en cuenta la necesidad y demanda de la población, al menos en las panaderías de los barrios con las bolitas de 60 gramos, porque muchos no pueden acceder a las flautas de 130 o 120 pesos en moneda nacional. En ese trocito les va a unos cuantos la posibilidad de cumplir, al menos, con uno de los horarios: desayuno, merienda o comidas.

Al menos yo, miro con tristeza esos templos de barrio que son las panaderías estatales cuando permanecen cerrados; es allí donde, además de adquirir el producto, nos encontramos con los vecinos, nos ponemos al día, hacemos la cola y hasta dejamos pasar a los viejitos. Quienes vivimos cerca de una panadería extrañamos (cuando falta) el olor del producto en el horno, ya sea con el aditivo de boniato, yuca y hasta maíz.

Por fortuna, hace ya varias semanas que el pan de la libreta se mantiene estable, lo cual constituye una tranquilidad para muchos.

Ese pan de la bodega siempre ayuda en la tarea de organizar el alimento diario; y, por otro lado, a los vendedores de barrio solo pedirles ser más creativos con los pregones, al final es cultura e idiosincrasia, y hasta bajar los decibeles, porque público para el producto siempre tendrán. Estamos en época de zafra, y no precisamente de la caña de azúcar.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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