La Vorágine de Rivera, cien años después

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América Latina vive en transformación continua. Sus realidades mutan con el tiempo, aunque hay elementos prevalentes que funcionan como bases explicativas de su entramado social; en ellos subyace el génesis de la realidad, y a través de sí nos podemos explicar cuanto acontece, por extraño o novedoso que osara parecer.

La realidad continental en su escenario “tierra adentro” tiene en la literatura su clave descifradora exacta, algo así como el desvelador más consecuente y cierto, por lo demás erigido a partir de un criterio estético fluyente junto al discurso mismo. Así la narrativa latinoamericana deviene en intérprete eficaz de cuanto representan su pasado, presente y futuro.

Nos hallamos ante un conglomerado de contrastes entre hombre y entorno; entre campo y ciudad y, dentro de ella misma, los espacios con su gente marginada. Una mirada a la realidad latinoamericana a través de su narrativa nos llevaa nombres esenciales, entre otros como Jorge Amado, Carolina María de Jesús, Alejo Carpentier, Rómulo Gallegos, Gabriel García Márquez y José Eustasio Rivera, quien ocupa la reseña de hoy.

José Eustasio Rivera nació el 19 de febrero de 1888 en la localidad colombiana de San Mateo-Rivera, en el departamento de Huila. Hijo de familia asida a la tierra como fuente de sustento y de antepasados de armas, su arraigo al campo se advierte en buena parte de su poesía; fue un hombre identificado en extremo con la geografía de su patria, y dio testimonio de esa realidad, donde vislumbra su concepto sobre lo efímero y trágico de la vida. Es obvio que como latinoamericano genuino, Rivera sea expresión del “grito de la tierra y de su gente”.

La novela La Vorágine no fue la única obra en prosa escrita por José Eustasio Rivera, aunque con ella fue suficiente para que el colombiano huilense llegase a la inmortalidad. A pesar de ello, la vida no ha sido del todo justa con él, ya que otras obras suyas – no de la trascendencia de la ya mencionada – han quedado casi en el olvido.

De su autoría es el cuento La mendiga de amor, publicada en una revista y la única muestra del género que se le conoce a este autor. En ella se aprecia su dominio narrativo como anticipo de lo que forjaríanueve años después en su gran novela, junto al tema de la naturaleza y el amor. Otra es La visión de los llanos, también anterior, donde se pronosticasu visión de la naturaleza perfilada en La Vorágine.  De Rivera es también la obra de teatro Juan Gil y un ensayo que tituló La emoción trágica en el teatro. Se comenta que el autor escribió en Nueva York otra novela: La mancha negra, cuyo texto fue dado por perdido. En cuanto a poesía, lo más difundido es el libro de sonetos Tierra de promisión, de 1921.

Retomando La Vorágine, novela clásica de las letras en lengua española, fue escrita en 1922 y publicada por primera vez en Bogotá dos años después. Su gran virtud es que en ella colisionan el hombre y sus pasiones en medio de la inhóspita selva y sus plantaciones de caucho; es la novela del hombre que huye de la ciudad y se refugia en un universo dominado por la vegetación amazónica para hacerse testigo de la agreste y despiadada explotación que sufren los jornaleros en estado de esclavitud.

A lo largo de esta novela se establecen varios antagonismos: de un lado, el de seres en condición sub-humana donde sus vidas valen menos que nada y pugnan bajo el azote de sus pasiones; de otro, el conflicto hombre-naturaleza, tan contradictorio como inevitable. En sus páginas la realidad palpita en carne viva, donde el dolor es expelido por los poros de sus protagonistas.

José Eustasio Rivera supo sacudirse de los cánones románticos y costumbristas del tiempo en que vivió para concebir – consciente o no –el retrato de una época que aún gravita en el contexto de su país. La Vorágine, a un siglo de escrita, es una novela para disfrutar su lectura, aprender y explicarnos mejor la fenomenología latinoamericana contemporánea desde el universo de las letras.

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