La vieja guardia: experiencia, resiliencia y desafíos
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El envejecimiento poblacional en Cuba ha ido en aumento, con los baby boomers alcanzando la tercera edad y redefiniendo la composición demográfica del país. El impacto de este fenómeno se ve reflejado en el envejecimiento de la población cubana, donde el 22.3% de los ciudadanos tiene 60 años o más, cifra que se proyecta al 35.9% para 2050.
En Cienfuegos, la situación es similar, pero con ciertas particularidades: municipios como Cruces y Santa Isabel de las Lajas tienen un 23.1% de población envejecida, mientras que Aguada de Pasajeros alcanza el 24.3%, superando la media nacional.
En este escenario es común que en los encuentros ocasionales en la calle, aparezca la frase de “¡Coño, la gente de la Vieja Guardia!”, después de un saludo efusivo que siempre se agradece. Es que la Vieja Guardia se consolida como un grupo de cubanos que han dedicado décadas a la construcción y el fortalecimiento de un modelo económico y de diversas instituciones, junto con otras generaciones que hoy convivimos en el hogar, en la comunidad y en toda la isla —e incluso más allá de nuestras fronteras— compartiendo una historia común, marcada por el triunfo de la Revolución y los desafíos impuestos por las políticas de bloqueo.
Impacto del envejecimiento y la necesidad de transformación laboral
Ese envejecimiento poblacional ha generado desafíos que impactan la estructura social y laboral. A medida que más trabajadores alcanzan la tercera edad, el país enfrenta retos que requieren atención urgente. La reducción de la población en edad laboral afecta la producción y la sostenibilidad de los sistemas de pensiones, mientras que la creciente demanda de servicios de salud y asistencia social exige recursos especializados y mejoras en la infraestructura.
A esto se suman desafíos en urbanismo, transporte y en toda la producción de bienes y servicios que satisfagan sus demandas. La estructura familiar también se transforma, con más adultos mayores dependiendo de redes de apoyo para su bienestar y que son más vulnerables en los momentos de crisis económica.
Entonces, enfrentar estos desafíos, requerirá de fomentar la inclusión social y laboral intergeneracional, garantizando oportunidades equitativas para jóvenes y adultos mayores.
No basta con el planteamiento en regulaciones y normas de políticas públicas. Se requiere promover la sensibilidad y la solidaridad humana, erradicando el parametrismo que limita el crecimiento profesional. Es que toda sociedad necesita del aprendizaje continuo que facilite la actualización de habilidades sin importar la edad, y garantizando espacios de participación activa de cada grupo etario, reconociendo en cada uno su experiencia como un activo valioso.
Relevo intergeneracional
Al observar lo que puede aportar cada generación, comprenderíamos que los baby boomers nacieron en una época de transformación y lucha, vieron a la “era pariendo un corazón” como legado de generaciones anteriores, atravesaron por guerras promovidas desde el exterior y terrorismo; los juguetes básicos y no básicos; las botas rusas en las fiestas y la guitarra de la trova, el rock y la velocidad de los cambios en la música, en la moda y las tecnologías, transitando de homos analógicos a digitales, para comunicarse con sus hijos y además en su entorno laboral.
Vivieron el desmontaje del sistema colonialista y brindaron su sangre en solidaridad con esas luchas; experimentaron el respaldo económico de la ayuda mutua económica y el auge de dictaduras latinoamericanas que sirvieron el camino al modelo neoliberal y al Consenso de Washington. También presenciaron el colapso del campo socialista y la pérdida del mercado internacional; el resurgimiento del pensamiento de Bolívar y el regreso de manos hermanos desde el ALBA. Ahora son testigos del surgimiento de un mundo multipolar junto con el ascenso de la ultraderecha y el fascismo a escala planetaria.
¿Cuánta historia tiene la Vieja Guardia?, dirán algunos. Pero, además de los méritos propios, ha contribuido a ello el haber podido vivir más.
Mientras tanto, la generación X nació cuando esa cooperación mutua daba sus mejores frutos y nuestro modelo de desarrollo apostaba en relaciones sólidas, aunque también fue testigo de parte de aquella historia, vivió el auge del neoliberalismo a escala global y sufrieron las consecuencias de la caída del campo socialista, pero vieron el nacimiento de Internet.
La generación Y creció en hogares afectados por la oscuridad y la neuropatía de muchos padres y abuelos ante la falta de nutrientes durante el Período Especial. También enfrentaron la expansión de la red global, el nacimiento de la nube y la creciente percepción de riesgos ante los efectos del cambio climático y el agujero en la capa de ozono.
Para la generación Z, las transformaciones del modelo económico cubano es su entorno natural y la solidaridad del bolivianismo marcó su infancia, mientras perciben el nacimiento de Internet como un suceso de la prehistoria y viven en las redes sociales. Han sido testigos de los efectos del cambio climático en tiempo real y de una pandemia que casi devora al mundo.
Todas han conocido procesos de migración económica, cambios demográficos y adaptación al cambio con resiliencia. Todas han heredado los legados del pasado y tienen el desafío de construir el futuro. Para el León de Tréveris (Karl Marx), cada generación hereda las condiciones materiales y sociales de la anterior, pero también las transforma mediante sus propias acciones y conflictos. La historia no avanza de manera lineal, sino a través de los cambios impulsados por los desafíos de cada época.
El desafío de ser parte de la Vieja Guardia y también de la joven
Ante ese panorama, regresa la Vieja Guardia. Para muchos llegar a cierta edad dentro de una institución no siempre ha significado reconocimiento, sino que puede convertirse en un obstáculo debido a lo que se conoce como parametrismo laboral (entre otras variantes de parametrismos). En muchas ocasiones, el desempeño no es la variable principal en la toma de decisiones sobre la permanencia en un cargo, sino el tiempo acumulado en la posición.
Expresiones como “¿Cuánto tiempo llevas en el cargo?” seguidas de “Te pusiste viejo“, más que un reconocimiento por la experiencia, funcionan como una señal de retiro prematuro, sin evaluar realmente el aporte y la capacidad de la persona. Esta actitud, pone en riesgo la continuidad de conocimientos esenciales y la estabilidad de quienes han dedicado años a su labor. Es un fenómeno que también puede afectar a los jóvenes, cuando escuchamos frase “como el muchachito este”, para referirnos a un joven que se incorpora a una responsabilidad laboral.
Este fenómeno provoca por una parte que algunos olviden que la Vieja Guardia también fue joven o que un día todos seremos de una Vieja Guardia que se abrazará también de manera cariñosa y efusiva, en medio de una calle cienfueguera, ante el reencuentro.
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