La superación personal

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Es legítimo en el ser humano crecer y avanzar. Pero al emprender el camino, a veces escogemos el equivocado. Y nos enteramos cuando, al saciar la euforia del “éxito”, sobreviene un hastío que nos hace sentir peor. Se impone, entonces, una reinterpretación de lo que entendemos por superación personal. 

El primer error, a mi entender, es partir de compararse con otros, como si se tratase de una puja o competición, con aquello de que “este o esta no puede tener más ni llegar más lejos que yo”.

Lo anterior, lamentablemente dado por una época donde el éxito tiende a medirse por indicadores “visibles” como ingresos, bienes materiales, admiradores o aduladores, reconocimientos o títulos.

¿De qué sirve lo alcanzado si persiste una sensación de vació? La verdadera victoria consiste en integrar y fortalecer el temple, cultivar la calma, y desarrollar paciencia y empatía sin que nadie lo perciba.

Vivimos en una era que celebra los récords. Se enseña a escalar, pero no a descender con dignidad. Se alienta a conquistar y, rara vez, a comprender. En ese afán por demostrar, aparentar, acumular y sobresalir, se pierde de vista que el mayor desafío es la lealtad a uno mismo.

Pensemos en quienes logran sus metas; en aquellos que escuchan a otros sin reaccionar con ira. Esas actitudes y gestos son pilares de una vida más plena.

La superación personal entendida así, más que destino, es ejercicio. Requiere honestidad para aceptar límites, coraje para cambiar lo que se deba y se pueda y sabiduría para distinguir entre ambos. En lugar de perfección, busca una coherencia desde la cual florezca la paz interior.

El crecimiento personal y sus frutos no son un trofeo a exhibir para obtener aprobaciones y elogios. Es un bien interior que alimenta y prepara ante los desafíos y la adversidad.

El éxito verdadero no es numérico. Habita en la serenidad de quien pone su cabeza sobre la almohada sin remordimientos, con una “conciencia recta”, que es superior a una “conciencia tranquila”.

Se aprecia en la sonrisa tranquila de quienes reservan espacio al optimismo, y a la certeza de que si caen pueden volver a levantarse por amor y respeto a sí mismos.

Es paz que ilumina mientras que los hechos coincidan con el pensar y el sentir, porque sólo así músculos y palabras dejan de ser enemigos del corazón.

El reto mayor no está afuera, sino adentro, al decidir que mañana sea siempre mejor que hoy.

Es edificante la superación personal si, en lugar de ponerse por encima de otros, prueba a hacerlo sobre sí misma.

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