La promesa que nunca fue rota, sin importar que fueron enemigos

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En la noche del 27 de mayo de 1895, en el cementerio de Santa Ifigenia de la ciudad de Santiago de Cuba, un grupo de oficiales españoles se reunió para darle sepultura a un hijo de esta tierra que cayera en combate para ver a una Cuba independiente del régimen colonial español. Uno de los militares allí presentes no solo fue el encargado de pagar el féretro y el nicho donde fueron depositados los restos mortales, sino también de hacer uso de la palabra para venerar al caído ante el lúgubre silencio que reinaba en la necrópolis.

Aquellas palabras iniciaban así: “Señores: ante el cadáver del que fue en vida José Martí y en la carencia absoluta de quien ante su cadáver pronuncie las frases de costumbres ha hecho de rúbrica, suplico a ustedes no vean en el que a nuestra vista está, al enemigo, y sí al cadáver del hombre que las luchas de la política estacionaron ante los soldados españoles. Desde el instante que los espíritus abandonan las materias, el Todopoderoso, apoderándose de aquellos, los acoge con generoso perdón allá en su seno; y nosotros al hacernos cargo de la materia abandonada cesa todo rencor como enemigo dándole a su cadáver la cristiana sepultura que los muertos se merecen. He dicho”.[1]

Dichas palabras, pronunciadas por el coronel español José Ximénez de Sandoval ante los despojos humanos de nuestro Héroe Nacional, fueron consideradas por algunos cubanos de la época e historiadores de la mayor de Las Antillas como un discurso hipócrita y en tono burlesco. Para otros, partidarios o no de la independencia de la Isla, la despedida de duelo realizada no hirió sensibilidades porque daba cumplimiento a uno de los sagrados deberes cristianos: dar sepultura al fallecido. Sin embargo, la vida del militar ibérico fue íntegra y actuó con la dignidad de un caballero. En tal sentido renunció al marquesado de Dos Ríos por considerar que en dicho lugar había muerto el genio más grande que había nacido en América, pese a ostentar la condecoración de la Cruz de María Cristina de 3ra clase otorgada por su participación en el fatídico combate del 19 de mayo de 1895.

Pero el tratamiento dado a los restos mortales de José Martí por el coronel José Ximénez de Sandoval no estuvo sujeto a cuestiones políticas, sino más bien, a lazos entrañables y de hermandad que solo convida la masonería, pues ambos fueron fieles partidarios de las ideas emanadas de la escuadra y el compás, sin importar la pertenencia a bandos opuestos. Este tratamiento tuvo su raíz en un mensaje dejado por el militar español al Generalísimo Máximo Gómez, a escasas horas de la caída en combate del Apóstol de la independencia de la Isla. En el mismo se expresaba:

Ximénez de Sandoval ... – José Martí ...

El tripunteo -como también se les conoce a los tres puntos en forma de triángulo al final de un nombre o una firma- es unainsignia característica de los masones que representa a la simbología del número 3 y su significación dentro de la masonería. La nota dejaba muy claro la afiliación a dicha fraternidad de Ximénez de Sandoval y la hermandad existente entre el jefe militar colonialista y los líderes insurrectos, por lo cual el tratamiento entre ambas partes debía ser sobre la base del respeto y sin presumir posicionamientos políticos. Además, este mensaje sirvió como especie de contraseña a otro recado de carácter verbal que dejaba divisar el posterior comportamiento del oficial español, en el quemanifestaba: “Dígale a Máximo Gómez que si Martí se cura se lo devolveré, y si muere le haré un buen entierro”. En ocasiones, los hombres no logran entender que existen lazos de otra índole que la política, la religión o la economía no son capaces de romper. Dichos lazos resultan ser normas de comportamiento cívico esquivos a cualquier contexto histórico que pueda existir en un espacio determinado.

Pero Ximénez de Sandoval no fue el único en guardar respeto por la muerte de José Martí, por la muerte de este hermano. El propio Capitán General de la Isla y Jefe de Operaciones Militares, el general Arsenio Martínez Campos -también masón-, quién dictaminó que el cadáver del fundador del Partido Revolucionario Cubano, tras su primera exhumación el 23 de mayo en el poblado de Remanganaguas, se colocara en el féretro más lujoso que se hallara. Además, al conocer que su hijo José había sido propuesto para el ascenso militar y a la Orden de la Cruz Pensionada de María Cristina por su participación en el combate de Dos Ríos, escribió al ministro de Guerra, el general Marcelo Azcárraga Pacheco, para solicitarle que no diera curso a las propuestas antes mencionadas en señal de respeto por la muerte del líder indiscutible de la independencia de Cuba durante la Guerra Necesaria.

Esta pequeña anécdota, desconocida para muchos y olvidada por otros, constituye otra hermosa página escrita por la masonería cubana dentro de nuestra historia nacional. En el transcurso de las luchas por la independencia de la Isladisímiles insurrectos salvaron sus vidas de la muerte gracias a los toques, palabras y signos misterios de la masonería y que hicieron posible que españoles realistas y cubanos separatistas fueran leales a un mismo bando; incluso, por encima de cualquier ideología. En la actualidad, los historiadores y demás investigadores sociales deberían acercarse más a la historia de esta institución y su contribución a la formación de nuestra idiosincrasia para crear una conciencia dentro de la sociedad generalque sea capaz de reconocer las valiosas contribuciones realizadas por estos hombres, los cuales actúan en el anonimato más absoluto.

En el caso de José Martí, poco habló nuestro Apóstol Nacional sobre la masonería, pero no hizo falta. Su comportamiento cívico y moral, su pensamiento progresista y sus ideas ilustradas y republicanas, que fueron plasmadas al cien por ciento en sus obras, denotaron el correcto e íntegro masón que fue durante buena parte de su vida. Es por ello, que resulta un sacrilegio no ver la rica trayectoria independentista del más genial de todos los cubanos desde esta óptica porque, hasta después de muerto, sus restos humanos fueron venerados, en silencio por unos y a viva voz por otros, como un repositorio de una sabiduría inusual y descollante que solo nacen una vez cada cien o doscientos años.


[1]Gonzáles Barrios, René: “La muerte en combate de José Martí en el general español José Ximénez de Sandoval y Ballange”. En: Cubadebate, 2022.

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Dariel Alba Bermúdez

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC)

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