Instantáneas monologares de un Festival

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La quinta edición del Festival del Monólogo Latinoamericano en Cienfuegos dejó de ser una aspiración para convertirse en presencia. Nuestro coliseo mayor finalmente concede a los públicos sureños la oportunidad del convivio, del regocijo en la eventualidad de la representación escénica.

El suceso logra ir más allá de sus plataformas para ofrecer a los concurrentes otro cuerpo de aprendizajes y vivencias, como la resignificación de textos visuales al estilo de la muestra MM Terry. Instantáneas de un festival, suerte de revival de la serie ideada por la artista holguinera Sonia Teresa Almaguer Darna (1971), otrora presidenta de la Cámara Cubana del Libro y directora general de la Feria Internacional del Libro de La Habana, encomiada por sus exposiciones Inventario Almaguer (Fundación Ludwig de Cuba, 2015), Cuba es mi marca (Universidades de Liverpool, Nottingham, Chester, Reading y Newcastle), Cuba, estación de luz; otras manipulaciones (Sede del Teatro SEA, New York, 2018) y Teatro Rioplatense en Cuba (46 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, 2022).

Catálogo de la exposición MM Terry. Instantáneas de un festival (9 de febrero de 2023).

Claramente, para la fotógrafa cubana el monólogo deviene una experiencia grata y compleja, toda vez que la puesta tiene como biela el desempeño en solitario del actor que ha de edificar el relato apenas con su voz y somática, las conexiones emocionales con un espacio pletórico de ardores y esencias. Esta potenciación del unipersonal aviva su voluntad de perennizar el rictus y los vigores con que el actor cimenta sus personajes, aquel tempo y densidad psicológica que en el decurso termina con la complicidad de los espectadores.

 

En una docena de fotografías, derivativas de las puestas teatrales presentadas en la cita sureña, Sonia Teresa constata su obsesión por el fragmento, el detalle que emana de obras deliberadas por los directores teatrales y corporizadas por los histriones, a través de la coreografía del gesto y los desplazamientos. De facto, la Almaguer conecta bien el perfil documental de los motivos y objetos con la artisticidad de las instantáneas. Su aproximación a las puestas no se reduce a una conducción expectante, sino que insiste en enriquecer la significación de los existentes, consiguiendo un resultado distinto, en el cual desjerarquiza lo que se ve para subrayar lo que se siente. En ese decurso, transmuta toda la iconografía escénica en prontuario estético, aprovechando el lenguaje de las artes visuales (composición, textura, perspectiva, volumetría, iluminación…) para recrear una nueva dimensión narrativa.

La Almaguer no solo alcanza a tomar soplos de gran vigor dramático; igual, trasluce una vocación preclara de la técnica y los arcos filosóficos, emocionales o conmocionales, lo que es resultante de su formación como historiadora del arte (Universidad de La Habana, 1993) y en la Escuela de Fotografía Creativa de La Habana (2013-2015), tal como se elocuencia en los deleitosos relámpagos que en 2017 ofreciera de la actriz argentina Nadia Grandón en el unipersonal La noche devora a sus hijos, ganadora del premio de Mejor Puesta en Escena y Mejor Texto Dramático Representado; del actor puertorriqueño Teófilo Torres, protagonista de la pieza Mis amigos de la locura, Premio Especial del Jurado, o el cubano Rubén Araujo, que concluyera con una Mención de Actuación Masculina por su desempeño en la obra Botellas en la noche de las botellas.

Estas y otras muchas fotografías revelan sus certeros pulsos para registrar los motivos con soluciones compositivas que aprovechan las dinámicas lumínicas, angulaciones, instancias cromáticas, los estados de campo y contracampo, vínculos espaciales, las texturas y los primeros planos, acaso con la iniciativa de reconfigurar la psicología de los personajes, su universo interior, la contención dramática del actor, y especialmente el aprovechamiento (las veces que se lo propone) de la regla de los tercios, evadiendo el centrismo de los “actantes”, ese impugnable acto de colocar a los actores en el eje del cuadro, fortificando una aburrida y figurada simetría.

A todas luces, la Almaguer no solo aporta una valiosa documentación a la historia del teatro cubano, también un reservorio de contenidos estéticos, abiertos a la sensibilidad de los públicos seguidores de la fotografía y el teatro latinoamericano.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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