Fidel y Martí: dos gigantes, una misma luz
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La historia revolucionaria de Cuba encuentra su hilo conductor en dos figuras monumentales: José Martí, el intelectual revolucionario del siglo XIX, y Fidel Castro, el líder socialista del siglo XX. Separados por el tiempo pero unidos en su esencia, ambos encarnaron la lucha antiimperialista contra Estados Unidos, la potencia dominante de su época. Sus vidas, aunque en contextos históricos diferentes, reflejan una misma convicción: la necesidad de la liberación nacional y social frente al Norte brutal.
Martí, desde su exilio en Nueva York, fue el primero en diagnosticar el peligro que representaba el naciente imperialismo estadounidense para América Latina. Sus escritos, especialmente “Nuestra América”, son un llamado a la unidad continental contra lo que él llamó “el gigante de las siete leguas”. No fue solo un independentista, sino un precursor del pensamiento antiimperialista que luego retomarían revolucionarios como Fidel. Su visión de una Cuba libre no podía desligarse de una América Latina unida y soberana, idea que se convertiría en piedra angular de la política exterior de la Revolución Cubana.
Fidel Castro, heredero directo de esta tradición martiana, llevó estas ideas a su expresión más radical y consecuente. Si Martí advirtió sobre el expansionismo yanqui, Fidel lo enfrentó directamente, primero con la Revolución de 1959 y luego con más de medio siglo de resistencia al bloqueo más largo de la historia. La Isla de Cuba se convirtió en el primer territorio libre de América, demostrando que era posible desafiar al imperio más poderoso y construir una sociedad basada en principios socialistas.
Ambos líderes entendieron que la lucha por la independencia nacional era inseparable de la justicia social. Martí habló de “con todos y para el bien de todos”, una frase que Fidel hizo realidad con la Reforma Agraria, la campaña de alfabetización y el sistema de salud pública. El socialismo cubano, aunque desarrollado en el siglo XX, tiene raíces profundas en el pensamiento martiano sobre la equidad y la dignidad humana.
La solidaridad internacional fue otro punto de coincidencia revolucionaria. Martí luchó no solo por Cuba, sino por la independencia de Puerto Rico y la unidad de América Latina. Fidel extendió este internacionalismo proletario al apoyar movimientos de liberación en África, enviar médicos a medio mundo y celebrar en La Habana la primera Conferencia Tricontinental. Para ambos, la patria era la humanidad, pero especialmente los pueblos oprimidos por el imperialismo.

La diferencia fundamental está en que Martí murió en combate antes de ver su obra realizada, mientras Fidel tuvo la oportunidad histórica de construir un Estado socialista a 90 millas del imperio. Esto implicó adaptar el ideal martiano a las condiciones de la Guerra Fría, el bloqueo y la necesidad de alianzas globales. El marxismo-leninismo de Fidel no negó a Martí, sino que lo completó, dando herramientas teóricas para entender y combatir el imperialismo en el siglo XX.
El desafío a Estados Unidos marca sus trayectorias. Martí organizó la guerra necesaria contra España cuando ya EE. UU. acechaba para anexar a Cuba. Fidel, tras derrocar a Batista, nacionalizó las empresas estadounidenses y proclamó el carácter socialista de la Revolución en plena cara del imperio. Ambos actos fueron puntos de no retorno en la afirmación de la soberanía nacional.
Hoy, cuando el bloqueo sigue y Cuba continúa firme en sus principios, el diálogo revolucionario entre Martí y Fidel cobra especial vigencia. El primero nos enseñó a ver las garras del águila antes de que ataque; el segundo nos mostró cómo enfrentarla cuando ya nos tiene cercados. Sus vidas prueban que las ideas socialistas y antiimperialistas no son importadas, sino que nacen de nuestra tierra y nuestra historia.
Por eso, en la Cuba actual, martianos y fidelistas no son corrientes opuestas, sino facetas de una misma lucha. Como dijera Fidel: “Martí es el autor intelectual del 26 de Julio”. Esta frase sintetiza cómo el socialismo cubano se nutre de las raíces más auténticas del pensamiento revolucionario nacional.

Ambos líderes nos dejan una lección clave: contra el imperio más poderoso, solo la unidad popular, la conciencia revolucionaria y el proyecto socialista garantizan la verdadera independencia. Como escribió Martí y demostró Fidel: “¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!”. Hoy esos árboles son los pueblos unidos de Nuestra América, creciendo hacia el socialismo que soñaron nuestros héroes.
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