El lenguaje de la ternura

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Como el farolero que ilumina en las noches borrascosas, el arquitecto y pintor sureño Mario Cruz Moscoso recorre la modernidad en la pesquisa de un lenguaje que le permita expresar sus dudas y el incontenible deseo de los afectos, seguro de que los nuevos tiempos se desarman y mañana puede ser el último día.

Sus elecciones para el acto de la fabulación fueron el dibujo, grabado y diseño gráfico, pilares de un enunciado visual más próximo a la ilustración para infantes que al relato concebido para exhibir en una galería. Este camino le ha proporcionado éxitos, connaturalmente, cuando ha logrado publicarlas como arte derivativo de los textos literarios; pero también lastres.

Sin dudas, las expresiones destinadas a los niños suelen ser discriminadas como obras menores. Seguramente por la escasa densidad psicológica y la sencillez enunciativa.

Lenguaje figurativo, la reciente muestra que ofrece en el Consejo de las Artes Plásticas, nos permite recorrer las anchuras del quehacer de Mayito, la diversidad de sus singulares universos e instrumentos expresivos, en los que persisten sus principales signos estilísticos. El predominio de la línea como materia discursiva, los entornos espaciales dinamizados por las figuras arquitectónicas, la visión mironiana de “lo infantil”, que convierte la realidad representada en una recreación onírico-simbólica, sometida por sus anónimas personitas trashumantes que imitan a artistas famosos, clowns, polichinelas… o se dejan remolcar por los imposibles, como viajar sobre el lomo de un gato o la luna misma arrollando sobre cuatro ruedas.

Igual, el incontrolable uso de las cromas y cierta armonía despótica, que consiguen el equilibrio y la telúrica en sus mejores grabados.

Las siete salas de la galería evocan varios momentos de sus etapas creativas y la diacronía de su estilo, en la que afloran los suplementos verbales, trabalenguas y pedazos de canciones para niños. Dan la impresión de que se trata de un juego para este género de público, cuando en realidad es una postura filosófica que procura dialogar con el crío que llevamos dentro. Esta dimensión acaso nos recuerda a la imaginera Ledo, con sus muñecas vivientes y ovejas descarriadas.

Exposición Lenguaje Figurativo de Mario Cruz Moscoso
Las siete salas de la galería evocan varios momentos de sus etapas creativas y la diacronía de su estilo

No es fortuito el estado de retruécano que comparte la escritora Isora Morales Suárez cuando expresa: “A veces siento que es un niño pintando los sueños de un hombre, otras, que es un hombre pintando los sueños de un niño”.

A todas luces, Mayito discursa sobre la contradictoria realidad a través del “lenguaje de los infantes”.

Sin dudas, la segunda sala aporta la mayor novedad, convergiendo sus prácticas como arquitecto y la destreza en tanto dibujante, los hermosos diseños de estas casas multicolores y sus arboledas y la fragilidad de los globos ornamentando el paisaje. En el quinto y sexto recinto existe un apartado para sus incursiones en la monotipia, la colografía, xilografía y linóleo, bien concebido desde el evento curatorial a través de asideros instalativos (Tórculo, tendederas, clisés, vasijas, etc.), que asimismo le permiten hacer un repaso como ilustrador de libros.

Otros elementos pudiéramos comentar sobre los valores de esta muestra personal (y también los yerros, que los tiene; por caso, la necesidad de un saneamiento del catálogo de obras); pero le recomendamos que lo pruebe por sí mismo. Recuerde que vista hace fe.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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