El estadio en el centro del corazón
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Para el escritor villaclareño Yamil Díaz los mejores peloteros son los que uno admiró en su infancia. Y en esa cuerda afectiva está el escenario donde las estrellas deslumbran: el estadio. Quien visitó uno de esos espacios durante la niñez quedará con la memoria latiendo al compás de las jugadas, los batazos, los gritos de fanáticos, los colores de los trajes de los jugadores, la voz del locutor local.
Para este entusiasta del deporte nacional, acceder al parque “5 de Septiembre” por la puerta del jardín derecho y caminar el inmenso pasillo hasta separar un espacio en los palcos altos de primera base es una huella del recuerdo, de un tiempo que se aleja en el reloj de la existencia y que regresa, caprichosamente, alojándose en el banco del corazón.
El estadio es la feria de la catarsis, donde hay licencia para proferir insultos, a veces de una tesitura muy alta, a los protagonistas, a los mismos que ni saludas si te los tropiezas en otra parte de la ciudad. El estadio es tu padre enseñándote los fundamentos de un juego que dejó de serlo para convertirse en asunto serio, en patrimonio de la nación, como repiten los noticieros. El estadio es el exilio de los problemas, donde admiramos a los mejores peloteros de nuestra infancia.
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