Duelo oficial: El dolor se comparte en el silencio
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Yo también quería permanecer callada hoy, cuando la certeza de no encontrar vida entre la vida buscada, algo a lo que asirse, quedó truncada. Duele demasiado, y quizá sea el silencio el mejor homenaje.
El aire está enrarecido, las palabras martillan, y los pazos a la cotidianidad cuestan ser levantados, pesan demasiado.
Y todo ocurrió un viernes en la tarde-noche de un fatídico agosto, cuando el cielo de la bella Matanzas se tornó rojo y luego negro, hasta que en los días posteriores se tomó el color gris de la tristeza encendida.
Ellos llegaron primeros, valientes, intrépidos, algunos imberbes a su primer bautizo de fuego. Y allí quedaron, fundidos en piedra, como si la acción en sí los perpetuara en la memoria y en los corazones de tantos cubanos.
El silencio, un poema de Federico García Lorca, a la distancia de los 80 y tantos años de su fusilamiento por los fascistas un día como hoy, me viene a la memoria ahora mismo para el homenaje:
Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado,
un silencio,
donde resbalan valles y ecos
y que inclina las frentes
hacia el suelo.
El silencio puede tener dos lados, uno lleno de paz y tranquilidad que nos lleva a la reflexión y un lado ensordecedor donde nos sentimos ahogados, como si estuviéramos vacíos.
Por ellos, los que ya no están, pido silencio, tal como lo pidió el poeta, y que la poesía llegue a todos a los que duele la ausencia, porque guardar silencio es respeto, por Adriano, Andy, Diosdel, Fabián, Leo, Luis Ángel, Michel, Elier… por todos, vaya el homenaje sentido.
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