Dengue: el problema no es solo de Salud Pública (II)

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Con alivio he leído sobre la disminución de la velocidad de transmisión del dengue en nuestra provincia en las últimas semanas. Alivio, pues no por tratarse de un mal conocido, deja de ser peligroso ese virus. No obstante, se trata de un problema de salud no resuelto, sobre todo porque sus causas (entre las fundamentales, período lluvioso asociado a la falta de limpieza citadina) siguen latentes en los entramados urbanos.

En un artículo anterior sobre el tema, este periódico denunciaba la existencia de reservorios de agua, microvertederos espontáneos y todo tipo de lastres que en Cienfuegos afectan la higiene ambiental, necesitada de una mejoría a la que han convocado las máximas autoridades de la nación en cada análisis sobre tasas de incidencia del dengue, todavía riesgosas para la salud de todos.

Tras aquel comentario, sobrevivieron recogidas de la basura en los sitios captados por nuestro lente. Y qué bien que así haya ocurrido, por dos razones: la primera, nuestra publicación cumplía el propósito de llamar la atención sobre un problema, como vía para ayudar a resolverlo. La segunda, se ponía fin a reservorios —muchas veces crónicos— de desechos sólidos, como los existentes en aquel momento en la calle Dorticós, eliminados tras la publicación de nuestro artículo.

Pero el verdadero reto, hoy, descansa en hacer sostenibles esas acciones. En pasar de la solución inmediata —la de los camiones y retroexcavadoras que componen la bien recibida impronta— al siguiente nivel, ese de la educación, de la prevención desde estrategias que propicien soluciones duraderas.

Como un arquetípico ejemplo, ilustrativo de lo anterior, clasifica la eliminación de un microvertedero que tiempo atrás dañaba la higiene en las cercanías de la Escuela Secundaria Básica “Frank País”, de la ciudad de Cienfuegos. Tal y cómo muestra nuestra foto, el otrora perjudicial cúmulo de basura que irradiaba insalubridad no sólo a la Secundaria, sino a los moradores de la calle Industria, fue transformando, inteligentemente, en un jardín. El área devino objeto de una acción transformadora, con pocos recursos: posturas, fuerza laboral para plantarlas, educación ambiental de una comunidad que protegió lo allí sembrado.

Esto último, no por ello menos importante, pues muchas veces las jardineras de la ciudad son víctimas NO de la ausencia de posturas, o de la falta de deseos de que prime el verde, sino del vandalismo e indolencia de quienes aplastan las plantas como si fuesen insectos venenosos, sin pizca de respeto por quienes las siembran en nuestros entornos.

Queda, para beneplácito de los habitantes de la zona, de maestros y alumnos del referido centro escolar, el otrora microvertedero devenido jardín, por cierto bien cercano a otro espacio, nacido también de una solución educativa e ingeniosa para evitar que se reproduzcan espontáneamente los depósitos de basura. Así, a solo metros, en la intersección de las calles Industria y Dorticós, también se erige un mini-parque donde antes se derramaban bolsas de sobras domésticas, gajos y otros desechos.

Menciono ambos ejemplos porque pudieran generalizarse actualmente, cuando hacen falta soluciones, maneras creativas de rescatar la higiene ambiental, y neutralizar de ese modo la proliferación de vectores como el Aedes Aegypti, transmisor del dengue. Propuestas que trasciendan la impronta y hagan de los microvertederos espontáneos lugares en que, mediante un proyecto austero que no dependa de gran cantidad de recursos, nazca la belleza donde antes sólo proliferaba la basura.

Lógicamente, para lograrlo, resulta imprescindible la participación popular: la implicación de todos los afectados —los vecinos— en el diseño del lugar. Esa puede ser una vía, en el mediano plazo, para hacer sostenible en nuestras ciudades la higiene, y con ella la salud, resentida este verano por el dengue, un virus siempre aliado a panoramas insalubres.

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