Consternación de un noviembre estudiantil

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El pasado 17 de noviembre, una vez más se rindió tributo a aquellos estudiantes checoslovacos que conmovieron al mundo en 1939, cuando decididos a liberar a su tierra natal del yugo hitleriano, protagonizaron una heroica resistencia en las calles de Praga. El estudiante Jan Opletal, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carlos, fue una de las víctimas. La noticia de su muerte atizó el odio de la población y se convirtió en un llamamiento a intensificar la resistencia. El nazifascismo ordenó los crímenes más insólitos para tratar de silenciar las ideas y el patriotismo de la juventud, pero la historia se encargó después de cobrarles un alto precio al tirano y sus hordas. Es por ello que el 17 de noviembre se convirtió en un símbolo que inspiró el accionar del estudiantado en todo el mundo, en un día de solidaridad con la lucha contra el fascismo, por la libertad, la democracia, el proceso social y la paz.

Cuba, ya había sido testigo de una barbarie sin precedentes, en el mismo mes de noviembre, 10 días después del de Praga y 68 años antes. Nos referimos al trágico suceso del 27 de noviembre de 1871, uno de los más dolorosos de la historia de Cuba. Más de 40 estudiantes de primer año de medicina de la Universidad de La Habana fueron llevados a dos Consejos de Guerra, acusados de profanación de tumbas y luego de infidencia. En el primer juicio unos quedaron absueltos y otros tuvieron condenas menores. En un segundo y todavía más injusto proceso, ocho jóvenes recibieron la pena de muerte.

Ninguno de los fusilados pasaba de los 21 años y en el cementerio de Espada únicamente habían correteado con el vehículo usado para conducir los cadáveres a la sala de disección. El más joven —de solo 16 años— arrancó una flor. Sin embargo, los señalaron como los profanadores del sepulcro del periodista Gonzalo Castañón, un furibundo anticubano muerto un año antes.

El capitán español Federico Capdevila, de solo 27 años, fue el abogado de oficio con la responsabilidad de defender a los jóvenes acusados del delito de profanación de tumbas durante el primer Consejo de Guerra. Luego de escuchar todas las declaraciones del fiscal, Capdevila pronunció un discurso memorable donde echó por tierra cada acusación. Luego del primer juicio, los voluntarios intentaron apresarlo y el presidente del tribunal lo obligó a salir hacia otra habitación. Desde ese momento, los más de 40 procesados quedaron solos ante el terror. Cuando Capdevila supo del fusilamiento quebró en público su espada y renunció a continuar prestando servicios como oficial. Actitud que demuestra la injusticia que se había cometido con aquellos muchachos.

Un año después en 1872 José Martí escribiría el poema: A mis hermanos muertos el 27 de noviembre de 1871, en algunas de sus estrofas muestra su opinión sobre la muerte digna, la muerte que no representa el fin de la existencia al convertirse en enseñanza permanente:

¡Y más que un mundo, más! Cuando se muere

en brazos de la patria agradecida,

la muerte acaba, la prisión se rompe;

¡Empieza, al fin, con el morir, la vida! [1]

En otras oportunidades Martí volvería a hacer alusión a este acontecimiento. Tal es el caso de su discurso pronunciado en Tampa con motivo de conmemorarse los primeros 20 años de aquella tragedia, el 27 de noviembre de 1891. Conocido como “Los pinos nuevos”, —frase con la que concluyera su intervención al calificar a las nuevas y jóvenes generaciones de cubanos que estaban dispuestos a darle continuidad a la lucha por la independencia de su tierra natal— esta disertación ha sido una de las que más ha trascendido dentro del ideario martiano. En uno de sus fragmentos se expresa lo siguiente: “ lo que anhelamos es decir aquí con que amor entrañable, un amor como purificado y angélico, queremos a aquellas criaturas que el decoro levantó de un rayo hasta la sublimidad y cayeron, por la ley del sacrificio, para publicar al mundo indiferente aún a nuestro clamor, la justicia absolutacon que se irguió la tierra contra sus dueños; lo que queremos es salud con inefable gratitud, como misterioso símbolo de la pujanza patria, del oculto y seguro poder del alma criolla, a los que, a la primera voz de la muerte, subieron sonriendo, del apego y cobardía de la vida común, al heroísmo ejemplar”.[2]

Esa ejemplaridad ha transitado por el espíritu juvenil de tantos y tantos estudiantes que desde distintas épocas han rendido tributo a su patria: José Martí, Fidel Castro, José Antonio Echevarría, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Rafael Trejo, Paquito González Cueto, entre otros.

Hoy nuestro estudiantado universitario se prepara para su Congreso Nacional, que coincidirá con el centenario de su organización (FEU). Con el ímpetu revolucionario que ha caracterizado esta segunda década del siglo XXI, y desde una profunda crítica reflejada en sus planteamientos, se augura sea un provechoso espacio de debate de la juventud cubana.


[1] Fermín Valdés Domínguez: “Los Voluntarios de La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina, por uno de ellos condenado a seis años de presidio”, Madrid, Imprenta de Segundo Martínez, Travesía de S. Mateo, 12, 1873, pp. 139-148.

[2] José Martí: “Los pinos nuevos”, Discurso en conmemoración del 27 de noviembre de 1871, Tampa, OC, t. 4, p.283.

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Alegna Jacomino Ruiz

Doctora en Ciencias Históricas

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