Apetencias imperiales

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Existe un documento fechado el 6 de abril de 1960 que testimonia el carácter perverso de la política de Estados Unidos respecto a Cuba, casi desde el alumbramiento mismo de la Revolución.

Se trata del Memorando suscrito por Léster Mallory, entonces vice Secretario de Estado asistente para los asuntos interamericanos, en el gobierno de Dwight D. Eisenhower.

En aquella comunicación para un círculo político reducido, recomendaba sin ambajes someter a la asfixia total al pueblo cubano, consciente de su mayoritario  respaldo al proceso revolucionario liderado por Fidel Castro.

El único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales. Así aconsejaba el señor Mallory, al propugnar una política criminal que, 65 años después, se mantiene inalterada.

Pautas infames.

El Memorando suscrito hace 65 años por Léster Mallory, alto funcionario de la administración Eisenhower, convidaba a emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba.

Proponía una línea de acción habilidosa y discreta para privar al país de dinero y suministros; provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.

Allí se definían los trazos esenciales del bloqueo económico, comercial y financiero al que John F. Kennedy dio luz verde en 1963 y que persiste, con la agudización de los daños incalculables a la economía y las privaciones en la vida cotidiana de los cubanos. Persisten las apetencias imperiales, la soberbia y la insensatez.

Privar a Cuba de la posibilidad de crecer y alcanzar el bienestar de la sociedad, sigue siendo parte del juego sucio de Washington.

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