Yahima Moreno Trujillo: La seño con escafandra

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Día Mundial de la Salud dedicado a la Enfermería

Apenas  se puede distinguir a la seño, jefa de la Sala de Gastro del Hospital Pediátrico de Cienfuegos, son sus ojos siempre alegres los que la delatan. Enfundada en un doble traje, talla y sobrebata, y una protección facial-ocular que a mí se me antoja una escafandra, Yahima Moreno Trujillo, impuesta de su condición de supervisora, chequea que todo funcione como mecanismo de reloj en la sala que han instalado para el tratamiento a niños sospechosos de Covid-19 en el Centro Especializado Ambulatorio (CEA).

“Desde que me gradué yo trabajo en el Pediátrico, lo tuve bien claro, lo mío son los niños, ya han pasado casi 18 años desde que recibí el título de licenciada en Enfermería y mi vocación sigue intacta”, dice y sonríe mientras su “escafandra” se empaña. Imagino el calor y la claustrofobia detrás de esa protección que resulta obligatoria y vital.

“En cuanto me propusieron venir para el CEA, no lo pensé dos veces, y pongo énfasis en la seguridad y protección, tanto de los niños, como del personal médico y de enfermería que labora acá. Disponemos de todos los medios para cuidarnos y cuidar”, comenta, y en verdad no resulta fácil trabajar con toda esa indumentaria: tallas, sobrebatas, gorros, botas, gafas, guantes, nasobucos…, pero resulta necesario y obligatorio.

“Ves aquella niña -y señala por el cristal a una rubia como de unos cuatro años con ojos color de mar-, ha costado mucho que soporte el nasobuco, imagínate, a esa edad, qué va a comprender ella lo que es el nuevo coronavirus y que debe protegerse. Bueno, pues ya, cada vez que me ve, dice: ‘yo me lo pongo, no me lo puedo quitar’, de modo que hemos logrado que entienda. Y así transcurren los días, velando porque estos niños salgan ilesos de esta epidemia, que no entiende de edades, sexo ni raza.

covid niños cienfuegos
Yahima sin su escafandra./Foto: Magalys Chaviano Álvarez

“El trabajo es arduo y de mucha responsabilidad, son las vidas de todos esos pequeños en nuestras manos, de observarlos día y noche para actuar en cuanto aparezcan síntomas, los ojos de sus madres, en súplica, y todas las regulaciones epidemiológicas, que también son nuevas, porque aunque estamos preparados para contingencias de todo tipo, es una enfermedad inédita”.

Y así transcurren los días para Yahima, y todo ese inmenso y hermoso equipo de trabajo que le acompaña en el CEA y que provienen del Pediátrico, una institución que aunque no fue concebida para el tratamiento de un virus, ha sido dispuesta con todo lo necesario en muy poco tiempo.

“Acá nos han recibido muy bien y brindado todo tipo de ayuda”, dice, y créanme que caben todos los adjetivos, incluso tengo licencia para violar las teorías del periodismo, porque nunca serán suficiente para calificar a seres humanos, que al precio mismo de sus vidas, cuidan otras y evitan que una epidemia trasponga el umbral de un centro hospitalario.

“En casa me esperan y me despiden cada día mis dos hijos, y siempre me encargan que me cuide y proteja, ellos son mi fuerza mayor, en ellos pienso para echar adelante en mi trabajo; Christian Alejandro y Raonel David, se quedan en casa, con mi madre, que es mi retaguardia”, comenta y vuelve a empañarse su escafandra, cuelgo el teléfono por el que hemos hablado a través de un cristal, y allá queda Yahima, supervisando y cuidando a los niños, junto a un equipo de trabajo que la secunda, esta para nada anónima enfermera, la seño de “Gastro”, que no pensó dos veces en irse al CEA a cuidar a los pequeños, razón de ser de su vocación de servicio.

?Protagonistas de una historia común

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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