La toma hollywoodense del Palacio Municipal

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La escena pareciera sacada de un filme de Hollywood de no existir el argumento irrefutable de permanecer registrada con pelos y señales, 72 años después, en las páginas apolilladas de los diarios cienfuegueros de la época.

Al menos así pienso que debieron compararla los dos ujieres de guardia en el Palacio Municipal de Cienfuegos, a las siete de la noche del viernes 30 de mayo de 1952, cuando una fuerza militar de más de 20 hombres pertrechados con armas largas “asaltó y tomó” aquel objetivo, el más desguarnecido de la historia bélica mundial.

Los miles de ciudadanos que esa misma noche y la mañana siguiente pasaron frente a la sede del gobierno local pudieron comprobar con sus ojos el desmedido despliegue castrense. Unos soldados custodiaban el frente del edificio y los otros permanecían apostados en la azotea en posición de combate.

El suceso estaba más anunciado que la muerte de Santiago Nazer, el protagonista de la novela garciamarquiana.

Fulgencio Batista había protagonizado el golpe de estado que destrozó la vida institucional de la República el 10 de marzo de aquel propio año. El 4 de abril asumió como presidente de Cuba, avalado por un Consejo de Ministros impuesto por él mismo, y autor a su vez de los llamados Estatutos Constitucionales, una farsa en letra de molde que suplantaba la Constitución del 40, considerada la más progresista de su tiempo en América Latina.

El plazo concedido por el régimen para la jura de los Estatutos por los funcionarios locales electos en las urnas con anterioridad al madrugonazo expiró a la medianoche del domingo 25 de mayo. Sólo los alcaldes de Victoria de las Tunas, Gómez Sedano, Sagua de Tánamo, Pepillo Hernández, y Cienfuegos, Arturo Sueiras Cruz, un trío afiliado al Partido Ortodoxo, se negaron a firmar la bravata gubernamental.

Sueiras Cruz, abreuense de nacimiento, llevaba seis años y dos mandatos ocupando la primera silla en el Palacio Municipal, que él había inaugurado oficialmente en mayo de 1950, tras 22 años de iniciada su edificación. Cuando el aindiado ex sargento taquígrafo natural de Banes forzó la entrada de la Posta Tres de Columbia, Arturo aspiraba a un acta de senador villareño en representación de los restos del partido político forjado por el extinto Eduardo Chibás.

Al entonces capitán Enrique Borbonet Gómez, jefe del Escuadrón 7 de la Guardia Rural, con sede en esta ciudad, le correspondió el triste papel de tomar la casa de gobierno. De primer subalterno llevaba al segundo teniente Jesús Saa González.

Al llamado del militar acudieron a la Alcaldía el secretario de Administración, Oscar de la Torre; el presidente del Ayuntamiento, Rafael González Marabotto; el tesorero, Antonio La O Arística; el concejal Eliso Cruces y el abogado consultor, José Hernández Pumpido.

Tras levantar el acta correspondiente y sellar todas las cajas con valores y las puertas de las oficinas, Borbonet y Saa acudieron la vivienda de Cristina 177, donde residía Sueiras, para notificarle su deposición.

Interrogado por un reportero del diario La Correspondencia, el defenestrado líder municipal aseguró que esperaba su sustitución por un alcalde facto para hacerle entrega del cargo con la misma corrección que él lo había desempeñado, pero nunca imaginó lo echaran por la fuerza pública. “Pero esos son los procedimientos del régimen, qué más se puede esperar de quienes han usurpado el poder”, le comentó.

Durante los días anteriores y posteriores a la ocupación militar del Palacio Municipal el propio periódico de la calle San Carlos publicó decenas de mensajes de ortodoxos de toda la provincia que felicitaban la actitud de Sueiras, quien empleó casi toda la octava plana de la edición del 2 de junio para enviar una proclama a la ciudadanía cienfueguera. Aquellas palabras impresas fueron un látigo contra los autores de la asonada militar y sus testaferros.

El domingo 1ro. de junio, consumado el fracaso de las gestiones de la cúpula militar provincial ante Sueiras para buscar una fórmula con “Tito” González Marabotto al frente de la Alcaldía, al ministro de Gobernación, Ramón O. Hermida, no le quedó más remedio que proclamar a Borbonet como Supervisor-Delegado, sinónimo de alcalde en el idioma del batistato.

Convocada por el Ayuntamiento, una sesión especial para la noche del día 4, “en la glorieta del parque si fuera necesario”, el legislativo municipal adoptó el acuerdo de proclamar a Sueiras Hijo Adoptivo, Mejor Alcalde y entregarle la Medalla de la Ciudad.

Fricciones internas entre la dirigencia local del PAU (el partido de Batista) por la Alcaldía de Cienfuegos, obligaron el presidente de facto a optar por la variante de dejar en el cargo al capitán Borbonet: “militar joven, digno y pundonoroso que nunca desempeñará el cargo en provecho personal”, a juicio del vespertino La Correspondencia.

A principios de abril de 1956 aquel propio oficial sería el alma de la “Conspiración de los Puros”, que al ser descubierta por el régimen en el seno del Ejército le deparó la cárcel en el Presidio Modelo de Isla de Pinos. De aquel penal salió el primer día de 1959 para integrarse al Ejército Rebelde con grado de comandante. Era un destacado competidor en la especialidad de tiro deportivo. Perdió la vida en un accidente de tránsito.

José Ramón “El Gallego” Fernández, quien desempeñara altos cargos gubernamentales después de 1959, uno de los implicados en aquella conjura, consideró que Borbonet fue el líder del complot desde los meses posteriores al golpe de Estado.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

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