Una lluvia de estrellas se avecina

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La industria del deporte generó más de 350 mil millones de dólares estadounidenses el pasado año, representando el uno por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial. Su mercantilización ha implicado que las empresas que la conforman trabajen cada segundo para monetizar todos los aspectos, inclusive su activo más preciado: los jóvenes y talentosos deportistas provenientes en su inmensa mayoría de las clases más humildes. Ellos conforman un ejército de gladiadores que se arrojan al moderno Coliseo de pan y circo (panem et circenses en latín), dejándolo todo en las arenas para engordar los bolsillos de los dueños de clubes y ligas, los patrocinadores, las radiodifusoras y medios de comunicación; y por supuesto, los fabricantes de equipamientos o las empresas del mundo de la moda, entre otras. Esto ha implicado que el espectáculo deportivo sea cada vez más individualista, competitivo y profesionalizado, alejándolo del ideal de enaltecer al hombre y contribuir a la paz y propiciar los principios de la solidaridad internacional, la amistad, la participación y la camaradería entre la juventud de todo el mundo.

Sin embargo, ello no puede implicar que dejemos de reconocer los méritos individuales de esos atletas que han permitido que cada generación tenga sus sueños, emociones e historias que contar en cualquier latitud, como si contaran el  paso de los asteroides por el firmamento. Me refiero sobre todo a aquellos que, como las estrellas que conforman nuestra galaxia, han brillado durante un tiempo y llegan ya al final de sus días, convirtiéndose en enanas blancas cuando quemen el combustible de hidrógeno que las alimenta. Aquellos atletas que brillaron en el firmamento deportivo universal y ya en su declive dicen o dirán adiós al público que las admiró, marchándose con la gratitud de ese cariño.

Basta con observar el adiós el pasado septiembre y a la edad de 41 años, del ganador de 20 Grand Slam: el tenista suizo Roger Federer, considerado el mejor tenista de la historia en pistas de hierba y uno de los mejores de todos los tiempos; senda que también culminó recientemente la tenista Serena Williams, considerada la más grande atleta que ha pisado una cancha de tenis. Pero los terrícolas amantes del deporte vislumbran también que en el corto plazo otras grandes figuras nos dirán adiós, avizorando una lluvia de estrellas. Tal es el caso de Cristiano Ronaldo (38 años) y Leonel Messi (37 años), para muchos los mejores futbolistas que pudimos ver jugar juntos sobre un terreno de juego en el mismo periodo de tiempo. Aunque nos consideremos admiradores por encima de todos del “Pelusa” Diego Armando Maradona: el de la Mano de Dios y los dos goles contra Inglaterra; no podemos dejar de reconocer que Cristiano y Messi no solo mostraron excelencia deportiva en sus años mozos, sino que ambos “son como el vino, mejor por ser más añejo. Su disciplina dentro y fuera del terreno les ha permitido seguir brillando en contra de lo dispuesto por el dios Crono para muchos otros deportistas. Pero se acerca el fin y a ambos muy pronto los veremos partir, dejándonos un inmenso vacío.

También se marchará pronto, un atleta que pasará a la posteridad sin escándalos pero con mucha disciplina, entrega y humanismo: el dominicano Albert Pujols. Aunque dio de qué hablar desde sus inicios en las Grandes Ligas, hoy se ha colado en el selecto club de los 700 jonrones (703 hasta hoy); convirtiéndose en el único latino entre los que han sobrepasado esa barrera. Si bien muchos se centran en los 271 millones de dólares que amasa como fortuna, para nadie escapa la humildad de este deportista y padre de Isabela (una joven con síndrome de Down), lo que lo impulsó a dedicar sus fuerzas fuera del terreno a brindar apoyo, amor y esperanzas a las personas que padecen dicha alteración genética y a sus familias; además de reconocerse su participación en campañas contra la trata de personas. De sus reveses, la inmensa mayoría de los cubanos solo disfrutamos la ocasión en que pifió aquella bola en el encuentro entre el equipo Cuba y la República Dominicana durante el I Clásico Mundial de Baseball del 2006 y la derrota de tres carreras por una que le infligió nuestro equipo, liderado por el pitcheo de Lazo y Yadier Martí, el que puso fuera de la final al aterrador equipo dominicano de Tejada, Ortiz, Beltre, Colón.

Este grupo de atletas llegan en estos tiempos al final de sus días como gladiadores y muy pronto, junto a otros grandes como Gianluigi Buffon (44 años), Zlatan Ibrahimovic (41 años) o el considerado por muchos el mejor luchador del orbe de todos los tiempos, el gigante de ébano cubano  Mijaín López (40 años), se ausentarán de los terrenos de juego y de los grandes titulares con sus espectaculares proezas. Cuando esto ocurra, su estela de luz será seguida por las multitudes como se sigue el paso de las estrellas fugaces en el cielo. Como son numerosas las que dicen adiós, es como observar la lluvia de meteoros de las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo. Entonces tenemos que exclamar como la poeta: “admirados los humanos de la grandeza que les regala cosmos tan bien dotado, se sienten muy humildes y por sus arrogancias: avergonzados”.

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Andrés Martínez Ravelo

Ingeniero civil. Miembro distinguido de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba.

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