Relámpagos verbales del genio primitivo

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Del hombre que tiñó de azul de metileno a una manada de renacuajos para transportarlos en una pecera gigante encima de una rastra, con el fin de venderlos al por mayor; de quien se lanzó, con paraguas, desde un tercer piso a cambio de cien pesos; de aquel que singularizó el arte primitivo en el centro de la Isla y expuso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York u otros importantes salones del planeta cabía esperarse que alguien le dedicase un libro semejante a Fabulaciones de Wayacón.

Su autora, Ana Teresa Guillemí Moreno, merece el agradecimiento de la cultura de Cienfuegos, como igual de la de Cuba en general, por elaborar este peculiar, sensible e íntimo volumen sobre el emblema nacional del arte ingenuo, Julián Espinosa Rebollido (Wayacón), texto el cual Ediciones Mecenas presentará en la próxima Feria del Libro.

La propia escritora apunta en el prólogo del material de la Colección Ideas que “en el más hondo fluir de las fuentes vivas, en la raigambre de expresiones diversas y polifónicas que, como parte de un entramado mayor, conforman el patrimonio cultural de la nación cubana, descuellan siempre voces individuales, audibles y atendibles. Tal es el caso de Wayacón, eterno fabulador de amplios registros, dueño de un universo pictórico provocador, con ciertos sabores lúdricos, críticas centelleantes y una energía vital desbordada y arrasadora”.

Y añade la Guillemí:

“Fuera de todo convencionalismo, su impulso creador se traduce en una obra de alto contenido ético, cargada de belleza, frescura y colorido. Numerosas series dan fe de ello: Las Mamitas, La Familia, Las Tarrayas, La Brujería, Los Guerreros; todo un repertorio faunístico aportado a la iconografía popular, engrosada con vacas, gallos, lagartijas, jicoteas, además de innumerables flechas y corazones porque él sabe defenderse pero prefiere el amor”.

El libro de Ana Teresa se estructura a partir de impresiones del propio Julián (una vez unidas todas conforman una suerte de gran entrevista testimonial, pero más bien informal, cargadas del desenfado del centro receptor de sus preguntas). Para que el lector se haga una idea, consignamos las primeras cuatro: POR AMOR AL ARTE: “Yo pinto por amor al arte y también por necesidad. Lo mismo vendo un cuadro en cien dólares que lo cambio por un boniato.Yo sí le doy valor a mi obra: a veces la regalo”. EL SUDOR DE UN OBRERO: “Soy un artista aficionado que trabajo; he trabajado siempre porque el sudor de un obrero no mancha”. MI LENGUAJE: “Es popular y ‘, pero en el arte soy otra cosa en mi arte hablo con el pincel, que también es popular”. MI OBRA: “Mi obra es un potaje; lo mismo incorporo un santo que una vaquita, si me resulta importante, no lo pienso y los pongo juntos”.

Fabulaciones…, habrán de colegir entonces, es la inserción sin batiscafo en las llanuras abisales de un genio del arte naif, quizá el último, cuya imaginería fabular se tramonta aquí de sus obras pictóricas a palabras que, de tan vívidas e íntimas, parecen pintar sus pulsiones, percepciones, ritos, lapsus, tremolinas, pasiones, amores. Sobre todo lo último, porque cuanto más se traduce en estas viñetas es el amor de Wayacón a la vida, a vivir, a los protagonistas de dicha existencia: esos seres humanos tan diversos e iguales, a quienes el creador hace esencia de su ser y con quienes comparte, cada día, desde un trago hasta extensos diálogos. Sin distingos sociales, antes bien a ras de barrio.

Ana Teresa Guillemí, quien le conoce casi tanto como él mismo, configura en Fabulaciones de Wayacón un diagrama ontológico de la significativa personalidad artística cubana, articulado a través de la propia opinión del creador, vertida en breves sentencias que, en su decurso y unidad, descubren los recovecos más íntimos de alguien que deslumbra y subyuga.

Estas páginas, por tanto, son fragmentos del alma del artista, dibujados en letras.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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